jueves, marzo 15, 2007

99

Desde que cambié, si lo sé, timidamente, pero cambié al fin y al cabo, el aspecto de este mi humilde blog, el nuevo árbol de archivos (una de las novedades de las que más orgullosa me siento) me permite saber cuántos post escribo cada mes, y cada año...
"Es curioso (dijo mi lector en la sombra no hace mucho) que en 2006 escribieras justo 99".
La verdad es que hasta ese momento no me había detenido en tan matemático detalle. Pero desde entonces no paro de darle vueltas al dichoso numerito. 99.
Lo primero que hice fue pensar en mi número de carné de la Biblioteca Municipal de mi añorado pueblo: el 599.
Luego pensé en que fue en 1999 cuando dejé el insti, o sea, y comencé mi andadura universitaria.
El 29 es, por otra parte, el día oficial de mi nacimiento (esta es una historia larga, quien la quiera escuchar que me mande un mail, aunque pensándolo, puede que me de para algún post, quién sabe...).
Y el 9, fue el número de la casa en la que viví hasta que se puso en marcha la maquinaria del destino y mi vida cambió, como cambió mi barrio.
Sin embargo, viéndolo en esa extraña estructura de títulos, de post, de historias de un 2006 que tiene un antes y un después, no puedo pensar en el 99, como en algo incompleto, inacabado. Será, naturalmente, porque falta sólo uno para el cien, que es más redondo, y no sólo por sus dos ceros... Será. Pero no me conformo con ello, y me pregunto qué post dejé sin escribir, qué historia se me quedó atrapada en un año que ya no existe (gran tragedia la del Tiempo, que es irrecuperable, aunque la tragedia es más bien del hombre que no lo puede recuperar). A qué título shakespeariano renuncié, olvidado en un cajón, garabateado en alguna hoja en algún cuaderno perdido...
Me acuerdo también de un chiste. El que protagonizan dos gordos que para adelgazar deciden dar cien vueltas corriendo a una pista deportiva. Y tras varios intentos frustrados de abandono, siempre propuestos por uno de ellos (lo dejamos ya? No, sigamos), el otro decide finalmente, en la vuelta 99, abandonar el ejercicio para continuar al día siguiente.
Me pregunto ahora cuántas veces no habremos hecho eso puesto que no siempre es fácil reconocer que ya estamos en la 99 y que sólo queda una vuelta más...
Si bien, he tomado una decisión para no correr el riesgo de poner otra sombra en mi mirada: esta será la última vez que piense en ello. Renuncio a esa historia, a ese post a ese título que dejé olvidado en alguna parte. Cualesquiera que pudiera haber sido su principio, su espera y su silencio final.

2 comentarios:

Cecilia dijo...

Es verdad, el 99 parece que no llega a definirse, que es un número inacabado, incompleto. Me resulta curiosa tu referencia a aquello que no escribes o a lo que dejas cuando sólo queda una vuelta para completarse. La sensación que dejan las historias incompletas es mucho peor que las que dejan las que acaban mal: porque por lo menos, acaban. La sensación de que ha faltado algo, que podías haber hecho más, que todo tenía una vuelta de tuerca más... a veces no deja de rondar por la cabeza. Pero hay que hacer como con el tiempo; dejar que se vaya, hacer como si nunca hubiese existido y olvidar.

Ra Rendón dijo...

Lo inacabado me atormentó durante buena parte de mi adolescencia. El tiempo, la muerte... Ahora he aprendido a vivir sin pensar demasiado en ellos, sin que ese maldito 99 me otormente más. Mi 99 tenía nombre y le he dedicado más de un poema. Aún cuando veo sus ojillos marrones, me pregunto qué hubiera sido si... Pero ya me he acostumbrado.
Por otra parte, a mi mejor amiga le persigue el 1949. Cada vez que le da por mirar el reloj es esa hora. A menudo se emparanoia y piensa que será la hora de su muerte. También acaba en nueve. No sé lo que será, pero los numerólogos dicen que es la cifra de Cristo, y que por eso el del diablo es el 6 -el 9 del revés-. Era sólo un detalle que quería comunicarte. Besos guapa.