Tenía pensado escribir algo sobre Javier Marias, mi real amado, con motivo de su ingreso en la RAE, donde ocupará el sillón R y donde se encontrará a Pérez Reverte, qué emoción. Como cuando eran vecinos de página en El Semanal, y se lanzaban mensajes uno al otro... En fin, lo tenía pensado, digo, pero he decidido aplazarlo, un poco más, y a cambio, para que la sombra de Marias empiece a adquirir consistencia en este blog, y poco a poco deje de ser un fantasma y pronto ocupe el trono que merece... Para todo ello, dejo aquí uno de sus artículos... Quizás sorprenda la temática elegida, pero viene a cuento y es ejemplo de por qué lo adoro tanto, y de por qué pienso que es el mejor escritor en lengua española que tenemos en estos momentos, y si alguno considera que su escrito no es ejemplo suficiente... bueno, será entonces que mi pasión por él, como no podía ser de otra forma, es irracional... como el fútbol.
Lean, lean y disfruten...
El misterioso alivio del fútbol
La maldición de las dos semanas de antelación con que escribimos en EPS se hace especialmente grave cuando uno sabe a ciencia cierta que el momento en que ustedes lean estas líneas no tendrá nada que ver con el de su redacción. Cuando yo las escribo, España tan sólo ha jugado su primer partido del Mundial, la rotunda y prometedora victoria ante Ucrania. Cuando les lleguen, estarán a punto de disputarse las semifinales del campeonato y, si nuestro equipo observa la tradición, habrá caído en octavos, o a lo sumo en cuartos de final, y la excitación de hoy parecerá cosa ingenua y remota. Ojalá no sea así, aunque no quiero ni imaginar cómo estarían los ánimos patrióticos si España continuara en liza el 2 de julio (y menos con esa pesadilla de locutor llamado Andrés Montes). Pero insisto, ojalá la tradición se haya quebrado: vale la pena soportar unas semanas de desmedida exaltación a cambio de dos ventajas. Una es sólo futbolística, ya que el Mundial resulta mucho más divertido para los países cuyas selecciones sobreviven hasta casi el final. La otra tiene que ver con el clima social y político, y en ese sentido no comprendo a quienes echan pestes de esta clase de acontecimientos. Es extraño y un tanto pueril, en efecto, pero lo cierto es que cuando ganan los equipos de fútbol de una ciudad o de un país, sus ciudadanos están más optimistas en general, y de mejor humor, y más distraídos que de costumbre, y más propensos a mostrarse amigables los unos con los otros, hasta con quienes los han agraviado o les caen fatal. Hay una tendencia a la armonía, o por lo menos al aplazamiento de las disputas. Como si se declarara tácitamente una tregua, que además podría influir en la reanudación o no de los combates.
Y España está tan necesitada de treguas que sólo puedo desear que los jugadores de Luis Aragonés no se hayan visto obligados a regresar ya de Alemania. Hay quienes se quejan de que durante treinta días no se oiga hablar más que de fútbol, y los entiendo en parte, si no les interesa ni gusta este deporte. Pero deberían tener en cuenta el alivio que para todos supone, incluidos ellos, que a lo largo de un mes nadie haga caso del Estatut soporífero, y poco de Batasuna y ETA, y que las ruidosas gárgaras de Rajoy, Zaplana y Acebes parezcan aún más dementes e intempestivas que por lo regular, y que las tonterías soltadas en reñida competición por el socialista Blanco y el popular Pujalte caigan en el más absoluto vacío de su tontuna; que las malas pulgas de Carod-Rovira le piquen tan sólo a él, y que las megalomanías y mezquindades de cada región (es un término impreciso, sí, pero no tanto como el sobado “nación” –a estas alturas dudo si yo mismo no seré una, sin querer–, no digamos esas acuñaciones fantasmagóricas como “realidad nacional” o “carácter nacional”) sean desoídas por la gran mayoría y ni siquiera irriten; que los locutores venados y los columnistas fanáticos del desmembramiento se vean forzados a hablar de Casillas, Torres, Xavi y Puyol para no quedarse sin oyentes ni lectores, y que además no los puedan insultar; que los nefastos Ayuntamientos ávidos, a los que para nuestra desgracia se les ocurren ideas sin cesar (con preferencia criminaloide por las obras públicas superfluas) se queden semiparalizados y sin sus iniciativas dañinas … No me digan los antifutboleros que a cambio de todo esto no merece la pena aguantar treinta días de inocua obsesión por el balón. Es más, creo que hasta ellos aprobarían que se celebrase un Mundial cada dos o tres años, en vez de los preceptivos cuatro. No sé si se han dado cuenta, pero cuando se jugó el anterior, en el 2002, aún ni se preparaba la Guerra de Irak, o no en voz alta. Eso da idea de lo lejos que queda.
El fútbol debería dar más que pensar. Pocas cosas hacen que millones de personas salten a la vez de alegría, en los estadios y en sus casas, por algo en lo que de hecho no han tenido participación –un gol– y que en modo alguno va a afectarles, para bien ni para mal, en sus vidas y problemas personales. Quien está en el paro lo seguirá estando al día siguiente; a quien ha perdido a un ser querido no va a volverle ese ser; quien se pudre en una cárcel no saldrá de ella por eso; quien vive perseguido o amenazado continuará así; y, de la misma forma, el rico no se arruinará porque su equipo pierda, ni el que acaba de ganar unas elecciones se verá destituido, ni el feliz recién casado asistirá a la destrucción repentina de su matrimonio. Y sin embargo los desdichados se pondrán contentos si su equipo vence (qué digo, darán brincos de júbilo), y los afortunados se pondrán mohínos si es derrotado (qué digo, cuántas lágrimas no habrán visto resbalar los estadios). Es inexplicable, de acuerdo, luego algo misterioso, y respetable por tanto, tiene que haber en el fútbol. Algo que lo asemeja a la literatura, al cine, a la música, que también son capaces de hacer reír, exaltarse, apiadarse, lamentarse y hasta llorar por historias y personajes y acordes que nada cambian de nuestra realidad, una vez que se cierra el libro o se encienden las luces o se hace el silencio. O quizá es que sí cambian algo, cuando tienen eco, lo mismo que en nuestra retina un inmenso gol sobrenatural.
JAVIER MARÍAS
viernes, julio 07, 2006
viernes, junio 30, 2006
Jordi Labanda, amore mio
Creo que ha sido la loca de la casa en su blog, la que hablaba de cuadernos, libretas y la que dio pie a que muchos de nosotros confesaramos nuestro amor desesperado por este artículo de papelería. En el comentario que le deje en el mencionado post, confesé que me pirran los diseños de Jordi Labanda. Atesoro ya una agenda, un par de cuadernos y un juego de pluma y bolígrafo que es la envida de la redacción (güeno, quizá exagere)... tendría más, pero es que el jodido es caro. En fin, por compartir y un poco por romper el tedio de esta mañana de trabajo (hasta la tarde no tengo convocatoria), dejo aquí una fotografía para que podáis apreciar el encanto de mi libreta mayor.
Momentos redondos...
El miércoles tuve un curioso dèjá vu...
Salí tarde del periódico, como de costumbre, especialmente esos días en los que por algún motivo especial quiero salir temprano. Aquel día mi motivo especial era Lucas. Sí, sí, el de Los hombres de Paco.
Entré por la puerta de mi coqueto piso, sito en la Plaza Niña, a eso de las once de la noche, es decir, con el capítulo ya empezado. Mi compañera, otra fan de Lucas, aún estaba estudiando. Así que cuando llegué prácticamente nos lanzamos sobre el sofá, pensando si ya nos abríamos perdido alguna escena de las emocionantes, de esas en las que el hombre en cuestión mira como de soslayo, con furia en sus ojos, tan guapo, tan espléndido todo él... único. Cogimos unos cuantos roscos, un poco de queso y algo de paté, y pasamos de prepararnos nada de cenar. Lucas era nuestro alimento aquella noche, el único nutriente que necesitábamos... así que nos limitamos a entregarnos al capítulo que, por cierto, terminó con un to be continued o, más bien, un seguirá... dejándonos hundidas en la porca miseria, pensando que a veces una semana puede ser una eternidad, como lo puede ser una noche, no?
Pasado el sofocón... de vuelta a la cama... me pareció que el momento que acababa de vivir, ya lo había vivido antes, y no me refería a la semana anterior.
Un instante de esos perfectos. De esos en los que nada de lo que sucede fuera de la habitación en la que te encuentras importa, porque tienes todo a tu alcance: la serie o la película que quieres en pantalla, el mando cerca, agua, comida... te acomodas en el sofá o en la cama, y piensas, todo está bien, todo es perfecto.
Yo vivía esas situaciones. Los sábados por la noche, cuando tenía 12 o 13 años, no me acuerdo, y echaban la Doctora Quin. Sí, lo sé. Sé que es una serie algo ñoña, que muchos detestaban, pero a la que yo me enganché vilmente. Y sí, piensan lo correcto, también me enganché a su protagonista. Recuerdo que empezaba a eso de las 21.30 o 22 de la noche, y yo engañaba a la pandilla, diciéndole que tenía toque de queda y que tenía que marcharme del recre (la sala de juegos, lugar de encuentro de los sanos adolescentes que éramos entonces) porque me daba vergüenza decir que volvía a casa para ver una serie. Cosas de la edad.
Llegaba con el tiempo justo. Me iba a la habitación. Y empezaba el ritual. Coger la tele chica del cuarto de mis hermanos para llevarla a mi habitación. La posición adecuada, el ángulo perfecto para que yo pudiera ver la serie sin problemas incorporada en mi cama. Un vaso con agua, y un paquete de patatas de esas light o pasteurizadas o como se diga. La serie comenzaba y el momento era perfecto. Estaba allí, sola, y nada de lo que pudiera estar pasando fuera me importaba...
Por suerte, esto sólo ocurría una vez en semana. Creo que si hubiera tenido un momento diario de aislamiento como ese no hubiera crecido siendo una persona normal...
Adjunto dos fotos: Una de Lucas, que la otra que metí se veía muy mal, y otra del prota de la Doctora Quin, el medio indio... Al final, sólo la de Lucas, que del otro, no encuentro ;(
Anuncio de última hora: gracias a la inestimable colaboración de la pequña Ácates del Puerto he podido reeditar este post con una foto del otro, del de la Doctora Quinn. Gracias.
Salí tarde del periódico, como de costumbre, especialmente esos días en los que por algún motivo especial quiero salir temprano. Aquel día mi motivo especial era Lucas. Sí, sí, el de Los hombres de Paco.
Entré por la puerta de mi coqueto piso, sito en la Plaza Niña, a eso de las once de la noche, es decir, con el capítulo ya empezado. Mi compañera, otra fan de Lucas, aún estaba estudiando. Así que cuando llegué prácticamente nos lanzamos sobre el sofá, pensando si ya nos abríamos perdido alguna escena de las emocionantes, de esas en las que el hombre en cuestión mira como de soslayo, con furia en sus ojos, tan guapo, tan espléndido todo él... único. Cogimos unos cuantos roscos, un poco de queso y algo de paté, y pasamos de prepararnos nada de cenar. Lucas era nuestro alimento aquella noche, el único nutriente que necesitábamos... así que nos limitamos a entregarnos al capítulo que, por cierto, terminó con un to be continued o, más bien, un seguirá... dejándonos hundidas en la porca miseria, pensando que a veces una semana puede ser una eternidad, como lo puede ser una noche, no?
Pasado el sofocón... de vuelta a la cama... me pareció que el momento que acababa de vivir, ya lo había vivido antes, y no me refería a la semana anterior.
Un instante de esos perfectos. De esos en los que nada de lo que sucede fuera de la habitación en la que te encuentras importa, porque tienes todo a tu alcance: la serie o la película que quieres en pantalla, el mando cerca, agua, comida... te acomodas en el sofá o en la cama, y piensas, todo está bien, todo es perfecto.
Yo vivía esas situaciones. Los sábados por la noche, cuando tenía 12 o 13 años, no me acuerdo, y echaban la Doctora Quin. Sí, lo sé. Sé que es una serie algo ñoña, que muchos detestaban, pero a la que yo me enganché vilmente. Y sí, piensan lo correcto, también me enganché a su protagonista. Recuerdo que empezaba a eso de las 21.30 o 22 de la noche, y yo engañaba a la pandilla, diciéndole que tenía toque de queda y que tenía que marcharme del recre (la sala de juegos, lugar de encuentro de los sanos adolescentes que éramos entonces) porque me daba vergüenza decir que volvía a casa para ver una serie. Cosas de la edad.
Llegaba con el tiempo justo. Me iba a la habitación. Y empezaba el ritual. Coger la tele chica del cuarto de mis hermanos para llevarla a mi habitación. La posición adecuada, el ángulo perfecto para que yo pudiera ver la serie sin problemas incorporada en mi cama. Un vaso con agua, y un paquete de patatas de esas light o pasteurizadas o como se diga. La serie comenzaba y el momento era perfecto. Estaba allí, sola, y nada de lo que pudiera estar pasando fuera me importaba...
Por suerte, esto sólo ocurría una vez en semana. Creo que si hubiera tenido un momento diario de aislamiento como ese no hubiera crecido siendo una persona normal...
