domingo, febrero 18, 2007

Rinconcillos de mi Huelva ( y II)

Ya es por todos conocido (sí, yo me he encargado de ello) la debilidad que siento por el paisaje que veo desde mi ventana. Recuerdo la primera noche que pasé en mi actual piso (mi coqueto entreaires de la Plaza Niña), después de una mudanza a mano de bloque a bloque que fue un infierno y que se saldó con un bote de coliflor en remojo esparcido por toda la plazoleta, sí fue muy desagradable... A lo que iba... La primera noche que pasé en mi nidito (de amor, de penas y alegrías, de llantos y Legendario) estuve contemplando las luces del Polo Químicao de Huelva durante prácticamente toda la madrugada. No podía apartar la vista. Es un paisaje que me cautivó desde el primer segundo, aunque a veces cueste entender por qué. Contemplarlo me relaja, aunque lo propio sería que me alarmara, soy consciente de ello.


"Es como una ciudad dentro de una ciudad", diría meses después de aquella primera noche una voz, una mirada, desde la misma ventana.


Hace unas semanas, amanecí temprano y no me resistí a sacar algunas fotos de ese paisaje, que despertó envuelto en niebla...



...para mi deleite personal y para el de aquellos fieles lectores que se asomen a esta otra ventana bloguera.
Hasta el próximo terremoto.

Lisboa, al fin

jueves, febrero 15, 2007

El castillo de irás y no volverás

Quiero que cierren los ojos e imaginen la situación.

Estoy en la biblioteca de la Facultad de Comunicación, en el corazón de la Cartuja, mundialmente conocida por aquella entrañable Expo'92 de Sevilla. Estoy sentada en una mesa sola por lo que dispongo de unos dos metros por cinco para mis papeles, que son numerosos y que se han expandido por toda la madera. Justo enfrente me he colocado el portátil, y más chula que un ocho, gracias a la maravillosa red wifi por cortesía de la US puedo escribir, y colgar este post en tiempo real (que no es exactamente así, pero gueno, queda muy bien).

El trabajo del investigador es apasionante. Tengo una lista enorme de bibliografía, pero la mayoría de los libros no están aquí. Sin embargo, como una buena mujer llamada Montse un día decidió hacernos la vida más fácil a todos (no como los políticos, que sólo se dedican a hacersela más fácil a ellos mismos y a su camarilla, ups, perdonen este asalto preelectoral), pues eso, como esta buena mujer decidió un día crear una página web maravillosa dedicada en cuerpo y alma, en archivos y enlaces, a MI Javier Marías, puedo conseguir un montón de información, sin tener que levantarme al estante. Y sin embargo, por esto de quedar un poco mejor ante la profe, he pillado un libro (en papel) por puro instinto periodístico (que vale para todos los ámbitos de la vida, menos para la profesión) y casualmente en él dedican una página y media a Javier Marías. Ha sido tal mi satisfacción que de repente me he sentido feliz de tener que hacer un trabajo de investigación (y ahora quiero que me imaginen haciendo la señal de las comillas con mi sonrisa, mi colmillo asomando y mi cara de pícara) aunque sea en el tiempo récord de un fin de semana (es lo que tiene estudiar y trabajar).

De cualquier forma, lo que quería compartir con ustedes tiene que ver con el título del post (hermosísimo, por cierto) y que a su vez es el título de un cuento que la madre de MI Javier Marías, le contaba a MI Javier Marías, antes de morir (la madre, no hacía falta aclaración, lo sé). En fin, dice que no se acuerda del final, que ha sido incapaz de encontrarlo (a pesar de su conocido arte para la búsqueda en librerías de viejo, y su suerte para dar con rarezas ya perdidas, ya olvidadas), y que echa de menos la narración de ese cuento. La voz de su madre, el poder conocer toda la historia... Y de repente, no paro de hacer enlaces mentales. Por una parte, me acuerdo con este título de una frase de Pessoa (que tenía pensada para otro post, también ya perdido, ya olvidado) y que Arturo Pérez Reverte recupera en su Pintor de Batallas: Hay lugares de los que uno no regresa jamás (plus or moins). ¿Hermoso verdad? Y por otro lado, me acuerdo de algo que escribió el propio Javier Marías (MÍO) sobre los muertos y cito literalmente (o plagio) que para eso tengo aquí el libro: " (...) desde el punto de vista moderno se es más complaciente, se muere joven a los sesenta y cinco, y se dice: 'Cuánto le quedaba por hacer todavía', como si el hacer fuera lo que justifica las existencias o lo que se echa en falta del muerto y no su presencia, y sus gestos y su relato desinteresado o aún más su escucha y atención a los nuestros"

