miércoles, julio 14, 2010

París es siempre una buena idea

Eso mismo le dice Julia Ormond a Harrison Ford en la entretenida Sabrina (remake de aquella otra mítica protagonizada por Audrey Hepburn y Humphrey Bogart), que París es siempre una buena idea.

Pude ver la película en una tarde tranquila de sofá con mi madre que disfrutaba del film tanto como yo. Nos encanta el género. Y aunque versión, la Sabrina de Sydney Pollack conserva el viejo encanto del cine en blanco y negro, de la vieja gloria de Hollywood, definitivamente perdida [eso dicen]. Y desde entonces vengo arrastrando la frase conmigo. Se coló en el maletero de mi skodi sin que me diera cuenta y me siguió hasta casa. Tomó el ascensor, aprovechó un descuido para meterse en mi apartamento y se instaló sin pudor alguno en el sofá orejero verde botella de Ikea que preside el salón. Y yo, tonta de mí, no la he visto hasta hace tan sólo un rato, cuando he abierto de par en par el balcón [a pesar de los mosquitos choqueros] y la luz de julio de esta Huelva mía, nuestra, me ha golpeado.

Llegué a esta ciudad en este mismo mes del año 2004, convencida, entonces, de que sólo me quedaría tres meses... Y paradógicamente lo que más recuerdo de aquellos días en los que llegaba a Huelva es lo presente, lo nítido que tenía mi recuerdo de París. Es cuando te marchas, cuando verdaderamente París te inunda, te posee, se apodera de ti. Cuando más transparente se muestra, cuando más clara, más sincera. Es una condena, una lástima, un castigo que sólo lejos de París empieces a comprender París.

Ahora me toca convivir un tiempo con esta frase. 'París es siempre una buena idea'. No sé cuánto tiempo querrá quedarse. Quizá no se marche nunca y me acompañe siempre para recordarme que soy una expulsada, que vago por una negra espalda parisina, de las que, ya lo sabemos, no escapa nadie.

Hoy París duele.

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