Adjunto dos fotos: Una de Lucas, que la otra que metí se veía muy mal, y otra del prota de la Doctora Quin, el medio indio... Al final, sólo la de Lucas, que del otro, no encuentro ;(
Anuncio de última hora: gracias a la inestimable colaboración de la pequña Ácates del Puerto he podido reeditar este post con una foto del otro, del de la Doctora Quinn. Gracias.


lunes, junio 26, 2006
Hay tareas de las que no podemos prescindir. Están ahí. En un trozo de papel a cuadritos, desgajado de algún cuaderno... Quizás estratégicamente colocado en la puerta del frigorífico de la cocina gracias al poder del iman para que podamos ver la caligrafía algo infantil que nos recuerda un día tras otro que todavía hay algo pendiente. Que hay una minúscula sombra que oscurece nuestras horas de sueño.
No, hay destinos de los que uno no puede escapar. Hay post que no pueden evitarse.
Fue a principios del mes de junio, cuando, a propósito de la crónica anunciada que fue la muerte de Rocío Jurado, escribí algo sobre nuestras formas de abandonar este mundo. Mi tardanza en colgarlo en la Red hizo que decidiera renunciar a hacerlo. Sin embargo, estos días atrás he reflexionado que en un blog como este, que en esta negra espalda del tiempo, el concepto de actualidad es absurdo. Precisamente lo que caracteriza a este desierto es la ausencia de... De todo: segundos, horas, minutos, años y siglos, también. Para colmo, hace una semana retomé, sin ninguna intención más que la de terminarlo, mi lectura de 'Las intermitencias de la muerte'. Lo último que tengo por casa de Saramago, por lo que el tema de la muerte regresó a mi vida (lo digo para aquellos colegas a los que no haya convencido con la idea de la atemporalidad del blog).
Así pues, helo aquí.
Otoño en primavera*
Con esto de asistir a su muerte en directo (la de Rocío Jurado), la otra noche intenté imaginar qué pensaría yo si supiera que voy a morir. Que voy a morir en breve; que ya no hay tregua para mi cuerpo; que el final está cerca. Obviamente mi esfuerzo fue inútil. No pude imaginar, ni por asomo, lo que la más grande podría estar pensando, por ejemplo, en esa última imagen que los medios ofrecieron. Con esa extrema delgadez, tan contraria a ella; con aquel chandal verde agua, ya para siempre presente en nuestras memorias. A pesar de todo ella sonríe y saluda a la prensa... Sin embargo yo no puedo evitar imaginar una voz en su interior que le repite una y otra vez sin descanso "este es el final, este es tu final". Hay certezas que sólo se tienen una vez en la vida, aquella era la última vez, y ella lo sabía. Por eso, alargaba quizás cada gesto que repetía en los últimos tiempos. Prolongaba las sonrisas, los abrazos, retenía más tiempo del habitual a los suyos...
No, hay destinos de los que uno no puede escapar. Hay post que no pueden evitarse.
Fue a principios del mes de junio, cuando, a propósito de la crónica anunciada que fue la muerte de Rocío Jurado, escribí algo sobre nuestras formas de abandonar este mundo. Mi tardanza en colgarlo en la Red hizo que decidiera renunciar a hacerlo. Sin embargo, estos días atrás he reflexionado que en un blog como este, que en esta negra espalda del tiempo, el concepto de actualidad es absurdo. Precisamente lo que caracteriza a este desierto es la ausencia de... De todo: segundos, horas, minutos, años y siglos, también. Para colmo, hace una semana retomé, sin ninguna intención más que la de terminarlo, mi lectura de 'Las intermitencias de la muerte'. Lo último que tengo por casa de Saramago, por lo que el tema de la muerte regresó a mi vida (lo digo para aquellos colegas a los que no haya convencido con la idea de la atemporalidad del blog).
Así pues, helo aquí.
Otoño en primavera*
Con esto de asistir a su muerte en directo (la de Rocío Jurado), la otra noche intenté imaginar qué pensaría yo si supiera que voy a morir. Que voy a morir en breve; que ya no hay tregua para mi cuerpo; que el final está cerca. Obviamente mi esfuerzo fue inútil. No pude imaginar, ni por asomo, lo que la más grande podría estar pensando, por ejemplo, en esa última imagen que los medios ofrecieron. Con esa extrema delgadez, tan contraria a ella; con aquel chandal verde agua, ya para siempre presente en nuestras memorias. A pesar de todo ella sonríe y saluda a la prensa... Sin embargo yo no puedo evitar imaginar una voz en su interior que le repite una y otra vez sin descanso "este es el final, este es tu final". Hay certezas que sólo se tienen una vez en la vida, aquella era la última vez, y ella lo sabía. Por eso, alargaba quizás cada gesto que repetía en los últimos tiempos. Prolongaba las sonrisas, los abrazos, retenía más tiempo del habitual a los suyos...
¿Ventaja o infortunio?
Debe ser abrumador. Debe ser larga y cansada la despedida de nuestra propia existencia. Debe ser desolador pensar y sentir (la certeza) que uno no va a volver a... cenar con la familia, pasear a solas, leer un libro, besar a la nietecilla, al esposo, acaricar al perro, comerse un bocadillo, tomarse un café a las 6.30 mientras amanece, cantar en la ducha, o pedir cinco minutitos más al despertador... ¿la próxima Navidad? No, tampoco. ¿No estaré? No estarás.
Y sin embargo, debe ser igual de desolador no saber, no tener la certeza de que el final ha llegado. De que fue absurdo decir Hasta mañana y hacer planes para el mes siguiente.
Hace más de un año vi a Ángel Serradilla salir de la redacción del periódico con un escueto adiós. Lo dijo con un acentuado tono entre burlón y chulesco, tan característico en él, que además venía a recordarnos que él se marchaba de vacaciones, y el resto no. A nosotros todavía nos esperaba el trabajo del día siguiente...
Un minuto antes de ese adiós, acababa de entregar su página terminada. Acababa de repetir el gesto que resume, como ningún otro, la cotidianidad del redactor: el punto final en la última columna, el titular cuasi perfecto, la publicidad colocada y la foto firmada... todo listo para que la mano del periodista deje caer su trabajo del día en una de las bandejas de edición. Acababa de repetir ese gesto, digo, sin saber que era el último.
Recuerdo muy bien aquella escena porque esa tarde yo pretendía salir temprano (quería ir a un partido de baloncesto) y pensé al verlo: Si Ángel se marcha, también yo puedo hacerlo, a pesar de que fuera relativamente temprano para salir y todavía la mayoría de compañeros tuvieran trabajo por delante.
Salió Serradilla por la puerta, y un par de minutos después me fuí yo, pensando en mi partido, sin intuir que aquella vez era la última. En realidad nadie lo supo. Ni siquiera él. Nadie sintió ningún pellizco en el estómago mientras lo escucharon marcharse; nadie tuvo ninguna corazonada. No hubo certezas... ninguna voz, en ningún interior susurró con voz quebrada es la última vez.
Ahora sólo nos queda juzgar qué puede ser mejor: ¿quieren despedirse o prefieren salir de este mundo pensando que volverán mañana? No sé, quizás sea más apropiado no pensar en nada... o quizás esté equivocada... quizás sí haya avisos, quizás haya señales, aunque no hayamos sido educados para verlas.
*Este es título que eligió el director de H.I. para su textillo de despedida de Serradilla en la contraportada del periódico.
lunes, junio 19, 2006
La insoportable levedad del ser
Recuerdan 'El amor perjudica seriamente la salud'. La película de Pe, Ana Belén, Gabino Diego y otro que no me acuerdo, que narra el periplo amoroso de un hombre y de una mujer desde que se conocen en su juventud hasta su madurez... Es divertida, yo la ví en el cine de verano de mi pueblo y me gustó mucho, la verdad.
Pongo en antecedentes: ellos se conocen durante la famosa visita de los Beatles a España. Ella es una loca loca fan y él, el botones responsable del hotel donde los músicos se están alojando. Idas y venidas, ella que trata de colarse en la habitación de Lennon y él que trata de impedirlo... En fin, puede decirse que los Beatles propiciaron un extraño romance entre estos dos, después maduritos, jóvenes.
La trama de la película puede resumirse en un 'Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedios'... Y en uno de esos 'ni sin tí' asesisan al pobre Lennon.
Los dos muy entristecidos por la pérdida, acuden, cada uno por su lado, sin saber que el otro también lo está haciendo, al famoso hotel en el que comenzó todo. Es la escena que más me gusta de la peli. Supongo que ambos sienten que han perdido algo, que una parte de su juventud se ha muerto con Lennon, y entonces toman conciencia de que, en verdad, hay cosas que se pierden para siempre, y de que la búsqueda del tiempo perdido es inútil. Tempus fugit irreparabile.
Ayer volvieron a echar en Cuatro el último episodio de Friends. Ya lo ví en su momento, de hecho ayer me lo perdí por culpa de mi encantador trabajo... Pero recordé de nuevo la tristeza, la nostalgia que me embargó cuando contemplé el piso de Mónica vacío; para ellos, el tiempo había pasado también y dejaban atrás una parte de sus vidas irrecuperable... Me sentí como los protas de esa película cuando asesinan a Lennon, tomando conciencia de que hay cosas contra las que no se puede luchar. Es la insoportable levedad del ser, no?
Sé que sólo es una serie de televisión norteamericana y que puede parecer algo superficial sentir apego por ella. Pero Friends significa instituto; significa tardes de deberes que nunca llegan a hacerse; juegos; paisajes que llegan a ser tan familiares y que sin embargo, ya no nos pertenecen, en realidad, nunca lo hicieron del todo; rostros a los que ya no acompaña un nombre; notas clandestinas en el margen de los cuadernos, que a veces ya no entendemos bien a qué hacían referencia; apuestas con pago todavía pendiente... Es tanto lo que se pierde, dice Javier Marías. Y tiene razón.
Todos y cada uno de los capítulos de la serie me han hecho pasar divertidísimos momentos. Cada anécdota, cada gesto, cada peculiar personaje forman parte de mi imaginario, e incluso, a veces, he creído vivir en mi propia carne lo que antes les ha sucedido a ellos... ¿Estás borracha? Lo suficiente para saber que quiero hacerlo y no tanto como para que te tengas que sentir culpable... Pero, y por seguir con las series (aunque ni punto de comparación), Nada es para siempre...
Una nueva bienvenida
Aunque me resulta algo pretencioso por mi parte recomendar blogs, no voy a dudar en remitiros a esta nueva creación, que viene a confirmar que, efectivamente, siempre hay algo nuevo que aprender de quien nos rodea.
Tras esto sólo me queda por decir las palabras mágicas: Pasen, vean y disfruten, merecerá la pena.
http://jironesdeexistencia.blogspot.com
Tras esto sólo me queda por decir las palabras mágicas: Pasen, vean y disfruten, merecerá la pena.
http://jironesdeexistencia.blogspot.com
domingo, junio 18, 2006
Un cuento de hadas
En un lugar del mundo. Año 2015
Compatriotas todos! Soy tan feliz.
Uno de vosotros en una de las últimas cartas que he recibido, y que cada semana recibo con puntual amor, me pide que relate, por fin, la historia de cómo llegué hasta donde ahora me encuentro. Bien, supongo que ha llegado la hora de hacerlo, de explicar cómo un bolígrafo cambió mi vida para siempre.
La historia comienza un domingo cualquiera de junio con la puerta de un apartamento entre abierta. Una suerte de extraña despedida que no es tal. Un hombre a punto de marcharse, con la ilusión de un regreso. Y antes, el inesperado regalo. La sorpresa. El recuerdo. El souvenir. El bolígrafo perfecto. Music Life Liberty. Llegado desde NY con amor. Solo para mí.
Cientos de folios fueron escritos con la maravillosa tinta líquida negra del invento más esperanzador de la historia del mundo. Imaginénse cuantos relatos han sido escritos, cuantos tratados de paz han sido firmados, cuantas cartas a los Reyes Magos... cuantas cartas a los seres queridos, cuantas despedidas, cuantas promesas, cuantos votos, cuanta entrega en trazos de oscura o clara tinta.
Al cabo de los años, mi bolígrafo-regalo fue a parar a una preciada taza donde lo contemplaba en el escritorio día tras día, en compañía de otros tesoros, ya sin la poción que corría por su interior, pero conservando la misma magia. Mi particular varita.
No fueron tiempos fáciles aquellos. Fueron días complicados, de lágrimas saladas y ojos ya secos de tanto llanto. De soledad sonora. De saltos al vacío. De suicidios periodísticos más que justificados... de esperar la muerte, por duro que resulte escribirlo ahora.
Y así, hundida en mi propia oscuridad, egoísta y caprichosa por mi propio dolor, convertida ya en cucaracha, al fin, un día NO vi amanecer. Dormí profundamente durante toda la noche. Tanto que desperté cansada de permanecer en la cama, tanto que decidí que nunca más volvería a sentirme como lo había hecho. Tan cansada que jamás había tenido tantas ganas de vivir.
Y en esa texitura, un fuerte aire que entró por la ventana revolvió todos los papeles de mi dormitorio y así permanecieron libres durante unos minutos, como en aquella escena de American Beuty, aquella de las famosas bolsas de plástico y hojas secas a merced de Céfiro, hasta que entré a formar parte de su danza, y bailándo al compás, los fui recogiendo y reordenando sobre la mesa. Con tan mala (o buena) fortuna que golpeé mi taza y todos los bolígrafos quedaron esparcidos también por el suelo del dormitorio.
