viernes, abril 21, 2006

El secreto


Querido lector,
Hará poco más de un año vi, junto a mi madre (mi fiel compañera de los fines de semana en Aznalcóllar), una especie de relato de terror televisivo, una extraña pieza a caballo entre el telefilm basado en hechos reales de Antena 3 por la tarde y el cortometraje. Era en Canal+. Lo cierto es que la historia no era nada terrorífica, e incluso me atrevería a decir que tenía un punto periódístico (enseguida sabrás por qué)...

Estados Unidos. Una ciudad cualquiera, de esas que parecen pueblos. Dos chicos y una chica que marchan alegremente por la carretera. De repente el coche se sale de la calzada y termina en el fondo de un lago. Mi madre y yo veíamos cómo el agua engullía el vehículo y como después volvía todo a quedarse quieto, sin a penas una ondulación. Cinco segundos después los tres jóvenes salen a la superficie, y nadan como pueden hasta la orilla. Están bien, sanos y salvos.

Pasan los días. Han ocultado el accidente por miedo al enfado del padre propietario real del coche. Y sin que recuerde por qué, los tres deciden ir por cuenta propia al lago a tratar de recuperar algo del coche, o quizás fuera éste mismo lo que intentaban sacar para poder arreglarlo, o vete tu a saber qué podía estar en la cabeza de estos yankis que no se caracterizan precisamente por pensar... En fin, cuál es su sorpresa, cuando en la primera incursión a las profundidades marinas, descubren sus tres cuerpos, muertos, en el interior del auto. Descomponiéndose. Sin salvación.

Al borde del infarto, regresan una vez más a la orilla. Y en un minuto de lucidez mental, no conocido hasta el momento en adolescentes norteamericanos, deducen que como sus cuerpos no han salido a la superficie, como nadie sabe que el accidente ha ocurrido, efectivamente es como si no hubiera pasado nunca. Por eso siguen vivos, por eso se mantienen en un extraño estado de vida, que a dos de ellos les vale, pero que a uno (profundamente religioso) le crea ciertos problemas existenciales (yo lo entiendo, imagináte la situación). Tras discutir, debatir, pelearse hasta el empujón, los dos egoístas (por llamarlos de alguna forma) planean hundir definitivamente el coche y los cadáveres para que nunca jamás puedan ser encontrados y ellos puedan seguir con sus vidas de 'vivos' normales. El otro sin embargo está convencido de que lo que están haciendo va en contra de los designios divinos, y les anima a hacer todo lo contrario a reflotar el auto y a acabar con sus vidas porque precisamente era eso lo que Dios había pensado para ellos. Y como todo el mundo sabe... los caminos del Señor son insondables. Pasan de él y de Él, y se marchan cargados de cemento para hundir sus muertes para siempre.

Pero nada es tan fácil... El otro no se da por vencido, y acude a la escena para reivindicar, cual Ramón San Pedro, su derecho a la muerte. Forcejean, y en medio de la lucha marina, paradojicamente los cuerpos de aquellos que querían vivir salen a la superficie y mueren para siempre. Sin embargo, aquel religioso, el de los problemas de conciencia, consigue su segunda oportunidad al quedar su cadaver para siempre atrapado en el coche y en lo más profundo del lago, de donde nunca más podrá salir. The End.

Sí, lector, sé que es predecible. Y sí, lo reconozco, el film no era nada bueno. Pero me hizo pensar en eso que precisamente durante cuatro años me han repetido en la Facultad de Ciencias de la Información. Que aquello de lo que no se habla (en los medios, se entiende) no existe. El ejemplo más socorrido era el de las 1.500 guerras que hay en el mundo y de las que nada se dice, de las que nada se sabe, como si esos muertos no murieran, como si sus cuerpos estuvieran atrapados en el fondo de un lago, el de la indiferencia del Hombre.
Quizás por eso todos llevamos tantos secretos dentro, quizás por eso insistimos en guardar algo dentro de alguna caja oscura, como los habitantes de The Village, para que no sean verdad del todo; y requerimos de un tiempo interior antes de colocarnos delante del espejo y pronunciar la frase parándonos en cada sílaba, despidiéndonos de lo que hasta el momento NO era, y que ya ahora sí que está ahí: otra sombra, otro esqueleto en el armario, otra mano debajo de la cama, de esas que te agarran por los tobillos cuando menos lo esperas y te arrastran irremediablemente, por más que chilles y patalees, hasta la realidad.

2 comentarios:

Patriice dijo...

Merci, amore.Creo que en otra vida debimos ser siameses, porque no es normal que yo escriba sobre lo que tu sueñas, y tu escribas sobre lo que a mi me sucede.
Por cierto, lo de los papagallos me parece de lo peor, pobrecito mio, la que debiste pasar. Espero que una mano amiga, etuviera ahí para despejar tu frente del sudor de la pesadilla y para decirte Ya está, ya pasó...
Un beso

Anónimo dijo...

Pensaba que lo de 'amore' me lo decía Patri sólo a mi. Bueno, tengo que decir que ayer tuve un sueño: soñé que estábamos en el convite de mi boda y, de amigos, sólo había venido Sebas, y la barra libre era en la plaza de los Dolores, con lo que todas las marujas y pepes estaban allí curioseando (qué diver). Entonces, subí a casa de mi amigo Emilio, el de la agencia de contacos, y le echaba una bronca del copón. Moraleja: si te casas, hazlo con Dios, que da menos quebraderos de cabeza y encima puedes poner penitencias a jovencitas voluptuosas en lugares tan paradisíacos como La Dehesa Golf... A La Mala Vida: Me gusta esa canción de La Unión y también la de Mano Negra. Lo de Patruki es demasiado 'osea'. Un beso a todos y, especialmente, a Jose, el de la Ultraviolet, una colonia supersónica.