martes, octubre 31, 2006

El aire que respiro

Un amor que ha devuelto
la alegría a mi ser
por eso yo a ti te quiero
por eso yo te querré...
te prometo vida mía
que nunca te dejaré
haces que siga viviendo
y siempre yo te amaré...
Por eso te canto
te digo a la cara
que me tienes loco
que estoy enamorada
que te quiero mucho
y es inexplicable
decir con palabras
y un amor tan grande.
Si algún día tú me dejas (tú me dejas)
y te alejas más de mi (más de mi, más de mi)
ay dejar toda mi alma (toda mi alma)
que solo llena de sufrir
eres aire que respiro(que respiro)
eres sueño en mi dormir (mi dormir)
ay niña tú lo eres todo (lo eres todo)
ay lo eres todo para mi
Por eso te canto
te digo a la cara
ay que me tienes loco
que estoy enamorada
que te quiero mucho y es inexplicable
decir con palabras y un amor tan grande...
Son mis sentimientos los que canto aquí
me has enamorado
ay yo te quiero a ti
que dios me maldiga (que dios me maldiga)
si te hago daño (si te hago daño)
si te hago sufrir (si te hago sufrir)
si yo a ti te engaño (si yo a ti te engaño)
pero te prometo (te prometo)
que nunca mi amor habrá otra persona
que te ame más que yo.
Er Peche y la Hungara

jueves, octubre 26, 2006

El Nilo en Huelva

No es una alucinación. No estoy desvariando, ni la contaminación del Polo Químico está comenzando a atrofiar mis sentidos (seguro que muchos maliciosos han pensando en esta posibilidad). Nada de esto ha ocurrido. Es la purita realidad, el Nilo se ha salido de su cauce habitual y natural y se ha dado una vueltecilla por la capital onubense. Lo hizo ayer, aprovechando el mal tiempo, o bueno, según se mire, que hace mucha fartita que llueva... En fin, me acerqué a la orillita de mi Huelva tiene una Ría, y por un momento tuve miedo. Acompañaba al fotógrafo, que quiso captar la transformación de este emblema onubense en el mítico río de dioses, y pisaba con desconfianza pensando que de un momento a otro aquella masa marrón, horrible (como los 25) nos iba a engullir. Dejé el bolso en el asiento del copiloto, por si tenía que salir corriendo, ir más ligerita de peso, y observé el agua con desconfianza. Como se mira a un enemigo al que intuyes en la oscuridad y al que tendrás que enfrentarte, o no… todo depende de si os cruzáis en la niebla. Como en Alatriste… cuando el maravilloso Viggo va con el agua al cuello sabiéndose rodeado de hombres a los que tendrá que matar para que no lo maten a él.

“Be water my friend”, me acuerdo llegados a este punto del ya famoso anuncio. De eso de que el agua es capaz de fluir y de golpear, y continúo mi desconfiada observación. Mirando con el rabillo del ojo al fotógrafo que no tiene reparos en acercarse cada vez más y en agacharse y en captar lo que él considera captable. Nunca había visto la Ría tan fea. Era todo lodo, golpeando las recién restauradas maderas del muelle de la Riotinto Company (Mal llamado muelle del Tinto, pero hombre, si lo que llega a Huelva es el agüita del Odiel!!!!-comentario del hermano-.). Es él quien me apunta eso del Nilo, y cuando estoy cerquita confirmo la metamorfosis. Lo que ayer pasaba por Huelva era el río egipcio, y no nuestra (¿mía?) cantarina Ría. Busco el puntaumbrieño horizonte y miro también con desconfianza los troncos que flotan por doquier. En Campofrío el golpe del agua ya se ha llevado a una mujer (esto tiene historia) y ha dejado desaparecida a otra… “y puede que la fuerza del agua traiga el cuerpo hasta la misma capital”, me ha dejado alguien en la conciencia…

miércoles, octubre 25, 2006

Tanto por vivir

Ay, se me escapó el 24! Se me fue el día, sin que pudiera publicar nada por estos lares. Y el caso es que tenía tanto en la cabeza, tenía miles de historias, de frases, de anécdotas, de rostros, sonrisas y voces en la mente que me apetecía, mucho, mucho, reflejar aquí… pero se me escapó el día. Se me fue, y no escribí ni una sola línea. Los días marcados con rotulador rojo en el calendario se van con más rapidez que la que se tomaron para llegar… y yo no he sido lo suficientemente rápida.