Allí estaba de nuevo. Music Life Liberty. Como una llamada, como una invitación que no hacía más que repetir mi nombre... En ese instante, tomé mi vieja varita y recordé la escena en que me fue entregada. La puerta entre abierta del apartamento, un domingo cualquiera, el hombre que prometía regresar con una sonrisa mientras tomaba el ascensor... Fue fulminante. Recordé también lo que a modo de broma dije en aquel momento, pero que de repente, mientras recogía todos mis papeles con la miseria marchándose (todavía cerca) no era en modo alguno una diversión, sino una profecía.
Pensaréis que exagero, queridos míos, estoy segura de ello. Pero fue así. Así fue como viene a parar a este rincón, a este paraÍso perdido...
¿Que cómo es esto? Recuerdan aquella película, Mediterráneo, la del grupo de hombres que se deja llevar por las casas encaladas y las ventanas pintadas de luz, por una luz que ni el mismo Sorolla hubiera podido soñar... Pues algo parecido, quizás con más árboles, más vegetación, pero el ambiente que se respira es el mismo. Ni uno sólo de los 364 días que llevo aquí (casi un año, cómo pasa el tiempo) ha variado.
Cada mañana me despierto contemplando el mar, tranquilo, muy azul, pocas veces enfurecido y verde. Salgo de casa y camino, disfrutando de las dos calles que tengo que a travesar hasta llegar a la plaza donde abrí hace once meses una modesta papelería. Disfruto ordenando los lápices de colores y con el olor que desprenden los cuadernos de Jordi Labanda, todavía por estrenar.
Al final de la tarde regreso a casa y encuentro vuestras cartas sobre la mesa de hierro del jardín. Las leo una y otra vez con devoción, y me río de vuestras ocurrencias, me emociono con vuestra felicidad y añoro vuestras visitas y mi regreso (aún no sé cuándo, quizás no falte mucho). A veces, me entristece no estar ahí con vosotros. Y la nostalgia llama a mi puerta y nubla las diáfanas puestas de sol. Pero siempre estoy salvada. Cuando esto ocurre. Lucas aparece y me abraza. Me rodea con sus brazos y me susurra con cierta melodía en la voz No temas, siempre hay un regreso...
Y así es, mientras tanto, recibid un fuerte abrazo y besos de columpio.
Patriice
sábado, junio 17, 2006
La suma más difícil del mundo*
Un Rey Mago me dejó este año, junto a mis zapatos (eternamente sucios) un libro de Jorge Bucay: Déjame que te cuente.
Bien, déjenme que les cuente que uno de los relatos es el de un viajero que llega a una ciudad, y acude, maravillado por lo cuidado del lugar, al cementerio. Es hermoso, de hierba verde y altos árboles, como los de Estocolmo. Sin embargo, unas terribles cifras empiezan a bailar en la mente de este caminante insaciable. Va fijándose una tras otra en las lápidas y en todas los números son similares. Terribles. Tres años y cinco meses; Siete años; Once años, el que más; dos años, seis meses y cuatro días...
No puede ser, se dice.
Qué no puede ser, pregunta una voz a sus espaldas. Es el encargado del campo santo.
Qué gran desgracia reace sobre esta ciudad para que todos sus pequeños mueran. El otro hombre, de mirada serena, sonrió con cierto misterio. Luego con voz suave explica al forastero que No hay desgracia alguna.
Bien, déjenme que les cuente que uno de los relatos es el de un viajero que llega a una ciudad, y acude, maravillado por lo cuidado del lugar, al cementerio. Es hermoso, de hierba verde y altos árboles, como los de Estocolmo. Sin embargo, unas terribles cifras empiezan a bailar en la mente de este caminante insaciable. Va fijándose una tras otra en las lápidas y en todas los números son similares. Terribles. Tres años y cinco meses; Siete años; Once años, el que más; dos años, seis meses y cuatro días...
No puede ser, se dice.
Qué no puede ser, pregunta una voz a sus espaldas. Es el encargado del campo santo.
Qué gran desgracia reace sobre esta ciudad para que todos sus pequeños mueran. El otro hombre, de mirada serena, sonrió con cierto misterio. Luego con voz suave explica al forastero que No hay desgracia alguna.
"Cada habitante lleva siempre consigo un pequeño cuaderno en el que
va sumando, sin distracción, los días, meses o años que realmente ha
vivido. Días para reír, amar, llorar, jugar, descansar, estar en paz con la
naturaleza... Tiempo para saborear el verdadero encanto de estar vivo. El
resultado de esa suma es lo que usted ha visto, alarmado, en cada lápida".
La historia es algo ñoña, pero quién de nosotros no ha echado sus propias cuentas, si no explicitamente en un cuaderno de Jordi Labanda, al menos sí mentalmente.
Yo, en esta complicada suma, añadí el miércoles un día más.
Un día perfecto con muchos contrastes: con tormenta y con paz, con nostalgia y ternura, con pensamientos que iban y venían, con ideas aireadas, con verde hiedra y azul cielo.
Al final de la tarde, mientras contemplaba el juego de luces sobre la fachada del Real Alcázar, sentada en el suelo, en compañía de los mejores amigos, con una brisa justa (ni más ni menos) meciendo el instante, pensé (y supongo que también sonará ñoño) que difícilmente en el mundo pudiera haber otra persona que estuviera experimentando tanta felicidad. Hacía tiempo que no me sentía tan bien...
Ahora, repasando mi suma (no quiero dejarme ni un sólo día atrás), me doy cuenta de que hay un grupo de sumandos que se repite. Estas constantes tienen nombres, cantan coplas y escriben cuentos, pestañean como Ana Belén y dan lecciones de buen trabajo y de entrega al prójimo, saben de leyes y de física, de plantas y de miel, e incluso pueden tener un acento diferente... No sé en qué parte leí o escuché que debe ser maravilloso que toda tu felicidad dependa de una sola persona. Por fortuna, la mía depende no de una, ni de dos, ni siquiera de tres... y eso es aún mejor.
*Este es el título de un libro de Alfaguara juvenil que recuerdo alegremente. Es uno de esos libros en los que los niños consiguen revolucionar el mundo de los adultos, algo que ni por asomo, sucede en la realidad. Si algún día lo ven por ahí, no duden en comprarselo a sus hijos. Les gustará.
martes, junio 06, 2006
Ausencia
Hace días que no escribo nada en este mi humilde blog, y la verdad es que tras el ritmo vertiginoso que cogí al principio, tengo la sensación de que han pasado siglos desde que aporté mi última buena o mala nueva a la red bloguera. Esta semana estoy de bajona... la boda del Paco, ha sido como el tope de una subida, de un optimismo pasado, que no podía ser otra cosa que una tregua. Todo, a pesar de mis tacones verdes fritos y a pesar de la alegría que nos dio la Zarzamora (maravillosa literatura de viajes, por cierto).
Estoy en plena cuesta abajo y no llevo frenos, pero este fin de semana espero estamparme en un montón de amigos...
666, quizás el diablo tenga algo que ver en este día de profecías que para mí es un día de despedidas, de búsqueda más bien de una despedida que no llega, que no logro alcanzar...
lunes, mayo 29, 2006
Tacones verdes fritos o siempre dama de honor y nunca novia
El último mes se ha convertido en un abismo por el que se han precipitado algunos de los acontecimientos más importantes, trascendentes ydignos del 'Aquí hay tomate' de los últimos dos años de mi vida. Excluyo de esta patética valoración, el nacimiento de mi sobrina (pequeña persona que ha traído la alegría a mi casa con sus nuevas formas de llamarnos a todos. Tita Atri, sí, esa soy yo).
Pero como decía, el último mes ha sido especialmente interesante desde que regresé de los Pariles. Muchos cambios, muchas penas y alegrías, entre las que incluyo (en el segundo conjunto) la boda del gran Paco Nuñez, mi fiel compañero de mesa, como antes solía referirme a él, y como lo sigo viendo, aunque ahora se trate de una mesa más invisible a los ojos, más firme también, con ese listado de puntos en común en su libreta grande de cuadros... Inconfundible.
Es interesante recibir por primera vez una invitación a mi nombre, y no al de mis padres y familia. Ha sido interesante conocer gota a gota algunos detalles del evento en cuestión para el que prometo llorar a moco tendido, reir a pierna suelta y bailar como una peonza. ¿Me dejarán cantar como un ruiseñor...?!!!!! Y ha sido interesante comprobar de primera mano, que una boda, a pesar de los formulismos sociales, a pesar del 'establishment' y del dejarse llevar, a pesar de la mesa de invitados-compromiso, puede ser especial, original y puede hacerse de uno mismo (bueno, de los que se casan mismamente). Todavía no ha sonado la marcha nupcial y todavía no he bailado el tango prometido con el cura (jejeje), todavía no he visto al novio ni a la novia desfilar por la iglesia con la sonrisa nerviosa y la mirada perdida en un punto indeterminado de los altalres, pero será un sábado inolvidable, y no es peloteo, Atreyu!!!
Aunque sin duda, el periplo prematrimonial que recordaré con especial cariño ha sido el de la búsqueda incesante de mis Tacones Verdes, (y lo pongo en alta por razones obvias) que me amargarían la noche, si no es porque voy a llevar mi poquito de tiritas y mi poquito de chanclas... Hermosos, altos, carísimos, puede que se conviertan en los responsables de alguna de las caídas que den un toque cómico al matrimonio y que me recordarán el resto de mi vida que siempre se puede caer más bajo aún...
Por no seguir por estos derroteros depresivos, diré, que a cinco días del evento social del año en Huelva (nunca fue una ciudad muy animada), me siento como Björk en Bailando en la Oscuridad: absurdamente feliz. Bueno, no es absurdo que disfrute ante la perspectiva de un almuerzo perfecto gratuito con océanos de alcohol, también gratuitos. Cuando a las cuatro de la mañana después de hacer todo lo que hay que hacer me siente con los pies destrozados, el pelo más despeinado que de costumbre y el vestido con algún manchurrón de vino tinto indeleble, cuando llegue ese instante, tomaré una afilada copa de champán y tras brindar por los novios diré aquella mítica frase de Esta casa es una ruina: 'Siempre dama de honor y nunca novia'.
sábado, mayo 27, 2006
Tan cerca del cielo y tan lejos de Dios
La moneda cayó por el lado de la soledad, y el dolor.
Otra vez.
Crímenes perfectos, Andrés Calamaro
"Que dure". En ese libro tan especial de Mario Benedetti titulado La tregua (magnífico título, y el que lo lea sabrá por qué)... en este libro, el prota ( que mantiene una lucha directa, sangrienta, a muerte con Dios) no puede evitar, sin embargo, rezar en un momento determinado de su vida. Que dure, pide, suplica... esperando que ese Dios, tan lejano para él, le conceda el deseo. Que los días dulces que está viviendo no acaben, que la felicidad no sea la afilada cima de una montaña, sino una amplia llanura, casi interminable, como las que se ven en El señor de los Anillos... eso pide, eso reza...
Pero a veces, el deseo es otro, la oración es otra.
Que acabe. Que pase el tiempo. Que cicatricen las heridas. Que el año termine. Volver a empezar. Borrón y cuenta nueva. Amnesia espiritual. Otra ciudad, otras miradas, otras sonrisas y otras canciones.
Que algún día podamos reírnos de todo esto...
miércoles, mayo 24, 2006
El padre de Papa Noel
Hoy, siguiendo con cierta tendencia a escribir post-homenajes, he decidido escribir sobre Norman Rockell. Un dibujante norteamericano al que conocí y aprendí a amar gracias a otro dibujante aznalcollero al que además me une el vocablo C-U-Ñ-A-D-O, y que me introdujo en ese maravilloso mundo del comic y las historietas, y me enseñó que el arte no sólo se presenta al óleo, y que podía disfrutar tanto con un libro de Mafalda (la inolvidable) como con una novela de Javier Marías. En fin, Rockell es su artista favorito, o uno de sus..., y todavía recuerdo el primer libro que me prestó sobre su obra. En la portada aparecía ese maravilloso multi-autoretrato que he colgado en este post para vuestro deleite.
Este buen hombre, con ese estilo tan peculiar, tan realista y al mismo tiempo mágico, impreganaba cada lámina de un aire fotográfico, que sin embargo carecía de la fría apariencia de esos cuadros que cuando los ves dices : parecen una fotografía, y precisamente por eso no gustan. En cierto modo, las láminas de Norman me recuerdan a la de esos locos de pinceles finísimos que se apellidaban Van... lo que sea y que propagaron por el mundo la pintura flamenca, y dieron fama a esos espejos tan inquietantes en los que se reflejaba el propio cuadro. Me recuerda en ese aire entre realista y mágico, repito.
En fin, que nadie espere una vuelta de tuerca en este post básicamente informativo, que no va a cabar con ninguna reflexión, fruto de los dramáticos momentos que vivo (lo que yo os diga, una peliculera), sólo que hoy, no sé por qué, me he acordado de este dibujante, y he pensado que quizás os engancheis también a su estilo viendo algo de su obra. Es mi homenaje secreto a ese otro pintor de brocha fina que me llevó de la mano al cómic.
Como apunte diré, para reafirmarnos en eso de que vivimos en una sociedad algo artificial, que este es el responsable de que Papa Noel sea un hombre gordo, con larga barba blanca, cachetes sonrosados y traje rojo... así lo dibujo para una campaña publicitaria de Coca Cola...
Y aquí van más...
