martes, diciembre 26, 2006

Feliz Navidad

En fin, ya sé que en estas fechas hay mucho de todo. Mucho gasto, mucho viaje, muchos accidentes (lo sé soy un poco macabra, pero es que es así), muchas despedidas, muchas bienvenidas, muchos besos, abrazos, mucha hipocresía también, mucho consumismo… lo que decía, mucho de todo. Sin embargo, y a pesar de que también son muchos los que odian esta época (sus motivos tendrán), me parecía feo no dejar constancia de la Navidad en la Negra Espalda del Tiempo. Sobre todo porque es la primera que paso desde aquí, y porque se acerca el momento de mi primer aniversario bloguero… (bueno, aún queda, pero ya está más cerca). El 2006 ha sido un año curioso, que no comenzó muy bien y que sin embargo va a terminar como nunca lo ha hecho. Estoy emocionada, feliz y, sobre todo, en paz con el Universo, como si después de mucho buscar, hubiera dado al fin con el camino de baldosas amarillas… No sé como resultará el 2007, pero al menos puedo decir que lo comienzo con mucha ilusión y muchos proyectos. Sé que es un tópico típico, pero esta época es muy propia para los tópicos.
¡Hermanos, es Navidad, y os deseo lo mejor!

lunes, diciembre 18, 2006

Obras

Obras, ¿quién las quiere? Lo trastocan todo. Nos hacen salir de la rutina, del ‘todo bajo control’ del día a día. Paradas de bus cambiadas, calles cortadas, polvo, ruido, aceras levantadas que nos obligan a caminar por pasarelas desequilibradas montadas por un grupo de albañiles presionados para que todo este listo antes de las municipales. Y sin embargo, cuando esta mañana desemboqué cual río de mala leche en la Plaza Nueva (eran las nueve de la mañana y sólo tenía un café en el cuerpo), sentí que había merecido la pena, y eso que quien abajo firma es una sevillana en el exilio y no una sufridora directa del efecto devastador que durante meses han provocado las obras en la capital andaluza. Pero aún así, digo, ha merecido la pena. Y lo habrá merecido para todos los que tengan la oportunidad de pasear por la céntrica plaza con el frío cortando el rostro, y el solecito aliviando un poco, con las jardincillos plagados de flores de Pascua, y la exposición de esculturas gigantes que parecían haberse escapado de la Antigüedad. El Bélén, precioso, del Ayuntamiento. Y sobre todo la visión de la colosal Avenida de la Constitución, sin coches, preparada para acoger en sus seno a los peatones con las huellas del futuro tranvía. Qué espectáculo.
No sé si es la Navidad, no sé si es el amor, o a caso la tarde con mi sobrina lo que ha ablandado mi corazón, pero lo cierto es que considero que, efectivamente, tanta lata y tanto albañil suelto piropeando con su bocadillo de chorizo a las 10 de la mañana (claro, si llevan desde las 6 currando) ha merecido la pena. Desde aquí hago un lamamiento (no es una errata es que tras este término se esconde una historia) para todo aquel que disponga de una horita libre se de un paseo estas semanas por el centro de Sevilla. Que acudan a la Plaza Nueva, visiten el Belén y se asomen a la maravillosa avenida, con su poquito de Catedral y todo.
Y nada que disfruten, que ya que han sufrido con las obras, puedan al menos ahora degustar el trabajo bien hecho.
Dixit. Delenda est Cartago.

domingo, diciembre 10, 2006

Literatura

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos.
Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
Las ciudades invisibles
Ítalo Calvino,


Definitivamente la Literatura es algo increíble. No es que antes no lo creyera o tuviera dudas al respecto, sólo que hoy me apetecía mucho decirlo. Y decirlo aquí.
Un compañero de trabajo (un ‘NO infierno’ en medio del infierno) me regaló esta tarde un nuevo punto de página en el que aparecía la parrafada del Ítalo Calvino. Y al leerlo, fue cuando pensé en eso de que la Literatura es increíble (aunque quede un poco Bisbal) y que nunca pierde, ni perderá jamás, su capacidad para sorprenderme, para caer sobre mi cabeza como una manzana de Newton, para emocionarme y hacerme sentir bien, como un amante eficaz de largas pestañas y pómulos perfectos.