Planes pasados por agua y legendario

Va a tener razón mi vecino del octavo y va a resultar que es mejor no hacer planes… Los planes se chafan, se caen, se cambian, se pierden, se van al garete, se aguan… en definitiva, se van a tomar viento, por no decir otra cosa…
Llevo un par de semanas (y que conste que no me estoy quejando) en las que nada ha salido como esperaba. Ideaba, ideaba y al final, ups! El inevitable cambio de última hora. La búsqueda de alternativas. Y miren por donde, los dos últimos planes B a los que me he visto obligada a recurrir han resultado excelentes. Sí, sí, como les digo: de una gran calidad. Sin ir más lejos, el pasado viernes a unos pocos kilómetros de mi cita prevista me vi ‘obligada’ a cambiar de partener, y la tarde resultó una de las mejores de los últimos tiempos. No sé. Quizá es que una anda de buen humor y encaja mejor este tipo de ‘envistes’. O quizás, simplemente, es que la compañía era agradable (buena conversación) y la ciudad acogedora. Y eso que no paró de llover y que al final de la jornada sufrí los síntomas del resfriado. Mi buen amigo y yo, anduvimos por el barrio de Santa Cruz, visitamos un templo friki donde adquirí mis tres primeros cómic (qué buena inversión, niño!), bajamos hasta la plaza de San Lorenzo para degustar un exquisito pincho de langostinos con cuscus y finalmente probamos un delicioso té, cerquita de la Alameda. Un día completito.
La tarde continuó después por otros lares, a los que no estoy autorizada mencionar aquí ;-).

En fin, creo que he perdido el miedo. Miedo a los planes B. Miedo a que la noche no pinte perfecta, porque lo cierto es que al final puede llegar a serlo. Como el sábado sabadete, que me trajo una salida que se presentaba repleta de situaciones embarazosas y resultó, efectivamente, una gran noche. Con el delicioso sabor del Legendario cola con su poquito de limón, por favorrrrr!
Así que nada, espero sus invitaciones. Estoy abierta a cualquier improvisación. Se acabaron los planes en mi vida… excepto para este sábado que ya saben que hay cita, y no quiero excusas en el último segundo, eh???

miércoles, octubre 18, 2006

Comunicado de Prensa

Ya han comenzando a rodar los nuevos capítulos de Los hombres de Paco


Y no pienso añadir más.

La metamorfosis

A ver si aciertan quién soy. Anoche sin pensarlo dos veces, me personé en la Plaza Niña, subí al piso que algunos de ustedes conocen y fulminé a Patriice de un tiro certero (es una forma de hablar). Ahora su pobre cuerpo inerte yace a los pies de la que hasta el momento era su cama. No se preocupen. No la he despedazado, ni le he provocado sufrimiento alguno. Un tajo limpio y certero… sino fuera porque no ha sido un tajo. Mis técnicas son mucho más avanzadas, más refinadas, me gusta decir a veces. Sólo una pequeña presión en el interior. A penas tuvo ocasión (la pobre) de distinguir mi figura en la oscuridad encendida de su dormitorio. La luz azulada del flexo parpadeó un instante. Pero se mantuvo dejándome contemplar mi obra maestra. El cabello más alborotado que de costumbre, el rostro más pálido que de costumbre y lo ojos, uff, menos mal, cerrados. No tuve que pasar mi mano por sus párpados para que dejaran de mirarme. La verdad es que el trabajo ha sido bueno. No puedo quejarme, ni ella tampoco. Sólo alguien que en el fondo la aprecia (tras muchos años de vida en común) podría provocarle una muerte tan… digamos… apetecible para cualquier mortal. Que nadie sienta lástima por ella, pues. Que ni una sola lágrima se derrame por Patriice porque ahora se encuentra en un estado mejor. Imaginen que está dormida, sólo que el príncipe que debe despertarla no llegará hasta pasados cientos de años. No tendrán la oportunidad de volver a verla… O quizá sí… Se me ocurre… Voy a suplantarla. Sí, lo voy a hacer. Rizaré mi pelo. Aclararé mi piel, transformaré cada rasgo de mi rostro para que sean los de ella. Será una metamorfosis tan perfecta que ninguno de ustedes lo sospechará. Ni si quiera yo, que ahora ya empiezo a ser ella. Me meteré tan en su piel, que sus recuerdos serán los míos, sus sentimientos, sus miedos, sus proyectos serán los míos… Hablaré como ella, sonreiré como ella, besaré como ella, miraré como ella lo hace. Y siendo ella, me olvidaré de que alguna vez fui yo.