Este buen hombre, con ese estilo tan peculiar, tan realista y al mismo tiempo mágico, impreganaba cada lámina de un aire fotográfico, que sin embargo carecía de la fría apariencia de esos cuadros que cuando los ves dices : parecen una fotografía, y precisamente por eso no gustan. En cierto modo, las láminas de Norman me recuerdan a la de esos locos de pinceles finísimos que se apellidaban Van... lo que sea y que propagaron por el mundo la pintura flamenca, y dieron fama a esos espejos tan inquietantes en los que se reflejaba el propio cuadro. Me recuerda en ese aire entre realista y mágico, repito.
En fin, que nadie espere una vuelta de tuerca en este post básicamente informativo, que no va a cabar con ninguna reflexión, fruto de los dramáticos momentos que vivo (lo que yo os diga, una peliculera), sólo que hoy, no sé por qué, me he acordado de este dibujante, y he pensado que quizás os engancheis también a su estilo viendo algo de su obra. Es mi homenaje secreto a ese otro pintor de brocha fina que me llevó de la mano al cómic.
Como apunte diré, para reafirmarnos en eso de que vivimos en una sociedad algo artificial, que este es el responsable de que Papa Noel sea un hombre gordo, con larga barba blanca, cachetes sonrosados y traje rojo... así lo dibujo para una campaña publicitaria de Coca Cola...
Y aquí van más...
Esta se llama 'Baño Prohibido' y ...
... y esta 'Libres de la pobreza'.
martes, mayo 23, 2006
El pasado que no acaba
Con este maravilloso título made in Javier Marías os preparo para contaros que hoy, mu fort, he entrevistado a... Jacinto Choza, que para el que no lo sepa es el hermano de Pilar Choza, la inolvidable profesora de Historia del Arte o Historia que tuvimos muchos de nosotros en ese IES Gerena, cuyos pasillos será mejor que no hablen nunca.
Ha sido una sensación extraña, sobre todo porque hace dos post (artículos, sorry Jose) hablé de ella de la tita Pili, como solíamos llamarla, aunque sólo fuera para reproducir uno de sus numerosos dichos, ese de "quien no se moja, no cruza el charco". En fin, que en esta vuelta de tuerca temporal, no he podido resistirme y le he dicho al buen hombre que fui antigua alumna de su hermana en el Instituto de Gerena. Y que probablemente ya no se acordaría de mí, pero que le diera recuerdos de todas formas. El hombre encantado de la vida, porque además le hice una pequeña referencia a ese libro que escribieron los dos el de Ulises no sé qué...
En fin, sólo quería compartirlo con vosotros de ahí el motivo de este post más cercano al mail (otra vez te pido perdón Jose).
Hasta el próximo terremoto.
pd. Que nadie me pregunte si se parecen los hermanos porque la entrevista ha sido por teléfono...
Ha sido una sensación extraña, sobre todo porque hace dos post (artículos, sorry Jose) hablé de ella de la tita Pili, como solíamos llamarla, aunque sólo fuera para reproducir uno de sus numerosos dichos, ese de "quien no se moja, no cruza el charco". En fin, que en esta vuelta de tuerca temporal, no he podido resistirme y le he dicho al buen hombre que fui antigua alumna de su hermana en el Instituto de Gerena. Y que probablemente ya no se acordaría de mí, pero que le diera recuerdos de todas formas. El hombre encantado de la vida, porque además le hice una pequeña referencia a ese libro que escribieron los dos el de Ulises no sé qué...
En fin, sólo quería compartirlo con vosotros de ahí el motivo de este post más cercano al mail (otra vez te pido perdón Jose).
Hasta el próximo terremoto.
pd. Que nadie me pregunte si se parecen los hermanos porque la entrevista ha sido por teléfono...
lunes, mayo 22, 2006
En las musarañas...
Como el de periodista es uno de los trabajos más apasionantes que existen, el otro día mientras trabajaba me quedé observando a la araña que pende del techo, justo por encima de mi cabeza. Es una amenaza porque a veces oscila de un lado a otro, siempre a punto de caer sobre el teclado de mi ordenador. Llevo una semana pendiente de ella, incluso la he bautizado: Doña Trini II (la I es la tortuga que mi madre tiene en el super).
La veo lunes, martes, miércoles, jueves y viernes... y me he dado cuenta de que, más allás de sus curiosos momentos péndulo, apenas se mueve. Está ahí quietecita; siempre sobre el mismo punto. Y me pregunto qué se debe sentir cuando a una le basta sólo con existir, sólo con estar... No sé, quizás sea injusta con Doña Trini II...
Patriice
Allí está otra vez. La observo lunes, martes, miércoles, jueves y viernes. Siempre en el mismo punto; cada día igual; cada día idéntico al anterior. No sé quizás esté siendo injusta con ella, pero cuando la observo me pregunto a veces qué se debe sentir cuando a una le basta sólo con existir.
Doña Trini II
viernes, mayo 19, 2006
Y sin embargo
Cada día se despertaba a las 6.30 de la mañana.
Observaba el amanecer desde la terraza y saboreaba sorbo a sorbo la taza de café humeante. No tenía nada que hacer. Su turno comenzaba a las cuatro de la tarde, así que disponía de siglos antes de meterse en la ducha, vestirse, recoger un poco la casa y marcharse. Sin embargo, allí estaba, tomando su café cuando apenas había gente en la calle, en un desayuno eterno... a veces con el rostro somnoliento y los ojos cansados, a veces con las huellas oscuras de una pesadilla... pero incapaz de permanecer más tiempo en la cama.
La fuerza de la costumbre que tanto daño puede hacer en las personas.
Cada noche tomaba su despertador redondo, de campana, como los de antes y observaba en la esfera la hora marcada para cada amanecer suyo. Era inútil. No podía cambiarlo.
¿Por qué es tan complicado hacer frente a estos pequeños detalles?, se preguntaba mientras el sol parecía salir de allí mismo, de su plazoleta querida, como un vecino más del barrio.
Eso mismo, por qué es tan difícil.
Patricia se había acostumbrado a tener el armario solo para ella; se había acostumbrado a no sentir su respiración, la de él, mientras dormía; se había acostumbrado a no disponer de sus maravillosas sonrisas, y a no compartir con nadie las palomitas en el cine. Y sin embargo, era incapaz de cambiar la alarma del despertador.
Las 6.30. A esa hora se levantaba él cada día, y con él, ella irremediablemente. Permanecía despierta en la cama hasta que el otro terminaba sus quehaceres (la ducha, el afeitado, la camisa limpia, su colonia...); entonces lo acompañaba hasta la puerta del piso y le deseaba un buen día de trabajo.
Que tengas un buen día...
Luego regresaba a la cama, se desprendía de su pijama y se colocaba el de él. Todavía tenía siglos para dormir, su turno no comenzaba hasta las cuatro...
Observaba el amanecer desde la terraza y saboreaba sorbo a sorbo la taza de café humeante. No tenía nada que hacer. Su turno comenzaba a las cuatro de la tarde, así que disponía de siglos antes de meterse en la ducha, vestirse, recoger un poco la casa y marcharse. Sin embargo, allí estaba, tomando su café cuando apenas había gente en la calle, en un desayuno eterno... a veces con el rostro somnoliento y los ojos cansados, a veces con las huellas oscuras de una pesadilla... pero incapaz de permanecer más tiempo en la cama.
La fuerza de la costumbre que tanto daño puede hacer en las personas.
Cada noche tomaba su despertador redondo, de campana, como los de antes y observaba en la esfera la hora marcada para cada amanecer suyo. Era inútil. No podía cambiarlo.
¿Por qué es tan complicado hacer frente a estos pequeños detalles?, se preguntaba mientras el sol parecía salir de allí mismo, de su plazoleta querida, como un vecino más del barrio.
Eso mismo, por qué es tan difícil.
Patricia se había acostumbrado a tener el armario solo para ella; se había acostumbrado a no sentir su respiración, la de él, mientras dormía; se había acostumbrado a no disponer de sus maravillosas sonrisas, y a no compartir con nadie las palomitas en el cine. Y sin embargo, era incapaz de cambiar la alarma del despertador.
Las 6.30. A esa hora se levantaba él cada día, y con él, ella irremediablemente. Permanecía despierta en la cama hasta que el otro terminaba sus quehaceres (la ducha, el afeitado, la camisa limpia, su colonia...); entonces lo acompañaba hasta la puerta del piso y le deseaba un buen día de trabajo.
Que tengas un buen día...
Luego regresaba a la cama, se desprendía de su pijama y se colocaba el de él. Todavía tenía siglos para dormir, su turno no comenzaba hasta las cuatro...
jueves, mayo 18, 2006
¿A que huelen las nubes?
Quiero que sean sinceros. ¿Podría yo pasar por una niña de 17 años y pocos meses...? Si uno sólo de mis lectores me asegura que sí, ahora mismito lo dejo todo, y me marcho a los madriles a tirar aceite hirviendo a la niñatilla que hace de Sara en Los hombres de Paco, y que a lo tonto a lo tonto no para de darse el lote con el que será el futuro padre de mis hijos (adoptivos, mi preciosa chinita y un pequeño ruso): Lucas.
Me marcharé a Madrid, ella quedará desfiguarada y tendrán que sacarla de la serie, y entonces, en su entierro (porque en la ficción dirán que ha muerto de una sobredosis de coca, que es la chuche favorita de los adolescentes de ahora) yo acudiré como la compañera de instituto que hasta el momento no ha aparecido pero que se revela ante el espectador como una de las mejores actrices de la serie. Y lo más importante, se revela ante Lucas como una impresionante adolescene, de exóticos rizos y colmillo afilado de la que se enamora en el acto. Ella (o sea yo) que es mu buena, se acerca a él para consolarlo. Y claro, surge el chispazo. Es instantaneo. Los guionistas se dan cuenta muy pronto que la subida histórica de audiencia de la serie no se debe a otra cosa que al romance que Lucas y yo, que en la serie me llamaré Asia, estamos empezando, Así que en cada capítulo empiezan a reservar al menos veinte minutos a intercambios de mirada, sonrisas, y mucho beso, abrazo y tocamientos (sé que esto no le gustará a mi lector en la sombra). Como protagonizaremos muchas escenas juntos, Lucas y yo empezaremos a quedar en nuestras horas libres para ensayar y conseguir que cada beso sea digno de una serie como esta, algo que no nos costará mucho, la verdad. Entonces lo que al principio sólo era ficción, se hará realidad. Y él me dirá que me ama, y lo hará sin seguir guiones, porque su amor será verdadero, igual que el mío. La fama no marchitará para nada la inocente pasión desenfrenada que hay entre los dos, y él a pesar del tiempo, me seguirá mirando con esos ojillos que son capaces de atravesar rayos catódicos y llegar, como hace ahora, hasta el fondo de mi corazón roto, pero en vías de restauración...
Seré feliz, con él. Tendré mi final de cuento y de película (yo que peliculera soy) y ni siquiera el Tiempo podrá destruirlo. Venceré. Seré libre, y tendré a mi lado al tio bueno, más buenorro de la televisión y de España entera. Seré la envidia de todas y de todos, y para culminar un año de existos en lo personal y en lo profesional (al poco daré el salto a la gran pantalla). Lucas y yo iremos juntos a los Goya. Yo luciré un vestido que ni la Kidman (vale, llevaré tacones) y volveré a ser la envidia de todas y de todos... Pero sobre todo tendré a mi lado a alquien que sea capaz de quererme con mis múltiples defectos, y que cada mañana me mire a los ojos y me diga: Esta es mi elección, elijo estar contigo porque es lo que quiero y no porque haya cualquier otra circunstancia que lo favorezca.
Me dará un beso en la frente, e iremos a preparar el desayuno de nuestra chinita y de nuestro ruso...
Que así sea.
pd, sé que la foto no es buena, pero se aprecia la belleza de mi amado, o no?
miércoles, mayo 17, 2006
El almuerzo perfecto
Esta es probablemente la décima vez que intento escribir este post. Guardaba el título en una página perdida de mi cuadernito de Jordi Labanda, esperando quizás que los elfos me iluminaran para escribir algo que mereciera la pena. Los comienzos nunca fueron fáciles (en realidad, tampoco los finales lo son, pero esta es otra historia) y no encontré nunca esa primera frase, que un escritor dijo una vez, es la fundamental para encontrar una buena historia. No encontré por más que lo intenté la fórmula acertada, digna, más bien, de los dos personajillos jaraneros y cofrades que protagonizan este post.
Por qué, me pregunto a veces.
Por qué, me pregunto a veces.
Por qué esta dificultad para hacer frente a lo que debería ser tan fácil.
Me acuerdo, llegados a este punto, de un film (sí, lo sé, soy la tanta de las películas, pero es que es lo que se me viene a la cabeza). Decía que me acuerdo de The Village o El Bosque, un peliculón que cuanto más lo veo, más me gusta... Lo siento por los que no la hayan visto pero la peli tiene una escena en el que ese maravilloso Joaquin Phoenix (con esa maravillosa cicatriz en la boca) le dice a su madre que tiene serias sospechas sobre cierto vecino que la pretende. La otra haciendo como que no le interesa el tema le pregunta ¿Por qué?
