lunes, septiembre 11, 2006

Siempre hay un regreso

Hacía 30 días y unas pocas horas que no pisaba el suelo de imitación de madera de la redacción del periódico, y ha sido una sensación muy extraña volver a encontrarme con esta luz artificial y con la pantalla de mi ordenador, que parecía mirarme desde lejos... Siempre hay un regreso, resuena en mi cabeza la canción de Calamaro...
La vuelta 'al cole' está siendo menos traumática de lo que pensaba y eso que este lunes es el primer Lunes de Feria que paso fuera de los límites de Aznalcóllar; que nadie me mal interprete, no soy una fanática pueblerina, pero en este tipo de situaciones uno se siente como descolgado del mundo, de nuestro mundo cercano, y es como si de repente pasara a otra dimensión, a otra realidad, a una suerte de espalda del tiempo si bien mucho menos amarga que de costumbre. Las vueltas, los regresos son siempre muy peculiares, pero, sobre todo, nunca son como los imaginábamos.
Más allá de mi regreso al trabajo, a los quehaceres diarios (tristes y alegres), hay otro regreso que todavía brinca en mi cabeza y que consigue, sin previo aviso, acelerarme los latidos del corazón...

No, las cosas nunca suceden como las habíamos proyectado en nuestra mente, a veces, todo va mucho mejor en la realidad que en el celuloide de nuestra cabeza!!!! A veces, nos convertimos (de verdad, de la buena) en los protagonistas de una película con final feliz, y es entonces, sólo entonces, cuando uno no puede borrar una tonta sonrisa del rostro y cuando, a pesar de que lo lógico sería guardar silencio, nos apetece gritar a todo el mundo, a todo pulmón, que la felicidad ha vuelto a pasar por la puerta de casa, y no sólo eso: ha llamado al timbre, se ha colado hasta la salita y se ha sentado en el sofá a acariciarnos el rostro, mirándonos con una inagotable sonrisa, con el único deseo de que no existiera nadie más en el mundo... sólo dos.

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