miércoles, agosto 29, 2007

Quis necavit equitem

Dios mueve al jugador, y éste a la pieza.
¿Qué Dios detrás Dios la trama empieza?
J.L.Borges.

La nostalgía [poniendo el acento en la última sílaba como graciosamente un francés decía] invade mi reino. Este estado de ánimo es pasaporte ideal para la negra espalda del tiempo, así que aprovecho el arrebato y me conecto antes de que los dioses me dejen, una vez más de tantas otras, con un post a medio escribir que nunca verá la luz (ummm... esto me hace pensar en algo... quizá escriba algo al respecto).
Anoche, en uno de los habituales y desesperantes zapeos de mi progenitor, dimos con una de las películas más horribles y peor hechas de la historia de Hill Valley: 'La tabla de Flandes', basada, efectivamente, en la novela de Pérez Reverte, el escritor con el que me inicié en el arte de las lecturas para adultos.
Y ya digo, de una trama tan cinematográfica como la que nos brindó el viejo corsario surgió, sin embargo, una estúpida película... llena de personajes que nada tienen que ver con los de la novela, excepto los nombres [sobre todo mi Muñoz, convertido por las malas artes de no sé qué director, en un saltimbanqui catalán, despojado de aquella enigmática gabardina de cuellos siempre alzados tras la que se escondía su lógica ajedrecista]. En fin, La tabla de Flandes es una novela a la que me siento atada, a la que pertenezco y me pertenece por muchos motivos y hoy de nuevo he vuelto a ella. Ver la película, por pésima que fuera, volvió a inquietarme, volví a sentir esa emoción de ir desenredando la trama Revertiana con la que tanto disfruté en su momento. Renegué de Pérez Reverte después de haberme bebido sus libros, como se suele hacer de todo aquello que alguna vez nos marcó y nos influyó hasta el infinito. Y después de reconciliarme con él, leí por segunda vez (y por primera vez en mi vida) su novela de pe a pa. Sin saltarme ni una sola de sus parrafadas, tirando otra vez del hilo, cayendo de nuevo en los misterios que rodeaban aquel magnífico cuadro flamenco. ¿Quién mató al caballero? Todavía la pregunta me produce algún que otro escalofrío.
A las novelas de Pérez Reverte siempre le faltó algo de fondo, algo del existencialismo que, sin embargo, abunda en mi Marías... y después de leer su Pintor de Batallas o después de seguir las aventuras de su Alatriste, me doy cuenta de que no es porque no sea capaz, sino porque no le interesa... él es, por encima de todo lector [aunque ya lo ha olvidado un poco, también él reniega en cierto modo de lo que fue y le marcó] y supongo que escribe aquello que le hubiera gustado leer. Tal vez sea esa la clave de su éxito.
Con aquella cita de Borges con la que arranca el primer capítulo, me entrego de nuevo a él, como si tuviera trece años...es que, y tal vez algún día tenga que escribir sobre ello, no hay viaje en el tiempo más efectivo que el de regresar a Aznalcóllar.

Hasta el próximo terremoto.

2 comentarios:

Cecilia dijo...

Con Pérez Reverte pasa eso. Lo lees, te encanta, pero luego te deja un regusto amargo de renegado. Confieso que sólo he leído de él La piel del tambor, Alatriste (el primero), Territorio Comanche (adoro a Carmelo Gómez en la peli, aunque sea mala, como todas las adaptaciones de sus novelas. Veremos qué hacen con La Carta Esférica), y por supuesto sus artículos periodísticos, de donde nunca debió salir. Reconozco que tal vez por haber leído Territorio Comanche en mi época de facultad no le tengo muchas simpatías por cómo trata a las mujeres, a las que deja en ridículo línea tras línea. Esto por lo que respecta a Reverte.
En cuanto a la relectura y a los viajes en el pasado, nunca tanto como ahora he revisado lo que he dejado atrás y es cierto que siempre hay un lugar al que regresar. En tu caso es Aznalcóllar. Yo tengo otro lugar secreto al que vuelvo de vez en cuando, aunque sea con la imaginación (y este verano casi, casi físicamente), donde me reconforta pero a la vez me duele la presencia de los fantasmas de las navidades pasadas.
En tercer lugar (qué comentario más largo me está saliendo), debo contarte que he empezado a leer Corazón tan blanco. Ya te diré. De momento estoy en un ay y eso que sólo he leído el primer capítulo. Demasiado denso para leerlo sólo un cachito antes de dormir. Hay que armarse de valor para abrir esas páginas.
Para terminar, que me alegró mucho verte en Sevilla y que espero que se repita pronto. A ver si conseguimos un encuentro periodístico en condiciones. Un besazo.

Pedro-Abeja dijo...

Parece que con cada libro que le entrego a un cliente le voy dando alguna de las palabras que un día aprendí leyendo y escuxando a otros.
Cada vez escribo menos, cada vez tengo menos ganas de sentarme a escribir.
QUizá algún día me quede mudo del todo.
Los libros de otros están matando los libros que yo llevo dentro.
El día que lleguen al que La tabla de Flandes hizo nacer caeré muerto y vacío como un ánfora rota.

Te quiero, ya lo sabes.