miércoles, julio 28, 2010

Música y crepúsculo

El tiempo es un don para los lectores. Eso he pensado esta mañana, al darme cuenta de que podría dedicarla entera, si quisiera, a leer. Uno de los momentos más exquisitos de la vida de pueblo vacacional es terminar el libro que traía de Huelva y verme en situación de tener que elegir un nuevo título de la biblioteca de casa... Vas repasando lomo a lomo los diferentes ejemplares, colocaditos (y desordenados por la mano de mi sobrina) en la librería Ikea y de repente te das de bruces con un título olvidado. Un libro que compraste hace ya muchos años y que aunque te ha acompañado siempre como parte de tu colección privada (todavía) no habías tenido oportunidad de leer. Lo coges y sabes que, aunque es tuyo desde 1999 (abril), es ahora cuando lo leerás. Los libros son así, algunos inmediatos, otros nos acompañan durante mucho tiempo como lecturas potenciales hasta que llega el momento. Son libros que nos han estado esperando, pacientes, hasta el día en que al fin sentimos que es el momento de leerlos. Con Gabriel García Márquez es ya la segunda vez que me sucede, tras la deliciosa lectura estival (qué horas más placenteras) de Cien años de soledad, ayer mismo, cinco minutos antes de salir para la piscina pillé sin ningún tipo de vacilación, en cuanto me di de bruces con él, El coronel no tiene quien le escriba. Y cuando en las primeras páginas me encontré con: "el coronel no había hecho nada distinto de esperar. Octubre era una de las pocas cosas que llegaban", supe que amaría este libro.

Y sin embargo, no era de El coronel... del que quería hablar en este post, sino de ese libro mencionado que ha viajado en la maleta conmigo desde Huelva y que finalicé en menos tiempo del que me hubiera gustado. Los Nocturnos de Kazuo Ishiguro (japonés de nacimiento, pero criado en Inglaterra) me han impresionado. Son cinco historias de música y crepúculo, como reza a modo de subtítulo en la portada del libro, perfectamente construidas. Con personajes sorprendentes pero a los que llegas a amar en tan sólo unas pocas páginas. Con un hilo musical siempre de fondo, cada uno de estos relatos comparten un territorio (el de la negra espalda del tiempo) y al mismo tiempo nada tienen que ver. Hay humor, hay desolación, tristeza, nostalgia, música por supuesto, y el sabor agridulce de la buena literatura, que te desgarra, que lo mueve todo, que te cambia, que es dolorosa, pero irremediablemente, placentera a la vez.

Los comienzos, las primerísimas frases de cada uno de los cinco relatos, abren un camino que te arrastran, sin que oposición alguna sea posible, a la lectura. Pero sin saber por qué, sin que ni siquiera tenga mucho sentido para mí, en medio del último relato me encontré una frase que me golpeó fuerte, de las que no se me van de la cabeza. "Cómo los amigos del alma de hoy son mañana personas extrañas perdidas, dispersas por Europa, que tocan el tema de El padrino o 'Las hojas muertas' en plazas y cafés que no visitaremos nunca."

A pesar de mi plan de ahorro, me alegro muchísimo de haber caído en la tentación de comprarme este libro del que leí algo en Elpais.com y por el que sentía una gran curiosidad, ahora satisfecha. Creo que volveré a releerlo en cuanto tenga oportunidad, pues todavía tengo mucho que descubrir en esta obra. Estoy segura.

Quienes estén interesados en pasar un buen rato, busquen el título en las librerías. No se arrepentirán.

Bonnus track.

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