sábado, septiembre 30, 2006

Planning Semanal

Cargar la batería del móvil al menos dos veces al día. Tardar 15 minutos más de lo habitual en titular una noticia. Tararear una misma y única canción a cada instante. Sonreír a los compañeros del trabajo. Utilizar un poco más de colorete. Periodos de abstracción mucho más frecuentes. Sonreír a los desconocidos (¡!). Observar a los bebés en sus carritos (¡!!!). Estar pendiente del Volvo del vecino. Sonreír al jefe (¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!). Contar los días, las horas, los minutos y s-e-g-u-n-d-o-s…

Incluso desde otra ciudad, revolucionas toda mi existencia.

viernes, septiembre 29, 2006

Esto es una fotonoticia con su epígrafe propio

Paco Nuñez imitando a Jim Carrey haciendo de ET asustado. En fin, en realidad creo que los comentarios sobran. Pero no puedo evitar hacer un llamamiento a todos los depresivos de Huelva y alrededores, para que cuando tengan uno de esos días, malos, malos, no duden en pasarse por la capital onubense y pedir al Paquito que imite a Jim Carrey haciendo de ET asustado. Se ha convertido en un clásico de los almuerzos perfectos, y a mí, me funciona. Parce que je le vaux bien !

miércoles, septiembre 27, 2006

Bienvenido a la República Independiente de mi casa

Para Irene, Carol, Manoli, Rocío, Lucía, Lara… y en especial, para Ana
El acto extraoficial de apertura del curso universitario 2006-2007 tuvo lugar en mi casa el otro día. Y es que el jueves ha sido siempre, incluso en mi época de estudiante recatada (qué nabo, que dirían en mi pueblo, pienso ahora), el día marcado a fuego para la movida universitaria.

Yo tenía clases de lunes a viernes, aunque esto no justifica el que pueda contar con los dedos de una mano (bueno, quizás requiera de algún dedillo de la otra, pero pocos) mis salidas en jueves-noche. Sobre todo, si añado que mi turno era el de tarde, vamos que tenía tiempo, si hubiera querido, de dormir la resaca y dejar que los pies se recuperaran del baile. Ya he dicho por algún que otro post, que procuro a la vejez no arrepentirme de las cosas que he hecho o dejado de hacer, aunque esto no impide que quiera resarcirme un poco de aquellos cuatro años de conversaciones interminables sobre periodismo, mucho café y poco botellón, la verdad.

A pesar de que son ya dos, los años que llevo como víctima del paupérrimo mercado de trabajo (sector comunicación), el hecho de vivir con estudiantes me permite, como digo, reconciliarme con aquella Patriice que daba demasiada importancia a las cosas, cuando (ahora empiezo a saberlo) a la postre, muy pocas la tienen.
Llegar del periódico y encontrarme en la encimera de la cocina la rista de vasos de tuvo, la botella de Legendario con su inconfundible bandera y la de Coca Cola Light (2 litros), siempre me arranca una sonrisa (el hielo en el congelador, que no nos falta detalle).
Luego empieza el ritual del ‘no tengo nada que ponerme’, del ‘préstame el rimmel’… El sabor de la primera copa. Las risas en el salón. El taconeo va, taconeo viene. El camino hacia La Merced. El frío del alcohol que insensibiliza la mano. Pero sobre todo, las risas y la buena compañía…
El hacer un paro mental para ser consciente de que no querría estar en otro lugar del mundo más que en ese; para ser consciente de que si llevo dos años en este mercado laboral de H.I. es gracias al oasis de la Plaza Niña, a los habitantes (fijos o móviles) de esa suerte de casa de Gran Hermano (sin nominaciones) que es mi hogar choquero. Acá donde todo es posible; donde cada instante es único; donde siempre hay algo con lo que sorprenderse. Donde se ríe a carcajadas, se llora, se habla, se baile y se posa ante la cámara digital. Donde cada desayuno, almuerzo o cena (¿falta algo en la mesa?) son perfectos.

lunes, septiembre 18, 2006

Espacios

Nunca fui una buena anfitriona. Soy consciente de ello, y es algo que lamento profundamente porque disfruto mucho acudiendo como invitada a otros hogares y me gustaría ser capaz de devolver el detalle a mis amigos. Pero nada, no hay forma. Y todo, a pesar del tomo de Recibir en casa, que descansa en algún rincón de mi casa, y que tan buenas risas ha conseguido sacarnos a mi buen Pedro y a mí, con esas dos sesentonas de alta alcurnia que posan algo artificiales en la portada. Todo un descubrimiento.
Pero como decía disfruto mucho ejerciendo de invitada (y espero que no piensen que soy una cara dura), aunque de forma especial en determinados espacios.
Este verano, tuve la fortuna de ser una de las primeras invitadas a la recién construida biblioteca de Pedro. Fue extraño entrar de repente en aquel salón, con sus paredes pintadas de verde (que tanto me molán) y encontrarme con la librería, blanca y maravillosa, con sus libros perfectamente ordenados, con sus velas, el espejo a la izquierda (según se entra), el sofá enfrente, la mesa junto a la ventana, las luces donde deben, las butacas, la alfombra, Don Felipe (el gatito durmiente) los nuevos cojines... y el maravilloso toque del reloj colocado en una de las baldas, como si fuera un tomo más. Tiempo y Literatura, qué más podía pedir un alma perdida como la mía.
Nos atrincheramos en la sala, y estuvimos horas conversando sin mirarnos siquiera a los ojos, que permanecían clavados, inamovibles en la librería (viva Ikea, viva Suecia!)
Este espacio, a modo de salón o a modo de biblioteca, siempre resultó muy familiar... como si me perteneciera y pudiera descalzarme y buscar libros y tomarlos y dar por sabido que podía llevármelos a casa porque así era, verdaderamente.
Supongo que es un logro del propietario y no del mismo lugar...

