viernes, mayo 19, 2006

Y sin embargo

Cada día se despertaba a las 6.30 de la mañana.
Observaba el amanecer desde la terraza y saboreaba sorbo a sorbo la taza de café humeante. No tenía nada que hacer. Su turno comenzaba a las cuatro de la tarde, así que disponía de siglos antes de meterse en la ducha, vestirse, recoger un poco la casa y marcharse. Sin embargo, allí estaba, tomando su café cuando apenas había gente en la calle, en un desayuno eterno... a veces con el rostro somnoliento y los ojos cansados, a veces con las huellas oscuras de una pesadilla... pero incapaz de permanecer más tiempo en la cama.
La fuerza de la costumbre que tanto daño puede hacer en las personas.
Cada noche tomaba su despertador redondo, de campana, como los de antes y observaba en la esfera la hora marcada para cada amanecer suyo. Era inútil. No podía cambiarlo.
¿Por qué es tan complicado hacer frente a estos pequeños detalles?, se preguntaba mientras el sol parecía salir de allí mismo, de su plazoleta querida, como un vecino más del barrio.
Eso mismo, por qué es tan difícil.
Patricia se había acostumbrado a tener el armario solo para ella; se había acostumbrado a no sentir su respiración, la de él, mientras dormía; se había acostumbrado a no disponer de sus maravillosas sonrisas, y a no compartir con nadie las palomitas en el cine. Y sin embargo, era incapaz de cambiar la alarma del despertador.
Las 6.30. A esa hora se levantaba él cada día, y con él, ella irremediablemente. Permanecía despierta en la cama hasta que el otro terminaba sus quehaceres (la ducha, el afeitado, la camisa limpia, su colonia...); entonces lo acompañaba hasta la puerta del piso y le deseaba un buen día de trabajo.
Que tengas un buen día...
Luego regresaba a la cama, se desprendía de su pijama y se colocaba el de él. Todavía tenía siglos para dormir, su turno no comenzaba hasta las cuatro...

3 comentarios:

Vivalacallelamina dijo...

Es la primera vez que te escribo pero no podía pasar un día más sin decirte que me encanta como escribes, te conozco de toda la vida aunque nunca llegamos a ser amigas por edad o lo que sea, pero tenía que decirtelo, tía VALES para esto y tienes una sensibilidad increible (y no es peloteo eh?)
Todos los días espero una historia nueva de tí y de mi niño. Un beso de otra del pueblo nuestro Amén
Niña Ole tú!

Patriice dijo...

La verdad es que no sé que decir Vivalacallelamina (qué gracia me hace tu nombre) estoy un poco abrumada. De cualquier forma, muchas gracias, me alegra saber que los post gustan...desde que lo abrí se ha convertido en mi refugio, a esto es lo que me dedico, a robar horas en el periódico para poder delirar un poco en este rincón moruno. Así, gracias por estar ahí, al otro lado.
besos

Anónimo dijo...

Ahora tengo dolor de barriga...