Cuando perdemos a alguien nuestros recuerdos con esa persona se llenan de repente de momentos, de lugares de esos de los que no regresamos y de los que no regresaremos jamás. A veces, con un poco de suerte, y a fuerza de tiempo, somos conscientes antes de que la muerte nos toque de cerca de que tal instante o tal otro nos marcará para siempre, o nos acompañará siempre. Y hay otras veces, en las que la fuerza de ese momento o de ese lugar es tal, ya incluso en nuestro tiempo presente, que uno sabe sin necesidad de tiempo o de muerte, que ya hay una parte de sí mismo que se ha quedado ahí, sin salida, sin retorno (como seguir cuando en tu corazón empiezas a comprender que no hay regreso posible, ay, todo es todo). Que algo de lo que somos, aunque sea una pizca, ya se ha separado de nosotros y se ha quedado estancado en ese lugar; pero, incluso en la distancia, seguiremos sintiéndolo como duelen todavía los miembros amputados de un cuerpo.

martes, febrero 13, 2007

Renovarse o morir

Algunos han optado por abrir nuevos blogs, nuevas ventanas al mundo. A mí, como me resultaría imposible deshacerme de esta oscura criatura mía, pero siendo consciente de lo importante que es la renovación en estos tiempos de difíciles y rápidos cambios, me he limitado a hacerle algunos cambios en la medida en que Blogger me permite... bueno, no sé si el resultado es mejor. Espero sus comentarios. Creo que siempre me queda la opción de volver...

Lisboa, faca no coraçao


Outra vez te revejo - Lisboa e Tejo e tudo -
Transeunte inútil de ti e de mim,
Estrangeiro aqui como em toda a parte
Casual na vida como na alma,
Fantasma a errar em salas de recordações
Ao ruído dos ratos e das tábuas que rangem
No castelo maldito de ter que viver...


Fernando Pessoa






Crucen los dedos lectores... y ayúndenme a hacer un sueño realidad.

Despedidas

Buenas noches, buenas noches, buenas noches... la despedida es un placer tan amargo que estaría diciendo buenas noches hasta el amanecer.
Romeo+Julieta, W. Shakespeare

No hay llegada sin partida. Hace ya varios meses que tengo muchas ganas de escribir sobre despedidas. Y en un intento por recuperar a los cuatro lectores que tuve y perdí (la felicidad cuánto daño hace a la vida literaria) recupero hoy ese tópico y comparto que efectivamente las despedidas son una dulce condena a la que uno no termina nunca de acostumbrarse. Qué hermoso dolor dejar a la otra persona clavada en el andén, con media sonrisa, con la esperanza del reencuentro dando ya brincos en el estómago, con mil te quieros silenciosos que se leen en los labios. No hay llegada sin partida, como no existen héroes sin villanos. Dice Javier Marías: "el rival más acérrimo es tan necesario como el aire, en el juego como en la vida, para temerlo, envidiarlo, odiarlo, admirarlo y derrotarlo". Recordaré mis despedidas tanto como los reencuentros... el abrazo bajo una ligeran nieve; el andar familiar reconocido de repente entre un río de gentes en el tunel de desembarco.
No hay llegada sin partida. Y después de mi último adiós, un volverte a ver da saltos en mi corazón, me arranca sonrisas, me da la fuerza para poner un pie delante del otro y seguir caminando. Enciende mis ojos, como dos asteriscos.

lunes, febrero 12, 2007

Temblores

La actualidad es lo que tiene. Guardo, pues, un post en la cartera, e improviso una pequeña reflexión sobre temblores. En fin, para los que no estuvieran lo suficientemente cerca del epicentro del terremoto como para sentirlo o saber de qué va la cosa, diré que a eso de las 11.35 todo mi espacio vital comenzó a tambalearse, y no es una metáfora. Fue el coletazo de un sismo de 6,3 grados en la escala Richter registrado en medio del Atlántico, a 250 kilómetros de la costa onubense, que aunque a la Península llegó un poco más mermado, pudo sentirse incluso en el País Vasco. Durante el temblor (que por cierto se me hizo interminable, aunque por lo visto no llegó al minuto de duración) ventanas, suelo, lámparas, paredes… todo se retorció, incluido mi cerebro, para mi atontamiento inicial, y mi asombro posterior. En fin, debo reconocer que era novata en estos menesteres y que además la cosa me cogió totalmente de improviso (en medio de una rueda de prensa), así que durante el fenómeno de la naturaleza me limité a aceptar que temblaba (aunque no sabía bien por qué) y sólo fue después de que todo pasara que empecé a repetirme para mis adentros, “esto ha sido un terremoto”. Y no debí decirlo muy para adentro cuando mi fotógrafo se acercó y dijo con la cara desencajada, “sí, ha sido un terremoto, ha sido un terremoto”. Y entonces todos los allí presentes nos mirábamos con las caras algo pálidas repitiendo, qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte.

