domingo, abril 01, 2007

Casualidades. Parte Tercera.

Durante un instante la joven permaneció en silencio, recreándose algo más de lo necesario en la nota que tomaba. No hacía falta que escribiera literalmente la frase, para eso estaba la grabadora. Sin embargo, joven Narnia, sabías que el profesor te estaba observando y quisiste darle tiempo, ¿verdad? 'Hay mucho más'. Terminaste de escribir y volviste de nuevo a su atención con una sonrisa. El botón de la camisa que llevaba desabrochado de más dejaba ver su pecho imberbe, moreno. De fibra en su punto justo. Apetitoso torso, citaste. Después de un rato conversando en el escritorio, cada uno a un lado, con la frontera de madera guardando las distancias. Decidisteis mudaros a la otra mesa, la circular amplia y limpia de papeles, donde silla junto a silla no había límites.
No sé por donde empezar. Tengo muchos textos que podrían servir para ilustrar lo que digo. Pero claro, hay que tener en cuenta que para encontrar hay que saber lo que se busca. A veces las cosas están delante de nuestras narices y no hay nada que podamos hacer por verlas si nuestra mente no está alerta, preparada para hallarlas.


Pero, cómo puedes saber que no eres tú quién se confunde. Cómo puedes tener la certeza de que lo que tú estás viendo es lo correcto. De que es la versión adecuada y no un producto de tu mirada, que tú has preparado para que vea lo que dices que estás viendo.
Entiendo tu desconfianza.
No es desconfianza. Al menos no quiero que lo considere un desdén gratuito hacia su trabajo de investigación.
No te preocupes. No me ofendo. A otras mentes menos consideradas y educadas que la tuya me he tenido que enfrentar. Pero, Narnia, yo no busco certezas. No las necesito.
Todos las necesitamos. Dijo ella, arrepintiéndose al instante por aquel comentario fuera de lugar y de tiempo. El profesor sonrió y la miró con ternura. Como el padre que acepta con cierta nostalgia el comentario infantil de su hija.

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