Me acuerdo, llegados a este punto, de un film (sí, lo sé, soy la tanta de las películas, pero es que es lo que se me viene a la cabeza). Decía que me acuerdo de The Village o El Bosque, un peliculón que cuanto más lo veo, más me gusta... Lo siento por los que no la hayan visto pero la peli tiene una escena en el que ese maravilloso Joaquin Phoenix (con esa maravillosa cicatriz en la boca) le dice a su madre que tiene serias sospechas sobre cierto vecino que la pretende. La otra haciendo como que no le interesa el tema le pregunta ¿Por qué?
Porque nunca te toca, responde él.
Y uno, el espectador, se queda como en un estado de paro mental, como si acabaran de decir una bobada. Pero no lo es en absoluto. El chico tiene razón.
Y uno, el espectador, se queda como en un estado de paro mental, como si acabaran de decir una bobada. Pero no lo es en absoluto. El chico tiene razón.
A menudo nos cuesta tocar, rozar, abrazar, besar, hablar o escribir sobre aquellos que de verdad nos importan. No sucede siempre, pero a veces sí. Y este blog es ejemplo de ello.
Mi lector en la sombra y mi no lector sabrán sin necesidad de que lo diga, sin necesidad de post, que han alegrado cada día desde mi llegada a esta ciudad, infierno y paraíso, de la que irremediablemente ya me siento un poco parte. Y eso, que se cuaja en cada café y en cada almuerzo perfecto, es difícil de recoger en un sólo escrito, por más que se invoque a las musas.
PD. Ayer mis calcetines eran verdes, pero mi camiseta, azul.
martes, mayo 16, 2006
Días de fútbol
Tenía razón la chica de rosa, la Carrie nazarena, cuando decía en su último post que el fútbol consigue colarse en todas partes.
El domingo andaba yo tirada vilmente en el sofá de mi salita con mi perro a un lado y padre a otro. La televisión encendida, aunque yo no le prestaba atención.
Estaba más concentrada en la depresión que asola mis días, cuando de repente mi padre sale de su estado de ensimismamiento en el que también estaba sumido y me dice con toda la sabiduría de Gandalf en los ojos: 'Lo mejor que tiene el fútbol es que no siempre los equipos grandes ganan; no siempre ocurre lo que estaba previsto o lo que era lógico; el factor sorpresa, eso es lo que hace que sea tan emocionante'. Me quedé clavá, mientras él volvía a mirar a la televisión. Se refería al partido que habían jugado Alavés y Espanyol la noche antes, en el que cuando parecía que todo estaba decidido, el rumbo de las cosas cambiaron radicalmente: el que ganaba perdió, y el que perdía ganó. Efectivamente, así es el fútbol.
Me acordé entonces de otro partido, uno que jugó el Betis contra el Baça hace años, cuando yo estaba en séptimo de EGB. No hace falta que diga quién era el favorito... y sin embargo, un chiquillo desconocido llamado Juanito hizo historia y consiguió cambiar el rumbo, no ya del partido, sino de lo que parecía estar escrito. Consiguió marcar un gol, uno sólo, pero suficiente para que el Betis, el pequeño equipo, consiguiera su paso a cuartos de final o a semifinales, no me acuerdo, de la Copa del Rey.
Moraleja. Ya lo dijo Pilar Choza: quien no se moja, no cruza el charco. Y aún así, aunque parezca que la reflexión está clara y bien asumida por todos, hay quien no arriesga. Hay quien prefiere quedarse en el banquillo y no jugar el partido, pensando quizás que la derrota es segura y que prefiere ahorrarse el sufrimiento o la vergüenza de perder.
Sé que el pensamiento está ya algo ajado. Que no es nada del otro mundo que yo venga a escribir aquí que hay que arriesgar para conseguir las cosas... la pregunta es, amados míos, cómo convencer, como decirle a alguien que hay cosas por las que merece la pena lanzarse al césped y salir lleno de brechas. Y si resulta que somos un nuevo Juanito y conseguimos en el último segundo de la prórroga cambiar el rumbo del partido, de lo que estaba escrito para nosotros.
Creo que la impotencia es uno de los peores sentimientos que pueden alcanzar a una persona. Yo llevo una semana incapaz de... y la sensación de fracaso se multiplica por dos.
Lo peor es que se acerca el minuto 90 y no conseguiré pasar a la final...
Aunque como dicen los futboleros hasta que el arbitro no pita, el partido no ha terminado. Ya veremos
viernes, mayo 12, 2006
La vida es bella
Ella no aspiraba a enamorarse de él. Al menos intentaría no hacerlo. Era una simple cuestión de salud. Si ocurría, si dejaba crecer lo que hasta el momento no era más grande que una semilla, si dejaba que aquel sentimiento enraizara en su corazón, el sufrimiento estaba garantizado. Por qué. También esto era un simple cuestión: él nunca sentiría lo mismo por ella.
Con todo, no podía evitarlo. Lo observaba siempre con el rabillo del ojo, y un escalofrío recorría su cuerpo cuando él pasaba cerca. Tenía la sonrisa y la mirada más bonitas del mundo; y aquello la martirizaba constantemente. Cada día más. Y por más que luchaba, por más que se repetía cada mañana frente al espejo, olvidate, esto es una locura. La presencia del joven arruinaba cualquier convicción. Estaba atrapada. Ya no hay escapatoria. Te has enamorado, se dijo.
Para colmo. Él no sólo era atractivo, sino la mejor persona del mundo. Atento, simpático, siempre de buen humor, siempre con un gesto amable en la cara... Qué martirio, cuando por cuestiones de trabajo tenían que viajar juntos o acudir juntos a algún acto, y él, sin saber o sabiendo, la rodeaba con su brazo o le acariciaba la cara fugazmente. Sí, todo eso hacía. Y en algún momento la joven enamorada llegó a pensar que él podría sentir algo por ella. Pero no. No era posible. No te engañes, al menos.
En todo esto pensaba una tarde, en uno de los pocos momentos libres que el trabajo le dejaba. Escuchaba algo de música y tenía la imagen del joven revoleteándole por la cabeza. Hacía unas horas que lo había visto; y ahora, con el embrujo de la canción, imaginaba que se encontraban en un ambiente más festivo que el habitual, y que con esa música de fondo (escuchaba un éxito de Manolo García) él se acercaba a ella, le sonreía, y le decía que sí, que también sentía lo mismo. Que quería intentarlo. Bonita fantasía...
Aquello ocurrió un lunes. El martes, la historia se repetía. Debían ir juntos a un pueblo cercano a buscar a un nuevo cliente para sus jefes. En el coche, ella dejó caer su brazo izquierdo sobre el asiento, y casi podía sentir el tacto de él, que cambiaba de marchas, y mantenía su mano ahí todo el tiempo, muy cerca. Una de esas caricias que no llegan a ser reales pero que se sienten como si lo fueran.
Abandona por un instante su postura, y sin perder de vista la carretera, enciende la radio. Voy a poner un poco de música, dice él, y le sonríe una vez más. Bien. Durante un segundo busca una determinada pista en un determinado disco. Et voilá... Manolo García se hace con el protagonismo del coche. La canción que suena, cómo no, la misma con la que ella había fantaseado.
Te gusta?
Sí, responde tímidamente. Por un segundo dudó si contarle algo. No todo, pero al menos darle una pista.
Optó por guardar silencio y disfrutar de la canción.
Sabía que aquella mágica coincidencia era lo más que podía obtener de él. Aquel vínculo invisible que sintió que los unía era suficiente. Suficientemente especial como para renunciar del todo al resto. No se sentía triste. Todo lo contrario, fue como una inyección de energía positiva. Nunca había sido tan feliz, nunca se había sentido tan viva como en aquellos minutos que duró la canción. Sonrió para sus adentros, pensando que efectivamente había algo entre los dos, aunque ese algo no encontrara nunca una forma terrenal para materializarse.
Era una manera de amar al fin y al cabo.
Cuando la canción se fue apagando, él se giró hacia ella y le acarició levemente la mejilla, luego siguió concentrado en la carretera contándole lo mucho que le gustaba García en concierto. Su entrega es total, dijo, volviendo a mirarla como solo él hacía, directamente a los ojos. Con un brillo escondido que ella intuía o imaginaba.
Quizás no todo estaba perdido, se dijo. Quizás las señales existen de verdad.
jueves, mayo 11, 2006
EL MURO
Para T. M .
En un pequeño pueblo al oeste de Andalucía se levantó una vez un muro.
No era especial. No destacó por ser demasiado alto, ni demasiado resistente, aunque tampoco demasiado débil. Permaneció entre las gentes de aquel lugar: creció como sus hijos y envejeció como sus abuelos. El Tiempo despertó en él las primeras grietas, y su aparente fortaleza de muro se fue derrumbando irremediablemente.
A su alrededor, a pesar de los años, a pesar de su constante presencia como un pulso a la cotidianidad, nadie llegó nunca a descubrir qué jardín secreto crecía tras él; qué tesoro atesoraba a sus pies; a sentimientos se amparaban en la sombra que proyectaba sobre el terreno.
Nada se conocía de aquel muro. Todo se ignoraba del hombre que latía tras la piedra; de esa presencia silenciosa como un muro que siempre estuvo ahí. Un rostro familiar con gestos reconocibles, y sin embargo un corazón callado, que no alcanzó la luz (que no supo o no supieron).
No era especial. No destacó por ser demasiado alto, ni demasiado resistente, aunque tampoco demasiado débil. Permaneció entre las gentes de aquel lugar: creció como sus hijos y envejeció como sus abuelos. El Tiempo despertó en él las primeras grietas, y su aparente fortaleza de muro se fue derrumbando irremediablemente.
A su alrededor, a pesar de los años, a pesar de su constante presencia como un pulso a la cotidianidad, nadie llegó nunca a descubrir qué jardín secreto crecía tras él; qué tesoro atesoraba a sus pies; a sentimientos se amparaban en la sombra que proyectaba sobre el terreno.
Nada se conocía de aquel muro. Todo se ignoraba del hombre que latía tras la piedra; de esa presencia silenciosa como un muro que siempre estuvo ahí. Un rostro familiar con gestos reconocibles, y sin embargo un corazón callado, que no alcanzó la luz (que no supo o no supieron).
Y llegó el día, que a todos llega, en el que el muro se derrumbó para siempre dejando atrapado entre los escombros al hombre que lo habitó. Para siempre.
Sólo entonces, cuando de él ya no quedaba más que ruina, más que tierra y polvo (en idem nos convertiremos), un viejo jornalero de rostro surcado y trabajado por el sol, se preguntó qué sabía y qué ingnoraba de aquel muro. Nada y todo.
Pero la cuestión sólo duró unos segundos, luego el viejo continuó su paso en busca de otro que le diera sombra en la siesta.
martes, mayo 09, 2006
Un poco de música
Volveré a sentarme con los míos
volveré a compartir mi alegría
volveré pa’ contarte que he soñado
colores nuevos y días claros
volveré pa contarte que he soñao
colores nuevos y dias claros
Poquito a poco de Chambao. El otro día la estaba escuchando y me alegró la jornada, así que aquí la edito, para que haya un poquito de alegría en este blog, que voy a coger fama de depre, sosa y aburría.
volveré a compartir mi alegría
volveré pa’ contarte que he soñado
colores nuevos y días claros
volveré pa contarte que he soñao
colores nuevos y dias claros
Poquito a poco de Chambao. El otro día la estaba escuchando y me alegró la jornada, así que aquí la edito, para que haya un poquito de alegría en este blog, que voy a coger fama de depre, sosa y aburría.
Peregrinación a la tumba de Greta Garbo
Si algo aprecié de Europa fueron sin duda sus cementerios. Para empezar la piedra es maravillosa. Desde que tuve la oportunidad de buscar tumbas de famosos por el Pére Lachaise de París, no soporto el mármol; me parece fuera de lugar.
Desde luego el campo santo parisino es uno de los lugares más maravillosos de la ciudad. Cortázar, Edith Piadf, Chopin (maravillosa tumba), Oscar Wilde, Jim Morrison (con su busto siempre robado), todos descansan allí. Y estoy segura de que durante la noche, sobre todo las de luna llena (por la luz, obvio) montan sus saraos. Imaginen la actividad actividad cultural que deben tener allí con tanto artista enterrado. Probablemente salgan un rato de sus tumbas para estirar, sino los huesos, al menos sí las almas. Montarán sus tertulias a lo Café Gijón o darán esperadísimos conciertos conjuntos entre el siempre joven Morrison y la eterna Piaf. Se lo pasarán pipa, estoy segura.
El encanto de este lugar es precisamente que parece estar encantado. La mayoría de las tumbas, con excepciones, están mal conservadas y la piedra parece caerse a jirones por todas partes. Hojas secas y tumbas abiertas sobre las que la erosión ha borrado las fechas y los nombres. Ostentosas, alegres, humildes o familiares, distintas son las parcelas de cada muerto enterrado allí. Este paisaje lúgubre contrasta con el de los cementerios de Estocolmo.
En uno de ellos, cuyo nombre no recuerdo por razones obvias (mi mente española me impide memorizar palabras con más de tres consonantes seguidas), anda enterrado el pobre primer ministro sueco que mataron, y allí mismo, entre un césped verde, cuidado, perfecto, salpicado de tumbas, se organizan las más curiosas meriendas a las que he podido asistir. En las que el dicho 'el muerto al hoyo, y el vivo al bollo' alcanzan su máxima expresión.
Pero si guardo un buen recuerdo de algún cementerio es sin duda del Skogskyrkogården (he buscado el nombre en el google y lo he copiado, cómo creen si no??), donde está enterrada la Greta Garbo.
