No sé por donde empezar. Tengo muchos textos que podrían servir para ilustrar lo que digo. Pero claro, hay que tener en cuenta que para encontrar hay que saber lo que se busca. A veces las cosas están delante de nuestras narices y no hay nada que podamos hacer por verlas si nuestra mente no está alerta, preparada para hallarlas.
Pero, cómo puedes saber que no eres tú quién se confunde. Cómo puedes tener la certeza de que lo que tú estás viendo es lo correcto. De que es la versión adecuada y no un producto de tu mirada, que tú has preparado para que vea lo que dices que estás viendo.
Entiendo tu desconfianza.
No es desconfianza. Al menos no quiero que lo considere un desdén gratuito hacia su trabajo de investigación.
No te preocupes. No me ofendo. A otras mentes menos consideradas y educadas que la tuya me he tenido que enfrentar. Pero, Narnia, yo no busco certezas. No las necesito.
Todos las necesitamos. Dijo ella, arrepintiéndose al instante por aquel comentario fuera de lugar y de tiempo. El profesor sonrió y la miró con ternura. Como el padre que acepta con cierta nostalgia el comentario infantil de su hija.
Entiendo tu desconfianza.
No es desconfianza. Al menos no quiero que lo considere un desdén gratuito hacia su trabajo de investigación.
No te preocupes. No me ofendo. A otras mentes menos consideradas y educadas que la tuya me he tenido que enfrentar. Pero, Narnia, yo no busco certezas. No las necesito.
Todos las necesitamos. Dijo ella, arrepintiéndose al instante por aquel comentario fuera de lugar y de tiempo. El profesor sonrió y la miró con ternura. Como el padre que acepta con cierta nostalgia el comentario infantil de su hija.
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