viernes, agosto 31, 2007

Mi Música [y la de otros] (I)

Para regresar con fuerza después de tanta ausencia, quería, ya que es una práctica habitual entre los blogs que visito y leo y venero, dejaros una canción por aquí, tipo (comme no) enlace al you tube... he pensado y pensado, tengo el noúmeno reventaito de tanto darle vueltas al asunto y finalmente no he podido elegir una canción. Lo siento, pero no he tenido más remedio que decidirme por dos, aunque prometo volver con nuevos títulos...
La primera es la banda sonora de una de las últimas mejores noches que he pasado. Con la Fe Descubridora de testigo, con la cantarina Ría de Huelva, la compañía de "excelencia" y la arena fría colándose entre los dedos de los pies... La calidad del vídeo no es demasiado buena, lo siento, no he encontrado otra cosa... además, tengo que advertirles que por la capital onubense rula otra versión mucho más hermosa, más trabajada, que espero alguna vez tengan la oportunidad de escuchar porque no la olvidarán ya nunca.
La otra, lo siento, chicos, pero no he podido resistirme a ponerla porque fue parte de la banda sonora de un verano, que recuerdo como de los mejores y porque esta versión es de las que aportan, de las que dan, de las que contribuyen al pellizco en el estómago y al nudo en la garganta.
Espero que las disfruten.

jueves, agosto 30, 2007

Deletrea de Eritrea



"En cuanto se termina una comida o se acaba un baile, la princesa Deletrea de Eritrea se larga la primera y sube la escalera de los mil escalones que lleva a los salones de la gran biblioteca."

Ser una princesa, de las de verdad, de las de cuento de hadas y finales felices, debe ser de lo más reconfortante. Lo bueno de las historias es que en ellas todo es posible, incluso que una plebeya como yo [a pesar de mi noble nombre] reaparezca convertida en uno de esos delicados seres capaces de notar el bulto de un guisante sobre cien colchones de plumas. Bueno, no quiero que piensen que me he vuelto tan despreciablemente caprichosa (cualidad más odiada de las princesas) sólo quería informarles de dos cosas. Una relacionada con la otra. Quizá deba empezar confirmando lo que ya, de alguna forma, ha sido revelado, y es que ya tengo en mi biblioteca un magnífico ejemplar de Princesas olvidadas, ese libro por el que tanto he suspirado y del que estaba terriblemente encaprichada, cual princesa, y del que he tomado el comienzo de este post.
La otra noticia es que el pasado 26 de agosto se cumplió un año, cuatro días y diez horas desde que mi príncipe de largas pestañas, pómulos perfectos y perfiladas cejas reapareciera en mi horizonte, cabalgando sobre su caballo blanco y sonriéndome y mirándome como nunca nadie antes lo había hecho. Ni siquiera él.
Él, que si es príncipe de los verdaderos, de los que te besan en el último párrafo para despertarte de un largo sueño de cien años, fue quien me convirtió a mí, simple plebeya, en una tonta y cursi princesa de suspiros de fresa [hay que serlo para escribir algo así y dejar que los demás lo lean], contenta de ser feliz.









miércoles, agosto 29, 2007

Quis necavit equitem

Dios mueve al jugador, y éste a la pieza.
¿Qué Dios detrás Dios la trama empieza?
J.L.Borges.

La nostalgía [poniendo el acento en la última sílaba como graciosamente un francés decía] invade mi reino. Este estado de ánimo es pasaporte ideal para la negra espalda del tiempo, así que aprovecho el arrebato y me conecto antes de que los dioses me dejen, una vez más de tantas otras, con un post a medio escribir que nunca verá la luz (ummm... esto me hace pensar en algo... quizá escriba algo al respecto).
Anoche, en uno de los habituales y desesperantes zapeos de mi progenitor, dimos con una de las películas más horribles y peor hechas de la historia de Hill Valley: 'La tabla de Flandes', basada, efectivamente, en la novela de Pérez Reverte, el escritor con el que me inicié en el arte de las lecturas para adultos.
Y ya digo, de una trama tan cinematográfica como la que nos brindó el viejo corsario surgió, sin embargo, una estúpida película... llena de personajes que nada tienen que ver con los de la novela, excepto los nombres [sobre todo mi Muñoz, convertido por las malas artes de no sé qué director, en un saltimbanqui catalán, despojado de aquella enigmática gabardina de cuellos siempre alzados tras la que se escondía su lógica ajedrecista]. En fin, La tabla de Flandes es una novela a la que me siento atada, a la que pertenezco y me pertenece por muchos motivos y hoy de nuevo he vuelto a ella. Ver la película, por pésima que fuera, volvió a inquietarme, volví a sentir esa emoción de ir desenredando la trama Revertiana con la que tanto disfruté en su momento. Renegué de Pérez Reverte después de haberme bebido sus libros, como se suele hacer de todo aquello que alguna vez nos marcó y nos influyó hasta el infinito. Y después de reconciliarme con él, leí por segunda vez (y por primera vez en mi vida) su novela de pe a pa. Sin saltarme ni una sola de sus parrafadas, tirando otra vez del hilo, cayendo de nuevo en los misterios que rodeaban aquel magnífico cuadro flamenco. ¿Quién mató al caballero? Todavía la pregunta me produce algún que otro escalofrío.
A las novelas de Pérez Reverte siempre le faltó algo de fondo, algo del existencialismo que, sin embargo, abunda en mi Marías... y después de leer su Pintor de Batallas o después de seguir las aventuras de su Alatriste, me doy cuenta de que no es porque no sea capaz, sino porque no le interesa... él es, por encima de todo lector [aunque ya lo ha olvidado un poco, también él reniega en cierto modo de lo que fue y le marcó] y supongo que escribe aquello que le hubiera gustado leer. Tal vez sea esa la clave de su éxito.
Con aquella cita de Borges con la que arranca el primer capítulo, me entrego de nuevo a él, como si tuviera trece años...es que, y tal vez algún día tenga que escribir sobre ello, no hay viaje en el tiempo más efectivo que el de regresar a Aznalcóllar.

Hasta el próximo terremoto.