Horas, siglos, una tarde entera de metro para arriba y metro para abajo hasta llegar al lugar más cercano desde el que poder accedera pie al cementerio. Atravesamos escampados, evitamos a los controladores de metro (íbamos sin billete) e incluso, nos topamos con una tía, que no sé de donde había salido y que resultó que chapurreaba algo de español.
Al fin, después de tanto esfuerzo, nos encontramos bajo el arco de entrada del cementerio, y conseguimos adentrarnos en él.
Parecía un bosque en el que las tumbas se integraban a la perfección. Si no fuera por la aplastante presencia de las lápidas no hubiera creído nunca que estaba en un cementerio. Alucinante. El sol brillaba y los pajarillos revoloteaban por encima de nuestras cabezas...
Tras un largo caminar entre los muertos, dimos con la tumba de la actriz.
Hago aquí un alto para contar que es curioso... porque un viejo conocido de mis padres, un vasco llamado Urrutia, solía llamarme Greta Garbo cuando era pequeña. Ignoro el por qué ni siquiera guardo un recuerdo nítido de aquello (tenía tres años) y sé más por lo que me contaron, que por lo que guardo en la memoria.
Colocarme entonces delante de la tumba de la Garbo fue toda una experiencia que no sé por qué resultó bastante conciliadora. Como si aquella romería en pleno Estocolmo fuera algo que tenía que hacer, que tenía pendiente. Maktub. Aunque por aquel entonces todavía no lo sabía.
Cogí unas flores y sobre una hoja arrancada de mi pequeña libreta escribí 'Estuve aquí para verte, que la muerte te sea leve'.
Para aquellos que no lo sepan, esta es la maravillosa máscara de Greta Garbo que Gargallo hizo, y que puede visitarse en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía de Madrid.
Desde luego el campo santo parisino es uno de los lugares más maravillosos de la ciudad. Cortázar, Edith Piadf, Chopin (maravillosa tumba), Oscar Wilde, Jim Morrison (con su busto siempre robado), todos descansan allí. Y estoy segura de que durante la noche, sobre todo las de luna llena (por la luz, obvio) montan sus saraos. Imaginen la actividad actividad cultural que deben tener allí con tanto artista enterrado. Probablemente salgan un rato de sus tumbas para estirar, sino los huesos, al menos sí las almas. Montarán sus tertulias a lo Café Gijón o darán esperadísimos conciertos conjuntos entre el siempre joven Morrison y la eterna Piaf. Se lo pasarán pipa, estoy segura.
El encanto de este lugar es precisamente que parece estar encantado. La mayoría de las tumbas, con excepciones, están mal conservadas y la piedra parece caerse a jirones por todas partes. Hojas secas y tumbas abiertas sobre las que la erosión ha borrado las fechas y los nombres. Ostentosas, alegres, humildes o familiares, distintas son las parcelas de cada muerto enterrado allí. Este paisaje lúgubre contrasta con el de los cementerios de Estocolmo.
En uno de ellos, cuyo nombre no recuerdo por razones obvias (mi mente española me impide memorizar palabras con más de tres consonantes seguidas), anda enterrado el pobre primer ministro sueco que mataron, y allí mismo, entre un césped verde, cuidado, perfecto, salpicado de tumbas, se organizan las más curiosas meriendas a las que he podido asistir. En las que el dicho 'el muerto al hoyo, y el vivo al bollo' alcanzan su máxima expresión.
Pero si guardo un buen recuerdo de algún cementerio es sin duda del Skogskyrkogården (he buscado el nombre en el google y lo he copiado, cómo creen si no??), donde está enterrada la Greta Garbo.
Horas, siglos, una tarde entera de metro para arriba y metro para abajo hasta llegar al lugar más cercano desde el que poder accedera pie al cementerio. Atravesamos escampados, evitamos a los controladores de metro (íbamos sin billete) e incluso, nos topamos con una tía, que no sé de donde había salido y que resultó que chapurreaba algo de español.
Al fin, después de tanto esfuerzo, nos encontramos bajo el arco de entrada del cementerio, y conseguimos adentrarnos en él.
Parecía un bosque en el que las tumbas se integraban a la perfección. Si no fuera por la aplastante presencia de las lápidas no hubiera creído nunca que estaba en un cementerio. Alucinante. El sol brillaba y los pajarillos revoloteaban por encima de nuestras cabezas...
Tras un largo caminar entre los muertos, dimos con la tumba de la actriz.
Hago aquí un alto para contar que es curioso... porque un viejo conocido de mis padres, un vasco llamado Urrutia, solía llamarme Greta Garbo cuando era pequeña. Ignoro el por qué ni siquiera guardo un recuerdo nítido de aquello (tenía tres años) y sé más por lo que me contaron, que por lo que guardo en la memoria.
Colocarme entonces delante de la tumba de la Garbo fue toda una experiencia que no sé por qué resultó bastante conciliadora. Como si aquella romería en pleno Estocolmo fuera algo que tenía que hacer, que tenía pendiente. Maktub. Aunque por aquel entonces todavía no lo sabía.
Cogí unas flores y sobre una hoja arrancada de mi pequeña libreta escribí 'Estuve aquí para verte, que la muerte te sea leve'.
Para aquellos que no lo sepan, esta es la maravillosa máscara de Greta Garbo que Gargallo hizo, y que puede visitarse en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía de Madrid.
Cielo sopra Ferrara
lunes, mayo 08, 2006
MOI AUSSI
Si Jose tuvo la delicadeza de conduciros al afilado borde de esta espalda del tiempo y a tomar una buena merienda en el cortijo de la Zarzamora... yo aprovecho este espacio para anunciar la llegada, si bien no al mundo de los blogs, sí al menos a esta red aznalcollera de psicópatas que no paran de ecribir y publicar lo que se les pasa por la cabeza, reconózcanlo chicos, somos un poco así, de una nueva profesional, de una maestra del periodismo y de las conversaciones a medio camino entre la confesión y el gabinete psicológico.
La chica de rosa:
http://cecifromtheblog.blogspot.com/
La chica de rosa:
http://cecifromtheblog.blogspot.com/
Perdón por la banalidad
Hermanos blogeros del mundo... tras cinco intentos he conseguido subir la imagen de mi nuevo dios para compartir con vosotros su belleza (cuánta generosidad cabe en mí). En fin, que ha sido un verdadero coñazo, así que aunque se me haya quedado colgado ese NO... voy a escribir, etc. pues que no voy a corregirlo, que estoy cansá, tocotó, y me voy a casa a ver si termino mis post por entregas.
Saludos desde el otro lado
Saludos desde el otro lado
Canto a la belleza

No voy a escribir mucho porque en estos casos sí es cierto que vale más una imagen que mil palabras, y que me perdonde mi amigo poeta, aunque sé que en el fondo él lo entenderá.
Este es un ejercicio sencillo, sólo les propongo una ruta por el cuerpazo de este guapo actor que ha conquistado mi pequeño corazón (un pareado para esta oda). Deténganse en la profundidad de sus ojos, en esa boca que no invita más que a comérsela (la boca, digo), y ese cuerpazo, que quizás no se adivine en la imagen, pero créanme: en la película, los músculos de la espalda se le marcan bajo el chaleco... una maravilla, un dios hecho de carne y hueso para que los mortales tengamos algo con lo que martirizarnos... La película que protagoniza digamos que no es un peliculón, una comedia romántica al uso, aunque sí es cierto que algo más original que las habituales y con un poco más de calidad (al César lo que es del César)... así que invito a verla (Ojalá fuera cierto es el título) a todos los que estén dispuestos a deleitarse durante una hora y media y a repetir, como mi compi de piso hizo (algún día le dedicaré un post porque se lo merece)... qué boca!!!
Como diría Jose... Pasen y vean, y disfruten
domingo, mayo 07, 2006
To be concluyed...
Ayer mientras cruzaba un semáforo en la Palmera y me adentraba en la peatonal calle Tres de agosto, me sentí como Sarah Jessika Parker rematando un capítulo de Sexo en Nueva York.
Caminaba despacio, la mirada en el suelo y cruzándome con decenas de desconocidos ajenos a mi dolor. Incluso no me faltaba una melodía de fondo que sólo yo podía escuchar gracias a mi flamante MP3 o Naranjito II (si la Zarzamora, la del blog como un cortijo, me lo permite). Sonaba como digo una canción. Era 'No' de Shakira.
Dejaba pues envolver cada paso que daba con aquellas frases que tanto sentido parecían tener. Voy a pedirte que no vuelvas más, dice en un gorgorito la perra libanesa a la que envidio semejante movimiento de caderas. Y precisamente eso acababan de hacer conmigo, pedirme que no volviera, que dejara tiempo (para que hiciera su efecto) al veneno que yo misma inyecté. Así regresaba a casa SOLA, tratándo de resolver la forma tan enrevesada que el Universo tiene a veces de actuar... la forma tan enrevesada que algunas parejas tienen para unirse.
Pensaba en ello, y sin embargo, no hubo remate para el patético capítulo que protagonicé. No hubo moraleja como las de la Carrie en Sexo en Nueva York.
No había nada. Solo mi paso lento entre los extraños, calle Concepción ahora. La voz de Shakira no se fue apagando para que un hipotético espectador pudiera escuchar mi final y salvadora reflexión. La clave para entender la historia no llegaría. Solo yo, buscando la llave en el fondo del bolso. Yo, empujando la pesada puerta del portal, y depués rehuyendo la mirada del espejo en el ascensor.
No hubo final para esta historia sin final.
Solo quedé yo continuando un capítulo que ya había dejado de tener sentido. Ahora la pregunta es: ¿lo tuvo alguna vez?. Hay share suficiente para una segunda temporada.
p.d. Este post lo escribí sobre mi libreta de Jordi Labanda la madrugada del dos de mayo (qué histórica) tras un desencuentro. Hoy no veo la realidad tan negra, pero he querido publicarlo para ser fiel al blog. Y para que conste en acta.
Caminaba despacio, la mirada en el suelo y cruzándome con decenas de desconocidos ajenos a mi dolor. Incluso no me faltaba una melodía de fondo que sólo yo podía escuchar gracias a mi flamante MP3 o Naranjito II (si la Zarzamora, la del blog como un cortijo, me lo permite). Sonaba como digo una canción. Era 'No' de Shakira.
Dejaba pues envolver cada paso que daba con aquellas frases que tanto sentido parecían tener. Voy a pedirte que no vuelvas más, dice en un gorgorito la perra libanesa a la que envidio semejante movimiento de caderas. Y precisamente eso acababan de hacer conmigo, pedirme que no volviera, que dejara tiempo (para que hiciera su efecto) al veneno que yo misma inyecté. Así regresaba a casa SOLA, tratándo de resolver la forma tan enrevesada que el Universo tiene a veces de actuar... la forma tan enrevesada que algunas parejas tienen para unirse.
Pensaba en ello, y sin embargo, no hubo remate para el patético capítulo que protagonicé. No hubo moraleja como las de la Carrie en Sexo en Nueva York.
No había nada. Solo mi paso lento entre los extraños, calle Concepción ahora. La voz de Shakira no se fue apagando para que un hipotético espectador pudiera escuchar mi final y salvadora reflexión. La clave para entender la historia no llegaría. Solo yo, buscando la llave en el fondo del bolso. Yo, empujando la pesada puerta del portal, y depués rehuyendo la mirada del espejo en el ascensor.
No hubo final para esta historia sin final.
Solo quedé yo continuando un capítulo que ya había dejado de tener sentido. Ahora la pregunta es: ¿lo tuvo alguna vez?. Hay share suficiente para una segunda temporada.
p.d. Este post lo escribí sobre mi libreta de Jordi Labanda la madrugada del dos de mayo (qué histórica) tras un desencuentro. Hoy no veo la realidad tan negra, pero he querido publicarlo para ser fiel al blog. Y para que conste en acta.
jueves, mayo 04, 2006
Casualidades. Parte Segunda.
... El profesor miró a Narnia desde lo más profundo de sus ojos azules. Permaneció durante un segundo en silencio y luego volvió a sonreir. "Eso es lo que queremos averiguar".
Pero tendrán alguna sospecha...
Es posible. Pero no te confundas, aunque humanista llevo marcado con fuego el método científico. Quiero decir, que soy muy cauteloso con nuestros avances. De todas formas tengo mis propias ideas. Al margen de lo que el equipo de investigación piensa, considero que la conexión entre Shakespeare y Cervantes fue mayor de lo que se piensa, muy fuerte. Cada uno logró influir en la obra del otro, aunque ni ellos mismos fueran conscientes de esto. Se crean vínculos, sabes? Entre las personas. Quiero decir vínculos visibles, físicos, y si me permites, orgánicos. Esto último explicaría la coincidencia en la fecha de sus muertes. ¿Quieres un poco de agua?
Sí, por favor.
Tomó una apetitosa jarra de agua fresca y mientras la vertía sobre el vaso continuó su lección, un tanto peculiar.