lunes, diciembre 04, 2006

Compacta y potente.
Dijo el doctor. El diagnóstico era claro.
Pero no lo entiendo…
¿Qué no entiende?
Pues como puedo tener instalada en mi cuerpo una bala de semejante calibre y seguir con vida.
A veces ocurre. Se llama sobrevivir. Supervivencia. Usted lleva sobreviviendo seis años.
¿Seis años?
Ajá.
¿Y donde dice que está?
Justo aquí (señalando). En un lugar indeterminado entre su estómago y su corazón. ¿Le molesta?
No.
Eso es porque es compacta. ¿La siente?
Sí, creo que sí.
Eso es porque es potente.
Doctor, dígame, qué puedo hacer para extraerla.
El caso es complicado. Su cuerpo la ha asimilado tan bien que sacarla podría ser perjudicial para su salud. Incluso peligroso, si me apura.
¿Peligroso?
Ajá.
¿Y entonces? ¿Me está diciendo que siga sobreviviendo el resto de mi vida con una bala compacta y potente en mi cuerpo?
Bueno, es la opción más sensata.
¿Y qué sería lo insensato?
Pensar que si conseguimos extraerla usted viviría mejor…
Pero me acaba de decir que por culpa de esta bala yo sobrevivo.
Sí. Pero su supervivencia es ya vida para usted. No sé si me explico.
¿Pretende que continúe siendo un desgraciado ahora que lo sé?
Por qué no. Sólo tiene que continuar como hasta el momento. No preocuparse por nada. Dejarse llevar por lo que eligió.
¿Lo que elegí dice?
Ajá.
Pero si yo no sabía nada.
Hombre, algo sospecharía. Una bala compacta y potente penetra en su cuerpo y usted no se da cuenta de nada. ¿Pretende que me trague ese cuento?
Oiga, yo no pretendo nada, excepto que me cure.
Lo suyo no tiene cura.
¿Me va a dejar morir?
Yo no lo expresaría de esa forma.
¿A no? Y cómo lo haría. Dígame, siento curiosidad.
Simplemente, le aconsejo que deje de comportarse como un crío y asumir que esa bala ya forma parte de usted.
Pero sería más feliz si no la tuviera…
Me temo que eso es imposible. Una vez la ha tenido, no importa que deje de tenerla, será como si continuara teniéndola.
¿Y entonces, qué opciones tengo?
Ya se lo he dicho.
¿Sobrevivir?
Ajá.

viernes, diciembre 01, 2006

Del dolor y otros demonios

Era mi dolor tan alto que la puerta de la casa de donde salí llorando, me llegaba a la cintura.
Manuel Altolaguirre no es uno de los poetas más apreciados y recordados de la Generación del 27, es lo que tiene haber coincidido con Cernuda, o con García Lorca, con Alberti o Aleixandre… pero a mí me conquisto, con estos versos. Tan sencillos, tan directos, tan claros. El dolor es a veces así: alto, grande, grueso como una enorme burbuja que nos engulle y de las que no se rompen con el simple pinchazo de una aguja.

… Sintiendo una honda oquedad tan fiel a tu presencia, que más que ausencia un alma parecía… Estos también son suyos.

El sufrimiento forma parte de la vida. Nos hace crecer como personas. Nos hace más fuertes. Lo que no mata, engorda (esto es del refranero, no del poeta). Pero también deja sombras en la mirada, gritos en el cajón, lágrimas en los cuadernos, pequeñas canicas de hormigón en los bolsillos, que hacen que nuestro caminar sea lento, pesante, como si anduviéramos por el fondo del mar… Me da miedo tener la certeza de que la vida no es una telenovela, que resuelve todos nuestros problemas en dos capítulos finales. Que las historias se acaban, que hay cosas que, efectivamente, no se recuperan.
Pero llegan otras. Otras historias, otras canciones, otras miradas, otras caricias, otras noches igual de buenas, o mejores aún. Dejamos siempre un hueco para el milagro de la primavera, para el resurgir del ave fénix, para sentarnos en el umbral de casa a sentir el aire fresco de la noche y a esperar a la felicidad, que vuelve a pasar por la puerta de casa (ya lo advertí).
Y los retazos de cielo azul oscuro, casi negro al fondo del cajón, permanecerán ahí para recordarnos que es posible salir de todo.