martes, octubre 17, 2006

El pastor de caracoles

Podría decirse que este es un post robado. Al menos su título me lo chivaron ayer a modo de anécdota a través de mi tabla de salvación diaria: el teléfono (todo mi trabajo y todo mi amor se lo debo a Telefónica). En efecto, al parecer hay un españolito que ha venido al mundo con el único deseo de convertirse en PASTOR DE CARACOLES. C’est sympa! Mis fuentes me explicaron que incluso la criaturita se había dibujado a sí mismo, en medio del campo, con su rebaño de caracoles. C’est très sympa!
Aunque mis dotes para las artes plásticas nunca fueron nada evidentes, siempre que me preguntaban de pequeña qué quería ser de mayor yo respondía decidida: pintora. Y los adultos con su absurda forma de proceder a veces bromeaban siempre: sí, pero de brocha fina o de brocha gorda??? Ja,jajaja. Una gracia que a mí me desconcertaba mucho y me dejaba siempre con cara de circunstancia puesto que no entendía qué era eso de la brocha fina o la brocha gorda. ¿Tendrá algún fondo sexual?, me preguntaba entonces.
De aquel deseo de infancia no queda más que la tranquilidad que me produce colorear. Me gustan los dibujantes, supongo que porque no tengo que trazar yo los dibujos, tan sólo me limito a tintarlos con los trazos de alpino, siempre en la misma dirección y procurando no salirme de la línea. Así que todavía, de vez en vez, cojo mi dibujante de Chicken Little y me dejo llevar…

Desde que me contaron la historia, no puedo evitar seguir pensando en el niño deseoso de tener su grupo de caracoles a los que poder llevar a pastar por los campos (me lo imagino en el entorno de la carretera que une Aznalcóllar con Escacena, donde abunda esta pringosa creación de Dios, todos lo somos, hermanos!) y me pregunto qué quedará de su sueño dentro de quince o veinte años. Puede que sus padres le recuerden la historia delante de una hipotética novia (o novio) y que él se avergüence de su candidez. O puede que el caracol marque para siempre su existencia. Puede que dentro de unos años no se dedique a pastorear, pero sí a recogerlos de los tallos y hojas, odiándolos por mantenerlo con el lomo doblado durante horas bajo un sol de mil demonios; o puede que dentro de unos años saboree escargots en un lujoso restaurante francés, olvidando el aprecio que en su niñez tuvo a los pobres animalillos; o puede que dentro de unos años, se vea obligado a arrastrarse cual caracol ‘mileurista’ por las desagradables paredes de una oficina… todas las opciones caben en una vida.

O puede que nada de esto ocurra. Puede que su persona no guarde ningún vínculo con los cornudos bichos, y que él olvide por completo que una vez quiso ser pastor de caracoles, y que además hizo un dibujo, y que para colmo, lo contó a media España. Y aún así, de vez en vez, y sin que tenga claro el por qué, le gustará relajarse observándolos con su lento arrastre, con su casita de treinta metros cuadrados (quién pillara una), siempre a cuestas.

lunes, octubre 16, 2006

Poesía de Oro

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjero.