Para que me entiendas: el filing artístico entre Shakespeare y Cervantes fue tal que pasaron, digamos, a otro nivel de unión... una unión mental. Cuando entre dos personas se produce un intercambio muy importante de conocimiento, de experiencias, de puntos de vista puede ocurrir que sus pensamientos se acoplen. El mecanismo de ambos termina siendo el mismo, de la misma forma que al andar con alguien vuestros pasos acaban siguiendo el mismo ritmo. Vuestra mente reacciona ante las mismas cosas y de forma coincidente. Pero todavía queda un nivel más alto, el orgánico que te decía. El primer síntoma puede ser por ejemplo soñar las mismas cosas o escribir una carta a otra persona justo en el mismo momento en que esa persona te escribe a ti. Los sobres se cruzan en el camino. Una bonita coincidencia, ¿no te parece? Luego se puede profundizar más, de forma que uno termina muriendo el mismo día que el otro, o poco después. Vuestros organismos están conectados y uno no puede funcionar sin el otro. En muchos matrimonios ancianos ocurre esto, y se suele decir, 'murió de pena'. Pero no es tan sencillo, al menos no es SÓLO eso.
Sí, pero Shakespeare y Cervantes no pasaron 50 años felizmente casados.
No, ni mucho menos. Lo que denota claramente que estamos ante un caso muy especial. Quizás la respuesta esté en la genialidad de ambos. Es complicado. Pero es bueno que algo quede en blanco, es emocionante que una de las piezas del puzzle no encaje del todo, o que se haya perdido.
Vaya.
Sí, eso mismo.
No te ofendas, pero todo esto me parece un poco NEW AGE, y un poco Kicht también.
Narnia miró al profesor. Volvió a observar su camia remangada hasta el codo. Perfecta y casual al mismo tiempo. Durante un segundo, tuvo la sensación de que aquel tio se estaba quedando con ella por muy profesor que fuera.
La gente tiende a pensar que le estoy tomando el pelo, adivinó él.
No es de extrañar.
No, no lo es.
El profesor miró a Narnia satisfecho. Había conseguido captar la atención de la joven periodista. Parecía una alumna. Llevaba una camiseta de corte romántico que realzaba su cuello. Apetitoso cuello, citó.
Al principio hablaste de casualidades.
No, justo lo contrario. Te decía que dejan de ser simples casualiades en el momento en que responden a algo, en este caso al vínculo que se estableció entre ambos escritores.
Y entonces... todo tiene un por qué, que sé yo, UNIVERSAL... como en El Alquimista de Paulo Coelho, que cada uno cumple su papel en la Gran Historia.
Bueno, fue una buena aproximación la del libro. De todas formas yo no aspiro a tanto. No quiero convencer a nadie de que cada paso que da responde a algo, de lo que sí estoy seguro es de que en el caso de Shakespeare y Cervantes ya va siendo hora de que dejemos de hablar de coincidencias y casualidades; de contextos históricos y culturales indénticos. Hay mucho más.
Durante un instante la joven permaneció en silencio, recreándose algo más de lo necesario en la nota que tomaba. No hacía falta que escribiera literalmente la frase, para eso estaba la grabadora. Sin embargo, joven Narnia, sabías que el profesor te estaba observando y quisiste darle tiempo, ¿verdad? 'Hay mucho más'. Terminaste de escribir y volviste de nuevo a su antención con una sonrisa. El botón de la camisa que llevaba desabrochado de más dejaba ver su pecho imberbe, moreno. De fibra en su punto justo. Apetitoso torso, citaste.
Después de un rato conversando en el escritorio, cada uno a un lado, con la frontera de madera guardando las distancias. Decidisteis mudaros a la otra mesa, la circular amplia y limpia de papeles, donde silla junto a silla no había límites.
No sé por donde empezar. Tengo muchos textos que podrían servir para ilustrar lo que digo. Pero claro, hay que tener en cuenta que para encontrar hay que saber lo que se busca. A veces las cosas están delante de nuestras narices y no hay nada que podamos hacer por verlas, si nuestra mente no está alerta, preparada para hallarlas.
Pero tendrán alguna sospecha...
Es posible. Pero no te confundas, aunque humanista llevo marcado con fuego el método científico. Quiero decir, que soy muy cauteloso con nuestros avances. De todas formas tengo mis propias ideas. Al margen de lo que el equipo de investigación piensa, considero que la conexión entre Shakespeare y Cervantes fue mayor de lo que se piensa, muy fuerte. Cada uno logró influir en la obra del otro, aunque ni ellos mismos fueran conscientes de esto. Se crean vínculos, sabes? Entre las personas. Quiero decir vínculos visibles, físicos, y si me permites, orgánicos. Esto último explicaría la coincidencia en la fecha de sus muertes. ¿Quieres un poco de agua?
Sí, por favor.
Tomó una apetitosa jarra de agua fresca y mientras la vertía sobre el vaso continuó su lección, un tanto peculiar.
Para que me entiendas: el filing artístico entre Shakespeare y Cervantes fue tal que pasaron, digamos, a otro nivel de unión... una unión mental. Cuando entre dos personas se produce un intercambio muy importante de conocimiento, de experiencias, de puntos de vista puede ocurrir que sus pensamientos se acoplen. El mecanismo de ambos termina siendo el mismo, de la misma forma que al andar con alguien vuestros pasos acaban siguiendo el mismo ritmo. Vuestra mente reacciona ante las mismas cosas y de forma coincidente. Pero todavía queda un nivel más alto, el orgánico que te decía. El primer síntoma puede ser por ejemplo soñar las mismas cosas o escribir una carta a otra persona justo en el mismo momento en que esa persona te escribe a ti. Los sobres se cruzan en el camino. Una bonita coincidencia, ¿no te parece? Luego se puede profundizar más, de forma que uno termina muriendo el mismo día que el otro, o poco después. Vuestros organismos están conectados y uno no puede funcionar sin el otro. En muchos matrimonios ancianos ocurre esto, y se suele decir, 'murió de pena'. Pero no es tan sencillo, al menos no es SÓLO eso.
Sí, pero Shakespeare y Cervantes no pasaron 50 años felizmente casados.
No, ni mucho menos. Lo que denota claramente que estamos ante un caso muy especial. Quizás la respuesta esté en la genialidad de ambos. Es complicado. Pero es bueno que algo quede en blanco, es emocionante que una de las piezas del puzzle no encaje del todo, o que se haya perdido.
Vaya.
Sí, eso mismo.
No te ofendas, pero todo esto me parece un poco NEW AGE, y un poco Kicht también.
Narnia miró al profesor. Volvió a observar su camia remangada hasta el codo. Perfecta y casual al mismo tiempo. Durante un segundo, tuvo la sensación de que aquel tio se estaba quedando con ella por muy profesor que fuera.
La gente tiende a pensar que le estoy tomando el pelo, adivinó él.
No es de extrañar.
No, no lo es.
El profesor miró a Narnia satisfecho. Había conseguido captar la atención de la joven periodista. Parecía una alumna. Llevaba una camiseta de corte romántico que realzaba su cuello. Apetitoso cuello, citó.
Al principio hablaste de casualidades.
No, justo lo contrario. Te decía que dejan de ser simples casualiades en el momento en que responden a algo, en este caso al vínculo que se estableció entre ambos escritores.
Y entonces... todo tiene un por qué, que sé yo, UNIVERSAL... como en El Alquimista de Paulo Coelho, que cada uno cumple su papel en la Gran Historia.
Bueno, fue una buena aproximación la del libro. De todas formas yo no aspiro a tanto. No quiero convencer a nadie de que cada paso que da responde a algo, de lo que sí estoy seguro es de que en el caso de Shakespeare y Cervantes ya va siendo hora de que dejemos de hablar de coincidencias y casualidades; de contextos históricos y culturales indénticos. Hay mucho más.
Durante un instante la joven permaneció en silencio, recreándose algo más de lo necesario en la nota que tomaba. No hacía falta que escribiera literalmente la frase, para eso estaba la grabadora. Sin embargo, joven Narnia, sabías que el profesor te estaba observando y quisiste darle tiempo, ¿verdad? 'Hay mucho más'. Terminaste de escribir y volviste de nuevo a su antención con una sonrisa. El botón de la camisa que llevaba desabrochado de más dejaba ver su pecho imberbe, moreno. De fibra en su punto justo. Apetitoso torso, citaste.
Después de un rato conversando en el escritorio, cada uno a un lado, con la frontera de madera guardando las distancias. Decidisteis mudaros a la otra mesa, la circular amplia y limpia de papeles, donde silla junto a silla no había límites.
No sé por donde empezar. Tengo muchos textos que podrían servir para ilustrar lo que digo. Pero claro, hay que tener en cuenta que para encontrar hay que saber lo que se busca. A veces las cosas están delante de nuestras narices y no hay nada que podamos hacer por verlas, si nuestra mente no está alerta, preparada para hallarlas.
miércoles, mayo 03, 2006
EL BESO

Y existe también ese chico que es la razón por la que cada mañana te levantas y vas al instituto...
Como yo tengo mi lado algo ñono, superficial, hortera... umm, la verdad es que esto no sé donde encuadrarlo. Como yo tengo, digo, lo que hay que tener para disfrutar de una comedia romántica de estas americanas típicas (en las que al final, siempre hay alguien que inicia un patético aplauso, ya saben...), la otra tarde me quedé viendo una.
Ya la conocía (es lo que tiene el Plus, que repite mucho), pero me apeteció volver a tragarme el final empalagoso, principalmente porque el prota es de lo más mono.
Nunca me han besado era el título de la peli (lo sé, es lo peor) y trata de una joven reportera que regresa al instituto haciéndose pasar por alumna para escribir un artículo sobre las inquietudes de los jóvenes, sus formas de vida, etc.
Todos los estereotipos se reproducen en el film: las guapas malas, el deportista, la rubia tonta, los empollones y existe también ese chico por el que te levantas cada mañana y vas a clase... Eso decía.
Me quedé pensando en la frase algo emocionada, la verdad, porque me trajo de nuevo a aquel joven al que yo observaba siempre de lejos con una avidez casi obsesiva y preocupante (pienso ahora con el Tiempo).
Lo tengo en la mente, tengo grabada su forma de andar por los pasillo salmón del IES, su carpeta amarilla, la caída de sus vaqueros, lo bien que le resbalaba el flequillo por la cara... y pienso que la primera (y probablemente única) locura que hice en mi adolescencia la hice por él. Marcharme un domingo imborrable de lluvia a su pueblo y esperar nerviosa una cita que parecía no llegar nunca. Recuerdo los escasos minutos en los que estuvimos a solas, él y yo, intentando refugiarnos del agua en el escaparate de un confesionario Mercedes, con un beso que nunca llegó y que se quedó colgado de nuestras bocas.
Recuerdo su preciosa mirada sobre mi, con una media sonrisa, pensando probablemente que no era más que una cría.
Estos dos no llegan, dije refiriéndome a mi amiga y a su amigo, que andaban también perdidos en otro portal, aunque a ellos, supe luego, no se les quedó ningún beso colgado.
Qué quieres hacer tú. Y lo dijo invitándome a algo, esperando quizás una señal, un brillo en los ojos, una sonrisa pícara... O tal vez esperaba silencio, tal vez si me hubiera callado se habría acercado a darme el inolvidable primer beso (uy, qué cursi esto).
Pero no.
¿Volvemos?, hablé.
De acuerdo.
Así que abandonamos aquel concesionario paradisíaco y regresamos bajo la lluvia a la discoteca donde finalmente encontramos a los otros.
No es que me arrepienta. Las cosas salieron así, y así tenían que ser. No es que el momento sea menos emotivo o especial por su final algo insulso. Ni mucho menos. Aunque sí es cierto que a veces me pregunto qué habría pasado si no hubiera formulado yo aquel ¿volvemos? ¿Tan diferente podría ser todo? ¿Estaría escribiendo yo en este blog?
Recuerdo aquel tiempo que parecía detenido en el concesionario, los dos con las cabezas apoyadas sobre el escaparate que nos daba un poco de luz en aquella noche cerrada. Recuerdo esa escena como si la acabara de vivir y pienso que realmente es difícil saber, incluso con el paso de los años, qué momentos fueron los realmente importantes. En qué segundo de nuestras vidas, éstas tomaron un rumbo u otro. Qué silencios fueron los decisivios.
PD. Aquel domingo de lluvia tuvo su propia banda sonora, 'La margarita dijo no' de Alejando Sanz sonó al menos cuatro veces en mi paso por las calles de Guillena.
miércoles, abril 26, 2006
Casualidades. Parte Primera.
Aquella mañana, sus pantalones ya estaban demasiado sucios.
"Ya están demasiado sucios", se dijo mientras los observaba agarrándolos por la cintura. "A la lavadora!!!!".
Y así fue como la joven Narnia se decidió a abrir las puertas de su armario y a sacar, del fondo a la izquierda, su mini falda vaquera. Un capricho de ya hacía dos temporadas que solía dejar reservado para las ocasiones más especiales. "Esto es una emergencia" pareció decirle a la prenda, como si intentara justificar que la sacara del letargo en el que normalmente la tenía sumida. Menos mal que fuera hacia calor.
En realidad es un buen día para llevarla, volvió a justificarse.
Se enfundó las piernas en sus medias muy tupidas (siempre) y salió con algo de prisa de su apartamento. Destino: la facultad de Humanidades. Objetivo: poder entrevistar a cierto profesor de Literatura (no aquel con el que todavía soñaba, éste era otro) para el reportaje de fin de semana.
Atravesó el campus, y pronto dio con el edificio. Primera planta a la derecha.
Última puerta del pasillo.
