jueves, octubre 04, 2007

Igual que los dinosaurios

Qué puedo decir, excepto que la poderosa tormenta de anoche me despertó en medio de la madrugada. La lluvia caía con tanta fuerza y en tanta cantidad (imaginaba yo en medio de la oscuridad, poco era lo que veía a través de la ventana) que no tuve más remedio que salir de la cama (mi grandiosa cama de 150 como la de papá y mamá) y comprobar que el balcón estaba bien cerrado. Las tuberías rechinaban detrás de los azulejos de mi cuarto de baño y los truenos parecían misiles abujereando el cielo de Huelva. En tales circunstancias no pude evitar pensar en los vecinos de Alcalá de Guadaira, preguntándome si nosotros terminaríamos siendo también zona catastrófica, pensé en mi familia y pensé en el corresponsal de Riotinto que al día siguiente (por hoy) debía ir a Berrocal hacer fotos de un colegio a petición mía. Lo imaginé en su coche con su cámara de fotos digital doméstica en el asiento del copiloto arriesgando su vida mientras se abría paso entre la lluvia. Y por supuesto (mi vena periodística despiadada, siempre alerta) pensé en la carga de trabajo que nos supondría tener un día como estaba resultando la madrugada. Sin olvidar que los bajos de mis pantalones morirían nada más oler la calle.
Sé que en cuestiones del tiempo (con minúsculas) se tiende a olvidar el pasado. Y cada año decimos este es el verano más caluroso, el invierno más frío, la tormenta más grande que he visto jamás... hasta que el experto sonríe desde su guarida de medir tiempo (con minúsculas otras vez) y nos pone los datos por delante para demostrar que ya antes algunos otros pasaron más calor que el que estamos pasando nosotros, o más frío o vieron caer más lluvia que la que nosotros vemos caer ahora a través de la ventana, o más bien intuimos en la madrugada. Y sin embargo, anoche, sentada en mi cama oyendo tronar fuera no pude evitar pensar en ese concepto ya mediático (todo lo absorbe el monstruo) de cambio climático. De cielos cayendo sobre la tierra, de una naturaleza en la que nunca estaremos a salvo.
E imagino otra madrugada que vendrá, con más tormentas con más truenos y relámpagos, con más agua cayendo (y así lo demostrarán, esta vez, también los datos) mientras una voz divina, a penas imperceptible, nos grita: igual que los dinosaurios...

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