Mas no de esotra parte en la ribera
dejaré la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.


Francisco de Quevedo

Octubre, octubre (I)

Hacía frío y era viernes. El desayuno. El toque de colorete. La gabardina, el gorro, la bufanda, la Imagine-R en el bolsillo derecho y el salir calle abajo en busca del metro. Línea 14 hasta Saint Lazare. Cruza París en 16 minutos… La calefacción de los pasillos de Celsa, la antipática indiferencia de los compañeros, los habituales correos en la Boîte de Réception… Las horas idénticas a las de cualquier otro día y el regreso a casa desde el lado contrario del andén.
Los preparativos del almuerzo, la primera cucharada y el timbre que suena. ¿El timbre? Oh, bendita novedad! Mademoiselle Nogales? Oui, c’est moi (Quién no ha deseado decir esto alguna vez en su vida?) Y ahí comenzó todo.
Fue a partir de las 17 horas del 24 de octubre de 2003, que mi cumpleaños empezó a ser mi cumpleaños. Lo que trajo la voz, que en aquel momento llamó a mi puerta, fue una pequeña caja cuadrada; muy bien envuelta, muy bien cerrada. La abrí temblando, con el corazón que se me salía por la boca…Lo primero que encontré fue un pequeño cuadernito de Jordi Labanda (mi debilidad), que flotaba sobre un miniocéano (todo el que cabía) de gomitas (segunda debilidad conocida), caramelos (tercera debilidad conocida) y chocolate Nestlé con leche y (lo más importante) SIN almendras. Todo ello colocado sobre una exquisita y gruesa base de castañas (otra de mis debilidades conocidas). Cogí el sobre que pululaba entre aquel mar de caprichos patriciados y leí uno a uno, los pequeños párrafos que mi familia me enviaba…
Con la tarde llegaron los primeros invitados a la fiesta… más regalos, más conversaciones de besugos (recuerdo con especial cariño un diálogo de los del tipo ‘comoquienoyellover’ con una chica rusa), la mancha de tinto en la moquette beige (ay, Jorge), la canzone del sole… y al fin, el grupo íntimo apurando el vino y comiendo las castañas, seleccionadas (podía imaginarlo) por las inconfundibles manos de mi padre.
Supongo que aquellas doce o trece horas (desde las cinco de la tarde hasta las seis de la madrugada) fueron de las mejores que viví en aquella ciudad que durante un tiempo también fue infierno y paraíso, como esta Huelva mía.
Y ya está. Aquí termina la historia. Ahora que se acerca la cita ineludible, el 25 aniversario de mi nacimiento (horrible cifra) me apetecía pensar en aquellas gentes, en aquella diversión a lo Gran Hermano y dejarme llevar un poco por la nostalgia de lo irrecuperable. Pero bueno, como dicen en el DVD sobre las fiestas de la Santa Cruz de Abajo y su Emperatriz Santa Elena, nos quedan los recuerdos… y me atrevo a añadir que, como diría mi buen Pedro, afortunadamente está todo por hacer y quedan muchos cumpleaños por celebrar (o no, pero esa es otra historia).

miércoles, octubre 11, 2006

Precaución amigo conductor

Como dijo Íñigo Balboa en aquella Limpieza de Sangre, no soy dado a dar consejos pero ahí va uno de prestado: pisen un poco el pedal del freno y reduzcan marchas. Bajen de quinta a cuarta, de cuarta a tercera y a segunda, y finalmente quédense en primera. De esta forma el frenazo será más suave... y menos doloroso.

