sábado, septiembre 27, 2008

Roto por dentro (y II)

Da una profunda bocanada a su cigarrillo casi acabado y recuerda a un viejo mercenario de los que cierran un poco los ojos cada vez que acercan el cigarro a los labios, como si en ese instante vieran pasar frente a sí todos los peligros sufridos, todas las aventuras vividas.
Fuma como quien vuelve de todo, como quien espera la muerte para mirarla a los ojos. Pero es sólo literatura; en realidad, no tiene aspecto de mercenario. Lamenta su gesto fumador porque cada vez encuentra más patas de gallo entorno a su mirada. Está flaco. No sería un problema si no estuviera también tan flácido, los brazos largos como si fueran de goma. El pelo mal cortado, demasiado negro para ser cierto con su edad. El bigote demasiado poblado, acentúa sus ojos hundidos.

No. No es un héroe.

Fuma en la azotea de su casa. Observa la calle, mira a la gente, ni una sola vez se fija en las estrellas. No le interesan. No es un poeta romántico. Quiere saber quién cruza la plaza a estas horas de la madrugada, a quién lleva de la mano y de qué hablan.

Apura el cigarro y lo lanza a la calle por encima de la baranda de la azotea. Cae un punto de luz y al llegar al suelo se desvanece en la noche. Se gira y regresa dentro.
Ya nadie puede observarlo allí. Ya nadie puede ver el gesto lastimoso al cruzar por el espejo rocambolesco, una vez colgado como quien cuelga una joya. Ya nadie puede saber la angustia que le provoca esa casa, tan pequeña, de fachada estrecha y estrecha azotea. Ya nadie podrá entender por qué no mira a las estrellas cuando sube para respirar un poco de aire frío. Nadie puede conocer el regusto amargo, más amargo que nunca, de ese último cigarro del día que lanza a la calle por no lanzarse él mismo.

Entra en su cuarto y se acerca al ordenador. Sus vecinos tampoco saben que tiene uno de ésos. Mi Música\En español\Mclan\Roto por dentro. Doble click y la melodía lo envuelve. Las palabras se clavan como puñales. Y llora como un niño al que han privado de algún capricho, como un adolescente con el corazón hecho añicos, como un joven sin certezas, como un adulto sin esperanza. Como un viejo enterrado en vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aún me cuesta admitir...

Ya sabes que no soy muy dado a los comentarios en tu blog, pero aun así.
No pierdas esto, yo se que cada día es más dificil sacar tiempo y sobre todo buscar algo por lo que escribir, pero para los miles de fieles lectores, ya sea al sol o ya no tan a la sombra, que todas las mañanas, vamos a la pestaña de favoritos del explorer y clicamos en la negra espalda del tiempo, es un placer saber que aún sigues ahí y que el vínculo sigue vivo.

Aunque no te lo creas, os echo mucho de menos.