martes, octubre 17, 2006

El pastor de caracoles

Podría decirse que este es un post robado. Al menos su título me lo chivaron ayer a modo de anécdota a través de mi tabla de salvación diaria: el teléfono (todo mi trabajo y todo mi amor se lo debo a Telefónica). En efecto, al parecer hay un españolito que ha venido al mundo con el único deseo de convertirse en PASTOR DE CARACOLES. C’est sympa! Mis fuentes me explicaron que incluso la criaturita se había dibujado a sí mismo, en medio del campo, con su rebaño de caracoles. C’est très sympa!
Aunque mis dotes para las artes plásticas nunca fueron nada evidentes, siempre que me preguntaban de pequeña qué quería ser de mayor yo respondía decidida: pintora. Y los adultos con su absurda forma de proceder a veces bromeaban siempre: sí, pero de brocha fina o de brocha gorda??? Ja,jajaja. Una gracia que a mí me desconcertaba mucho y me dejaba siempre con cara de circunstancia puesto que no entendía qué era eso de la brocha fina o la brocha gorda. ¿Tendrá algún fondo sexual?, me preguntaba entonces.
De aquel deseo de infancia no queda más que la tranquilidad que me produce colorear. Me gustan los dibujantes, supongo que porque no tengo que trazar yo los dibujos, tan sólo me limito a tintarlos con los trazos de alpino, siempre en la misma dirección y procurando no salirme de la línea. Así que todavía, de vez en vez, cojo mi dibujante de Chicken Little y me dejo llevar…

Desde que me contaron la historia, no puedo evitar seguir pensando en el niño deseoso de tener su grupo de caracoles a los que poder llevar a pastar por los campos (me lo imagino en el entorno de la carretera que une Aznalcóllar con Escacena, donde abunda esta pringosa creación de Dios, todos lo somos, hermanos!) y me pregunto qué quedará de su sueño dentro de quince o veinte años. Puede que sus padres le recuerden la historia delante de una hipotética novia (o novio) y que él se avergüence de su candidez. O puede que el caracol marque para siempre su existencia. Puede que dentro de unos años no se dedique a pastorear, pero sí a recogerlos de los tallos y hojas, odiándolos por mantenerlo con el lomo doblado durante horas bajo un sol de mil demonios; o puede que dentro de unos años saboree escargots en un lujoso restaurante francés, olvidando el aprecio que en su niñez tuvo a los pobres animalillos; o puede que dentro de unos años, se vea obligado a arrastrarse cual caracol ‘mileurista’ por las desagradables paredes de una oficina… todas las opciones caben en una vida.

O puede que nada de esto ocurra. Puede que su persona no guarde ningún vínculo con los cornudos bichos, y que él olvide por completo que una vez quiso ser pastor de caracoles, y que además hizo un dibujo, y que para colmo, lo contó a media España. Y aún así, de vez en vez, y sin que tenga claro el por qué, le gustará relajarse observándolos con su lento arrastre, con su casita de treinta metros cuadrados (quién pillara una), siempre a cuestas.

2 comentarios:

Pedro-Abeja dijo...

Qué bueno! Me ha encantado la idea del pastor de caracoles! Viva ese niño! Ojalá nunca se avergüence de lo que ahora sueña porque evoca una imagen preciosa.

Ti amo amore mio.

Zarzamora dijo...

Sin duda, puedo decírtelo, ésta ha ocupado el puesto número UNO en mi lista de "post de Patri", desplazando a Trini II, que ya era tarea harta difícil...