Una cita para compartir

"Entonces descubrí que el mundo no es mudo, sino que sólo espera a que alguien le hable en un lenguaje que él comprenda. En el canto del duende la Tierra reconocía los nombres que ella se daba a sí misma".
Jonathan Strange y el Señor Norrel de Susanna Clarke

lunes, octubre 09, 2006

Huelva, Huelva, Huelva (con el tonillo del nuevo himno)

Anoche mientras regresaba a casa, el hombre de duro carácter, reciente bigote y extraña sensibilidad dijo: “Hay mucha gente de fuera que vive aquí, y que aún así no establece ningún tipo de vínculo con la ciudad. Desprecian Huelva, hablan mal de ella diciendo ‘es que en H. tal o cual..’ y yo pienso: so imbécil, si tu formar parte de esto, si tu vives aquí, si tu trabajas aquí, si tu comes de esta ciudad’.
Continúo, ya en solitario, mi rentrée y enciendo a Naranjito II…

Ay, Huelva déjame, ay Huelva déjame, ay déjame que sea,
Pa sentir como el agüita te mece con
la…
…ma…
…rea.

Es cierto, a menudo no sentimos excesivamente de paso por esta ciudad. Consideramos poco glamuroso vivir y trabajar en ella. Y permanecemos aquí como si esto fuera un simple trámite, esperando el día en que, al fin, digamos ‘me voy’. Y sea para siempre. Pero no sólo los forasteros adolecen de esta inadaptación, muchos son los nacidos aquí, que a la primera de cambio, huyen… y no sólo eso, sino que olvidan esa parte choquera de sus vidas, como si de una mala jugada del destino se tratara.
Yo (oh, confesión) he pasado por ese trámite. Sin embargo, una noche descubrí la inquietante tranquilidad que se desprende de las chimeneas del Polo Químico, descubrí que las mejores puestas de sol se pueden ver desde el muelle del Tinto; que es reconfortante poder ir a casi todas partes andando y, durante el trayecto, encontrarte con mil caras conocidas; que Huelva, la luz, es algo más que marketing; que el ambiente de la Plaza Niña no está atado a las estaciones, existe siempre; que el olor a pescado del mercado de El Carmen puede ser muy agradable; y que la terrorífica fachada del Manuel Lois, aguardándonos desde lo más alto, a veces nos puede trasladar a una película de Tim Burton.
Y si a pesar de todo, no hubiera tenido la oportunidad de descubrir los encantos de la ciudad, me queda la gente. Y sólo por ellos, sólo por saberlos de aquí, sólo porque ellos pertenecen a esta ciudad, ella también me pertenece a mí. Y viceversa.

jueves, octubre 05, 2006

Suprimir

Disculpen mis buenas almas lectoras... tras la alarma que he creado, he decidido suprimir del blog mi último post titulado 'Jueves negro de octubre'. Lo escribí en un momento muy concreto del día de ayer, cuando una terrible preocupación asolaba mi isla. Pensaba que, efectivamente, todo lo estaba haciendo mal y que cualquier cosa que hiciera por remediarlo, sólo empeoraría las cosas. En fin, ya lo leyeron, al menos dos de ustedes... y la preocupación que han mostrado, me hizo releerlo a mí. Supongo que me pasé un poco. Sobre todo porque pocas cosas son verdaderamente irremediables (dicen que sólo la muerte y hacienda)... así que, ahora que alcanzo mi décimo, esto es, último, día de trabajo, y que empiezo a ver la luz al final del tunel... suprimo ese capítuo (ojalá todo fuera tan fácil), doy las gracias a mis dos lectores y pido disculpas, soy andaluza y peliculera, una mezcla explosiva para la exageración.
Hasta el próximo terremoto.

miércoles, octubre 04, 2006

Capitán Mortensen

Aviso solidario: Todo aquel que no haya visto todavía la película Alatriste, que se abstenga a seguir leyendo. No quiero herir sensibilidades y no quiero reproches. Y por favor, aprovechen que no tienen nada que leer para ir al cine. Merci bien.


