martes, enero 29, 2008

He bajado del avión

Con más de un millón de deudas pendientes, regreso a este territorio perdido del que una vez fui inquilina permanente y que ahora apenas me atrevo a visitar. O es que tal vez he olvidado el camino de baldosas amarillas que me llevó hasta él; o es que tal vez ando tan lejos de aquel punto de salida, amargo, triste y maravilloso a la par, que mi cada vez más carcomida visión (literalmente, informo) me impide vislumbrar, me impide saber exactamente dónde está. Dónde está respecto a mí.

Perdí o guardé yo (no sé) aquella urgente e infinita necesidad de escribir sobre mi querida (a pesar del abandono) negra espalda del tiempo. Aquellas últimas revelaciones cerraron una etapa bloguera que ya empezaba a ser decadente. No en vano, muchos han dado ya por muerto este blog, al que sin embargo me resisto a darle un adiós definitivo. Será porque de terapia-gratuita ha pasado a ser una suerte de refugio al que acudir siempre que la nostalgia llama a mi puerta o deja sms en mi bandeja de entrada. Sin presiones, sin ansiedad, un espacio al margen del tiempo…

Comentaba (más o menos) el buen amigo de mirada azul: cuanto más muere mi blog, más vivo ando yo.

Y sin embargo, como yo misma vaticiné, siempre hay un regreso. Siempre hay una vía de servicio en cualquier punto del camino de baldosas amarillas que me permite volver, cuando así lo estime oportuno. Y en esta ocasión, ni la nueva temporada de Los hombres de Paco (impresionante Lucas, madonna mía), ni siquiera los pormenores del nuevo trabajo, ni siquiera la Navidad ni otros demonios (véase mis dos nuevas libretitas Labanda) han despertado en mí, desde aquel revelador doce de octubre, las ganas de… ni las fuerzas para confesarme ante ustedes (intuyo un patio de butacas vacío, aunque nunca se sabe qué lector en la sombra sigue esperando). Qué, entonces.

Quizá una certeza (suspiro). Quizá la certeza de saber que puedo hacerlo. Que no era complicado como había llegado a pensar ya. Que es tan sencillo como ponerse a escribir.

“He bajado del avión”. Eso mismo dice Rachel (for ever Friends) cuando se planta en casa de Ross en ese maravilloso capítulo final. Baja del avión y en el preciso instante de hacerlo se da cuenta de que no era tan complicado como parecía cuando aún tenía el cinturón obligatorio puesto. Sí, esa es la frase (verdad Cecile?) que lo resume todo.

Hasta el próximo terremoto.