Yo que antes no había vivido nada semejante, sé, sin embargo, de buena tinta (por las películas y por los documentales de La 2 o del canal que sea) lo que hay que hacer en estos casos. Así que discretamente, disimulando, me acerqué al marco de la puerta y me quedé por allí rondando a un tío (bueno) que andaba por allí también, y creo que también disimulando. Parecíamos dos adolescentes buscando la excusa del múerdago para besarnos, solo que lo que pretendíamos era salvar el pellejo. Yo el mío y él el suyo. Pasados cinco minutos como veía que mi espacio vital no volvió a sufrir ninguna sacudida más, me fui de aquel lugar (ya para siempre presente en mi memoria) y me planté en la redacción del periódico, donde la agitación por el suceso despertó, como de vez en vez ocurre, mi instinto periodístico. En fin, la historia de cómo se ha desarrollado la tarde de trabajo no es nada del otro mundo. Mucho trabajo, muchas llamadas, dame tal número, búscame tal otro… y una, que siente su pequeño corazón de plumilla, temblar ante el teclado, respirando ese ambiente a aventura que hace que la del periodista siga siendo una profesión de vocaciones.

Y ya está, este es el post excusa para repetir, como otras tantas veces, pero esta vez con más sentido, aquello que escribía José Saramago: adiós lector, hasta el próximo terremoto.

jueves, febrero 08, 2007

AMOR, AMOR

Hablar de amor siempre es fácil para quien está enamorado, no? Uno se echa un novio o novia, y de repente le encantan las salidas en parejita, los sábados por la noche en casa viendo películas, las escapadas de fines de semana, las llamadas hasta el amanecer y el yo te quiero más, no, yo te quiero más... El hombre es, dentro de su extraña complejidad, uno de los animales más simples. Todo el mundo reacciona de la misma forma ante los mismos estímulos. Como sabiamente (permítanme el autopiropo) le dije a mi amigo el republicano cuando saltábamos de estúpida emoción después de haber visto pasar a la reina de Inglaterra: "en el fondo, todos somos unos plebeyos".
Con el amor, pasa lo mismo. Renegamos de las rosas, de los corazones, de las cursilerías varias y al final, llega 'esa' persona (que no tiene por qué ser 'esa', sólo que en un momento determinado lo creamos) y todo lo demás se olvida. Todos nuestros principios, alegatos y promesas pasan a la negra espalda del tiempo. Vamos, ahora que están cerca las municipales, pasamos de la oposición al Gobierno. Y claro, la cosa cambia.
Sin embargo, no estaba yo aquí para hablar de los demonios de estar enamorado... para nada. No deben olvidar que yo pertenezco al maravilloso grupo de... y por tanto de lo que quiero hablarles es de sus delicias, y por supuesto, quiero compartir (para el que todavía no lo haya experimentado) que el amor perfecto existe. Y cuando digo perfecto, no quiero decir que no haya riñas, enfados y que la vida es de color de rosa... No. Simplemente que ocurre, que a veces tenemos la fortuna de encontrar a 'esa' persona que se creó para nosotros. Que cuando la abrazamos, sentimos como nuestros cuerpos encajan perfectamente, y cuando nos miramos sentimos como nuestras mentes encajan perfectamente, incluso más allá de las diferencias. Existe esa media naranja, al fin hallada. Existe la posibilidad de ser feliz para siempre con una persona que te lo da todo, que te ofrece todo lo que necesitas, buscas y deseas, y al contrario. Tú representas todo para ella.


Y en estos casos, que mejor forma de pasar la vida, que abrazados, no?



Sé que ha sido una forma algo cursilona de presentar este hallazgo, pero ha surgido así. Por ser más técnica diré que esta pareja lleva unos seis mil años abrazada al norte de Italia, y que unos arqueólogos la han descubierto ahora. Cuando menos, curioso, no?

Buscando a Freud

Hoy he soñado que alguien me preguntaba... "pero tú cómo te ves en el futuro. Qué te imaginas haciendo".
Ahora no sé si no recuerdo lo que le respondía a esa persona sin rostro (esta gente rara que se cuela en nuestros sueños que tienen el nombre de un pariente, la presencia de un amigo pero que no tienen cara, rasgos...) o si directamente, ni siquiera en sueños, fui capaz de responderle... Y es muy desconcertante.
Cuando me he levantado, me he ido directamente al baño y mirándome al espejo le he preguntado ¿qué estás tramando, subconsciente? Pero tampoco me ha dado ninguna respuesta. Diría incluso que había un brillo burlón en el fondo de mis ojos. Pero no desespero.
Esperaré paciente, como un cazador entre la maleza, y cuando más distraído esté, lo agarraré por sus solapas de subconsciente chulo y le preguntaré directamente. Aunque eso ya lo hice y el tío siempre me la juega: cuando me despierto no recuerdo nada.