lunes, julio 31, 2006

D&P

Cuando abrieron la puerta del despacho de la vietnamita, una oleada de protestas sorprendió a los dos jóvenes estudiantes de Periodismo. Decenas de alumnos se agolpaban en el estrecho pasillo de aquel Gonzalo (de) Bilbao, malhumorados, deseosos de que hubiera llegado ya su turno en el patético trámite que era toda revisión de exámenes, trabajos o prácticas. Sin embargo, no había podido ser. Otros dos estudiantes habían entrado (chico y chica) y sólo después de una hora el pomo volvió a girar en la dirección contraria a las agujas del reloj para dar vía libre a la revisión de la vietnamita. Una hora!!! Es que se habían vuelto locos???
No pudieron hacer otra cosa que abuchearlos al verlos salir, al fin, con una sonrisa un tanto histérica, contenida, juraría, si no fuera porque en menos de un segundo los dos compañeros habían atravesado el pasillo, rehuyendo de las malas caras, y habían desaparecido de su vista sin darle lugar a profundizar en sus rostros.
Dejaron atrás el reguero de estudiantes al borde de un ataque de nervios, y al fin, en el primer descansillo que encontraron, allí mismo, delante de la puerta de acceso a la claraboya de aquel rocambolesco caserón convertido en facultad, se fundieron en un abrazo triunfador. Rieron a carcajadas disfrutando de su victoria. No podían creerlo... aquella sería sin duda su gran hazaña.
Vieron pasar las últimas 24 horas delante de sus ojos como si de un par de moribundos se tratara...
Primero, el descubrimiento del suspenso. Luego, el reconocimiento de que lo merecían, de que se habían inventado cada párrafo de aquel trabajo, en teoría, estadístico. Y finalmente, el convencimiento de que pasara lo que pasara, dijeran lo que dijeran, aquel escuálido 3 se convertiría en un maravilloso aprobado. Aquel juramento firmado con sangre, minutos antes de acceder al despacho de la vietnamita, fue poco a poco tomando forma. Hasta que el conjuro mágico se hizo realidad: "Bien, estáis aprobado, pero sólo os puedo poner un seis, si queréis el notable traedme un nuevo trabajo en septiembre". ¿Sólo un seis? Habían mentido como bellacos, y en vez de remediarlo, en vez de que aquel suspenso fuera su particular cura de humildad, habían decidido mentir más... y mejor. Y lo habían conseguido. Una menos. "Un seis", rieron. Aquello era mucho más de lo que esperaban.
Tras mirarse un instante a los ojos brillantes, volvieron a abrazarse... Aquello sin duda, era digno de una buena merienda en el merendero. Aquello sin duda, sería digno de ser recordado muchas más veces, cuando ya, con el título bajo el brazo, se encontraran en diferentes ciudades. El brillo en las miradas siempre volvía a aparecer. Aquel fue uno de los momentos más felices que compartieron en la Facultad de Ciencias de la Información. Aunque no fue el único, hubo muchos más...

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