Existe también otra salita mágica en la que me siento como en casa... Chez Chiqui, pero esta se merece otro post! (También yo, como Pedro, apostaré en este nuevo curso bloguero por la economía del lenguaje).

viernes, septiembre 15, 2006

Sin miedo a nada

Hoy los cielos y la tierra me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol...
hoy lo he visto, lo he visto
y me ha mirado,
hoy creo en Dios

jueves, septiembre 14, 2006

Siempe hay un regreso (y II)

En uno de mis habituales momentos de delirio literario escribí sobre cierto cuadernito de Jordi Labanda: Hoy me siento tan libre como las pirámides de Egipto.
Lo hice en París. Una tarde de marzo paseando por los jardines del Louvre (espero no parecer repelentosa)). El solecillo me daba en la cara y estaba tan bien, tan feliz, tan agustito tirada en el césped que lo primero que me salió fue esa frase...
De aquello hace ya más de dos años, y hacía tiempo que no volvía a tener esa sensación de libertad o (más bien) de paz con el Universo... Pero ahora ese escalofrío ha vuelto, ese pellizco positivo ha regresado, tengo la sensación de tener el corazón en un puño (en el de alguien especial) que lo agarra con fuerza, pero dejándolo latir a la velocidad de la luz... y ahora: el 'dire' parece menos malo; el mundo en general parece más amable; y hasta resulta más sencillo encontrar cierta información... todo parece perfecto, aunque no lo sea...
Pero no toda la felicidad parte de mi interior. Hay un resplandor blanco que recién comienza a iluminar y aclarar estos oscuros tiempos, esta (ya no tanto) amarga espalda del tiempo. Los caminos blancos que se abren entre sus palabras me condujeron a este punto del camino (tan dichoso) y la mitad de cada latir de mi corazón le pertenece... Por todo, que menos que permitir (con su consentimiento) que a vosotros también consiga cegaros con su blancura gandalfiana...

Ya solo quedan las palabras mágicas: pasen, lean y disfruten!!!

miércoles, septiembre 13, 2006

La decisión menos importante

Tomar decisiones es uno de los inconvenientes de la vida adulta. Es uno de los signos inequívocos de que nos estamos haciendo mayores, de que se acabaron, de una vez por todas, los años mozos de loca juventud en los que la vida iba llegando sola y nosotros sólo teníamos que preocuparnos de degustarla, de tomarla, de atraparla. Sin embargo, llegados a un punto del camino de baldosas amarillas van surgiendo los interrogantes

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Y somos nosotros, solicos, solicos los que tenemos que enfrentarnos a ellos. Los temidos interrogantes... Dudas, preguntas, cuestiones... palabras, palabras, palabras...

Ahora comprendo a los concursantes de 50 x 15 cuando decidían plantarse en vez de arriesgar...
Arriesgar no es fácil. Aunque a uno no le queda nunca claro qué es lo arriesgado y qué lo seguro. Se entiende que debe ser lo nuevo, no?
Y aún así, es cierto lo que dice mi buen Paco y escribe mi buen Javier Marías, sólo el tiempo decide qué es importante y qué no, sólo los acontecimientos que se precipitan después son los que clasifican y establecen que tal o cual decisión fue definitiva y que aquella otra (que en su momento creíamos fundamental) no lo fue tanto...
Un noche de fiesta de hace seis años aprendí a no arrepentirme de nada de lo que hiciera o dejara de hacer...
Por otra parte, de mi padre, además de las manos, he heredado cierta tendencia peligrosa al sentimentalismo... así que hoy he decidido que mis días en Huelva Información aún no han terminado. Y que el tiempo hable, pues él siempre ha tenido la última palabra.

lunes, septiembre 11, 2006

Siempre hay un regreso

Hacía 30 días y unas pocas horas que no pisaba el suelo de imitación de madera de la redacción del periódico, y ha sido una sensación muy extraña volver a encontrarme con esta luz artificial y con la pantalla de mi ordenador, que parecía mirarme desde lejos... Siempre hay un regreso, resuena en mi cabeza la canción de Calamaro...
La vuelta 'al cole' está siendo menos traumática de lo que pensaba y eso que este lunes es el primer Lunes de Feria que paso fuera de los límites de Aznalcóllar; que nadie me mal interprete, no soy una fanática pueblerina, pero en este tipo de situaciones uno se siente como descolgado del mundo, de nuestro mundo cercano, y es como si de repente pasara a otra dimensión, a otra realidad, a una suerte de espalda del tiempo si bien mucho menos amarga que de costumbre. Las vueltas, los regresos son siempre muy peculiares, pero, sobre todo, nunca son como los imaginábamos.
Más allá de mi regreso al trabajo, a los quehaceres diarios (tristes y alegres), hay otro regreso que todavía brinca en mi cabeza y que consigue, sin previo aviso, acelerarme los latidos del corazón...

No, las cosas nunca suceden como las habíamos proyectado en nuestra mente, a veces, todo va mucho mejor en la realidad que en el celuloide de nuestra cabeza!!!! A veces, nos convertimos (de verdad, de la buena) en los protagonistas de una película con final feliz, y es entonces, sólo entonces, cuando uno no puede borrar una tonta sonrisa del rostro y cuando, a pesar de que lo lógico sería guardar silencio, nos apetece gritar a todo el mundo, a todo pulmón, que la felicidad ha vuelto a pasar por la puerta de casa, y no sólo eso: ha llamado al timbre, se ha colado hasta la salita y se ha sentado en el sofá a acariciarnos el rostro, mirándonos con una inagotable sonrisa, con el único deseo de que no existiera nadie más en el mundo... sólo dos.