lunes, septiembre 18, 2006

Espacios

Nunca fui una buena anfitriona. Soy consciente de ello, y es algo que lamento profundamente porque disfruto mucho acudiendo como invitada a otros hogares y me gustaría ser capaz de devolver el detalle a mis amigos. Pero nada, no hay forma. Y todo, a pesar del tomo de Recibir en casa, que descansa en algún rincón de mi casa, y que tan buenas risas ha conseguido sacarnos a mi buen Pedro y a mí, con esas dos sesentonas de alta alcurnia que posan algo artificiales en la portada. Todo un descubrimiento.
Pero como decía disfruto mucho ejerciendo de invitada (y espero que no piensen que soy una cara dura), aunque de forma especial en determinados espacios.
Este verano, tuve la fortuna de ser una de las primeras invitadas a la recién construida biblioteca de Pedro. Fue extraño entrar de repente en aquel salón, con sus paredes pintadas de verde (que tanto me molán) y encontrarme con la librería, blanca y maravillosa, con sus libros perfectamente ordenados, con sus velas, el espejo a la izquierda (según se entra), el sofá enfrente, la mesa junto a la ventana, las luces donde deben, las butacas, la alfombra, Don Felipe (el gatito durmiente) los nuevos cojines... y el maravilloso toque del reloj colocado en una de las baldas, como si fuera un tomo más. Tiempo y Literatura, qué más podía pedir un alma perdida como la mía.
Nos atrincheramos en la sala, y estuvimos horas conversando sin mirarnos siquiera a los ojos, que permanecían clavados, inamovibles en la librería (viva Ikea, viva Suecia!)
Este espacio, a modo de salón o a modo de biblioteca, siempre resultó muy familiar... como si me perteneciera y pudiera descalzarme y buscar libros y tomarlos y dar por sabido que podía llevármelos a casa porque así era, verdaderamente.
Supongo que es un logro del propietario y no del mismo lugar...

Existe también otra salita mágica en la que me siento como en casa... Chez Chiqui, pero esta se merece otro post! (También yo, como Pedro, apostaré en este nuevo curso bloguero por la economía del lenguaje).

1 comentario:

Pedro-Abeja dijo...

Me encanta esa foto. Tiempo y Literatura, tú lo has dicho, qué más se puede pedir? A mí personalmente lo que más me gusta es el péndulo del reló (apostemos por la renovación de la lengua!) incansable, dándole movimiento a la imperturbable quietud de los libros dormidos. Ya sabes que puedes venir cuando quieras y coger el libro que más te guste, aunque yo no esté. Ellos te conocen y seguro se tirarán de los estantes a tus manos cuando te vean entrar.

Besos.