Tengo tantas cosas que decir, que no sé por dónde empezar. Por hacerlo de alguna forma, diré que tras más de un mes en cartelera y tras más de un mes de intentos inertes por ir a verla, fue ayer, y sólo ayer (por el domingo 1 de octubre), cuando conseguí una entrada para la sesión matinal (cuestión de horario laboral) de Alatriste.
Poca gente en la sala, aunque más de la que imaginaba. Comienza la función…

La película es un collage, de dos horas y media, de las aventuras que Arturo Pérez Reverte le encasqueta a Alastriste en cinco libros. Resulta algo caótico para los que no han leído estas obras, y algo más comprensible para los que sí. De cualquier forma, es como si durante todo el tiempo estuviéramos viendo el largo trailer de un film. Microrelatos uno detrás de otro, que a veces te dejan con ganas de más. No perdonaré la omisión de la que considero una de las escenas más emocionantes del primer volumen (cuando nuestro amado capitán recibe del Conde de Guadalmedina (creo) un anillo del Príncipe de Wales y una especie de documento en el que se afirma que todo súbdito de Inglaterra tiene la obligación de prestar ayuda o auxilio –si este lo requiriera- a Alatriste. Guadalmedina (Eduardo Noriega en la peli) susurra, “lo que daría yo por tener algo como eso”; y es en ese momento cuando uno derrama una lágrima perfecta y se alegra de que a hombre semejante se le premie con lo que merece; el lector toma conciencia de la grandeza del personaje, en fin…). Efectivamente, si en algo flojea esta película (a mi humilde entender) es en el guión. Demasiado. Demasiadas historias que se resuelven a la fuerza con rapidez, dejando muchas cosas en el tintero, nunca mejor dicho.
Y aún así, todo tiene sentido.

Cuenta lo que fuimos, dice uno de los hombres de Alatriste al apuesto Íñigo Balboa (Unax Ugalde, maravilloso) en esa increíble escena final: el algo grotesco y caricaturizado (en cierto modo) viejo tercio de Cartagena que decide no plantarse ante ‘la France’ a pesar de las ocho horas de batalla y a pesar de que están reventaitos perdíos… No hay que olvidar “que este es un tercio español”, dice el Capitán Mortensen (Oh, Viggo mío) en un momento único e irrepetible para el cine español.

Efectivamente lo que Díaz Yanes se limita a hacer durante toda la película es contar lo que fuimos, lo que fueron. Cada resumen apresurado de las aventuras de Alatriste sólo tienen dos tipo de justificación:

Primero: Son una mera excusa para algunas de las puestas en escenas más maravillosas que se han visto. Hay planos que son cuadros barrocos, con esos juegos de luces y sombras, y cada frame en el que aparece Alatriste, con su capa, su espada y, sobre todo, con su sombrero de ala ancha, son simplemente perfectos. Por no hablar de la melena rojiza de Ariadna Gil… bellísima.

Segundo: Son una mera excusa para conocer al Capitán Alatriste y al resto de personajes. Para aprender a entenderlos, con sus defectos y sus virtudes, para llegar a abarcarlos por completo, y sólo así comprender por qué al final deciden enfrentarse a la muerte segura: perdedores y a mucha honra, y con dos cojones (que diría Reverte). Muy español.

Y ya que estamos en el final, que menos que continuar con el despliegue de piropos hablando de ese detallito que ha gustado a unos, abominado a otros y sorprendido a todos. Voilà. Hablo de esa maravillosa Madrugá sonando completita, mientras el ‘milvecesperfecto’ Alatriste se lanza a los franceses empuñando la espada. Reconozco que me quedé sin aliento, algo desconcertada al principio; esperando un giro en la música que me hiciera pensar: ‘ah, que no, no es una marcha procesional, sólo lo parecía’. Pero qué va, aguantó como una campeona. Un final como este salva cualquier defecto de la película.

Sólo tres cosas más (y que la economía del lenguaje me perdone, pero hay tanto que contar):
-Precioso el juego que hacen con el pañuelo de Alatriste durante toda la película.
-Echo de menos el famoso tirurí-tirurá que precede en los libros a Malatesta.
- Y finalmente, esta vez sí, conmovedores los planos de mi Viggo emocionado. Qué hombre, Dios mío, qué hombre. Supongo que a los tipos como él lo perdimos con el imperio.

Dixit. Delenda est Cartago.