El profesor firmaba compulsivamente algunos papeles. El despacho era grande. Además de la mesa escritorio disponía de otra redonda y amplia con varias sillas a su alrededor en la que solían celebrarse las reuniones del departamento. En la pared, un corcho con algunas postales salteadas. Imágenes tremendamente modernas que se entremezclaban con paisajes en sepia, con rostros femeninos de belleza antigua. El hombre levantó la vista de los folios y sonrió ampliamente cuando descrubrió a Narnia bajo el marco de la puerta.
"Pasa, pasa..."
Sudaba un poco. Él sudaba un poco. Lo vio en el brillo de su frente, en la camisa remangada hasta el codo, en el botón de más que llevaba desabrochado. La verdad es que allí hacía calor.
"Hace calor aquí, perdona. Tenemos un problema con la calefacción, imaginate, ha saltado, se ha puesto a funcionar, y ahora no hay técnico que la pare", dijo con la sonrisa todavía amplia, despreocupada. Parecía feliz a pesar de que efectivamente a los cinco minutos el calor era insoportable allí. Suerte que te pusiste hoy la mini y una camiseta de manga corta.
"Menos mal que llevo manga corta".
Empezamos cuando quieras.
Bien.
Bien.
Por ejemplo, me hablaste por teléfono de una investigación centrada en...
Sí, en Miguel de Cervantes. Un estudio de su obra pero siempre en relación a la de Shakespeare. Conoces las coincidencias, no?
Sí, lo de la fecha de la muerte de ambos.
Eso mismo. Pues hay otras más. Muchas más. La verdad es que los dos fueron tipos muy interesantes. Así que nuestro equipo ha cogido sus textos, y los ha comparado, y créeme si te digo que hay mucho material del que tirar. Es asombroso. Habrá gente que piense que sólo son casualidades, pero nosotros hemos abordado este trabajo desde una perspectiva más científica. Se llega a un punto en el que es imposible seguir pensando que sólo son fruto del azar.
¿Y entonces qué son?
El profesor miró a Narnia desde lo más profundo de sus ojos azules. Permaneció durante un segundo en silencio, y luego volvió a sonreir. "Eso es lo que queremos averiguar".
Pero tendrán alguna sospecha...
Es posible. Pero no te confundas, aunque humanista llevo marcado con fuego el método científico...
martes, abril 25, 2006
Los otros
En estos días de tiempos oscuros me he acordado de un relato de Julio Cortázar que leí hace años, y del que a penas me queda la impresión que me causó. Es una historia triste, que habla de dos ancianos que, de un día para otro, empiezan a escuchar extraños ruidos en una de las habitaciones de su casa. Deciden pues, eliminarla de sus quehaceres diarios. No vuelven a entrar en ella, no se asoman, no se acercan siquiera a la puerta de entrada. Pensaba el matrimonio que de esta forma estaría a salvo; sin embargo, los ruidos resurgen en una nueva habitación, por lo que ya son dos, las que quedan aisladas. El salón, la cocina, el pequeño cuarto de baño... los pobres viejos poco a poco van siendo arrinconados en su propia casa, huyendo de aquellos sonidos, de aquellas voces, de aquellos ruidos que atormentaban su vida diaria. Hasta que finalmente, apenas les queda una losa de hogar, sobre la que terminan muriendo (bueno este final de la muerte, la verdad es que me lo he inventado... no recuerdo con seguridad que murieran pero tampoco creo que el final verdadero del relato fuera menos trágico).
También me he acordado hoy, de una noche en París, cuando hablaba en mi maravilloso piso de 40 metros cuadrados con el eterno becario. Un buen amigo que se confesó amante de Cortázar y al que hablé de esa misma historia por ser, dicho sea de paso, lo poco que conocía del escritor (mea culpa), y que con emoción verdadera me lanzó: "Claro, es magnífico ese relato, habla de la dictadura". Así que: ¡AH JÁ! De la dictadura; claro... todo adquiere sentido, y más belleza aún.
La pregunta es:
¿Y si el futuro fuera como una especie de dictadura, que desconocemos, que no sabemos qué nos deparará; a la que igual tenemos que enfrentarnos SOLOS (y cuando digo solos, digo solos), y que termina por arrinconarnos ante nuestra incapacidad de enfrentarnos a ella? Terminamos entonces como pasas, en un pequeño rincón, prisioneros de nuestro propio miedo, preguntándonos sin cesar qué había tras la puerta, a quién pertenecían las voces, de dónde provenían los ruidos...
De verdad, intento ser optimista, pero es que no me sale... (uy, esto me recuerda a otra historia, a ver si mi lector lo averigua)
viernes, abril 21, 2006
El secreto
Querido lector,
Hará poco más de un año vi, junto a mi madre (mi fiel compañera de los fines de semana en Aznalcóllar), una especie de relato de terror televisivo, una extraña pieza a caballo entre el telefilm basado en hechos reales de Antena 3 por la tarde y el cortometraje. Era en Canal+. Lo cierto es que la historia no era nada terrorífica, e incluso me atrevería a decir que tenía un punto periódístico (enseguida sabrás por qué)...
Estados Unidos. Una ciudad cualquiera, de esas que parecen pueblos. Dos chicos y una chica que marchan alegremente por la carretera. De repente el coche se sale de la calzada y termina en el fondo de un lago. Mi madre y yo veíamos cómo el agua engullía el vehículo y como después volvía todo a quedarse quieto, sin a penas una ondulación. Cinco segundos después los tres jóvenes salen a la superficie, y nadan como pueden hasta la orilla. Están bien, sanos y salvos.
Pasan los días. Han ocultado el accidente por miedo al enfado del padre propietario real del coche. Y sin que recuerde por qué, los tres deciden ir por cuenta propia al lago a tratar de recuperar algo del coche, o quizás fuera éste mismo lo que intentaban sacar para poder arreglarlo, o vete tu a saber qué podía estar en la cabeza de estos yankis que no se caracterizan precisamente por pensar... En fin, cuál es su sorpresa, cuando en la primera incursión a las profundidades marinas, descubren sus tres cuerpos, muertos, en el interior del auto. Descomponiéndose. Sin salvación.
Al borde del infarto, regresan una vez más a la orilla. Y en un minuto de lucidez mental, no conocido hasta el momento en adolescentes norteamericanos, deducen que como sus cuerpos no han salido a la superficie, como nadie sabe que el accidente ha ocurrido, efectivamente es como si no hubiera pasado nunca. Por eso siguen vivos, por eso se mantienen en un extraño estado de vida, que a dos de ellos les vale, pero que a uno (profundamente religioso) le crea ciertos problemas existenciales (yo lo entiendo, imagináte la situación). Tras discutir, debatir, pelearse hasta el empujón, los dos egoístas (por llamarlos de alguna forma) planean hundir definitivamente el coche y los cadáveres para que nunca jamás puedan ser encontrados y ellos puedan seguir con sus vidas de 'vivos' normales. El otro sin embargo está convencido de que lo que están haciendo va en contra de los designios divinos, y les anima a hacer todo lo contrario a reflotar el auto y a acabar con sus vidas porque precisamente era eso lo que Dios había pensado para ellos. Y como todo el mundo sabe... los caminos del Señor son insondables. Pasan de él y de Él, y se marchan cargados de cemento para hundir sus muertes para siempre.
Pero nada es tan fácil... El otro no se da por vencido, y acude a la escena para reivindicar, cual Ramón San Pedro, su derecho a la muerte. Forcejean, y en medio de la lucha marina, paradojicamente los cuerpos de aquellos que querían vivir salen a la superficie y mueren para siempre. Sin embargo, aquel religioso, el de los problemas de conciencia, consigue su segunda oportunidad al quedar su cadaver para siempre atrapado en el coche y en lo más profundo del lago, de donde nunca más podrá salir. The End.
Sí, lector, sé que es predecible. Y sí, lo reconozco, el film no era nada bueno. Pero me hizo pensar en eso que precisamente durante cuatro años me han repetido en la Facultad de Ciencias de la Información. Que aquello de lo que no se habla (en los medios, se entiende) no existe. El ejemplo más socorrido era el de las 1.500 guerras que hay en el mundo y de las que nada se dice, de las que nada se sabe, como si esos muertos no murieran, como si sus cuerpos estuvieran atrapados en el fondo de un lago, el de la indiferencia del Hombre.
Quizás por eso todos llevamos tantos secretos dentro, quizás por eso insistimos en guardar algo dentro de alguna caja oscura, como los habitantes de The Village, para que no sean verdad del todo; y requerimos de un tiempo interior antes de colocarnos delante del espejo y pronunciar la frase parándonos en cada sílaba, despidiéndonos de lo que hasta el momento NO era, y que ya ahora sí que está ahí: otra sombra, otro esqueleto en el armario, otra mano debajo de la cama, de esas que te agarran por los tobillos cuando menos lo esperas y te arrastran irremediablemente, por más que chilles y patalees, hasta la realidad.
Lunes Santo en Triana, Claro que sí!!
Sé que nadie me creerá, pero para variar un poco quiero escribir algo alegre... Llevo días con la idea en la cabeza, dandole vueltas, pensando como plasmar lo que quiero, y he decidido que sea lo que sea, voy a liberar este post del visillo negro que últimamente lo cubre todo, o sólo son mis ojos los que están cubiertos????
Y continuando con esta inyección de energía positiva, también quiero dejar constancia de que esta es una forma de dar las gracias. Es curioso... De hecho, últimamente todo lo que sucede a mi alrededor resulta llamativo, interesante, cosas de esas, de las que te obligan a hacer un paro mental y a decir, efectivamente, qué curioso...
A lo que iba, quiero dar las gracias a dos personas. Dos hombres, ummm, de cuyas manos hablé en el primer post que dejaba en esta, siempre humilde, espalda del tiempo, ignorando por aquel entonces que protagonizaría con ellos ese Lunes Santo en Triana, claro que sí.
Seré breve, ignoraré el Barroco, y que la Semana Mayor de Sevilla me perdone:
Al hombre de la sonrisa amable, siempre, amable. Al de mirada limpia y manos trabajadas. Al protector, al ángel guardián de cinco camas. A él, por devolverme el tiempo pasado. Por recuperar el tiempo perdido... Imaginénse todo lo que eso significa para mi, que he dedicado en cuerpo y alma cada segundo de mi adolescencia en dar con la receta propia de alquimistas capaz de semejante hazaña (luego me di por vencida). Lo observé caminar con su túnica blanca e implecable, con el escudo sobre el pecho, qué tanto significa por el simple hecho de conocerlo tan bien; como un guerrero, con sus convicciones, con su particular recogimiento y sus calladas promesas. Tan cercano e inaccesible, a veces. Nazareno ejemplar, que parecía haberse escapado de las viejas fotografías que rulan en un cajón de casa. Donde aparezco yo misma, pequeña, con la mirada todavía sin sombras, con la inocencia revoloteando por el filo de mi vestido hasta las rodillas... Lo observaba de soslayo, y efectivamente era como si las agujas del tiempo hubieran girado miles de veces hacia atrás, veloces, rápidas, para devolverme, aunque solo fuera durante un instante, al pasado.
Gracias, pues.
Al hombre de sonrisa maliciosa, pícara, siempre con una ironía en la punta de la lengua. Al de mirada azul y manos de pianista. Siempre con una Ley de la Física en el bolsillo. Con la buena estrella flotando sobre su cabeza como una aureola, que también protege al que camina con él. Cómplice de cada broma, de cada pensamiento; lector sincero; compañero ideal para un Lunes Santo en Triana, claro qué sí... A él le debo la renovación de ese día, que parece repetirse idéntico y que sin embargo no puede ser más diferente cada vez.
Es curioso (de nuevo) uno representaba el pasado, familiar, cercano; el otro, complementando, era lo novedoso, la actualización de un sentir que, tengo que decirlo, quedó materializado a la perfección en un nuevo aroma, mezcla de dos: el del azahar (tan propio) y el de Ultraviolet, tan propio también y que me llegaba a ráfagas cada vez que dejaba caer el peso de todo mi cansancio (el que se siente por dentro y por fuera) sobre el hombro de mi amigo.
Gracias, pues.
Sí, lo sé. La verdad es que al final no ha quedado algo excesivamente alegre, pero es esperanzador, no? Algo es algo, Tiempo al Tiempo...
pd. No me quedaré con las ganas de decir, que el misterio de San Gonzalo, nuestro querido Señor en su soberano poder ante Caifas... sigue llevando la mejor cuadrilla de costaleros de toda Triana, y toda Sevilla, Claro que sí!!!!!!
lunes, abril 17, 2006
A veces la mañana (del lunes) ayuda
Siguiendo la línea de originalidad que llevo en este humilde blog, me he permitido el lujo de tomar prestado el título que José Saramago da a una de esas crónicas maravillosas de este mundo y del otro que tan buenos recuerdos a mi me traen...
En fin, he de reconocer que la del domingo fue una mañana triste, gris ( a pesar de que el sol brillaba), estaba tan hundida en mi 'porca miseria' que decidí colarme de nuevo en mi cama y hacer lo que otros muchos días a todos nos apetece hacer, esto es, taparme enterita con las sábanas y no dejar más que un ojo asomado a la realidad, alerta, por si algo sucede...
Me lamentaba yo de mi misma, cuando la insistencia de mi madre me sacó irremediablemente de mi estado de entimismamiento (lástima que tu no puedas leerlo, lástima que tu nunca sepas, lástima que no conocerás jamás...), viendome obligada a echarme a la calle con la mente algo perdida, con la sonrisa torcida y con los rizos caídos... (lo que no consiga una madre!!!).
"Pero lo peor, pensaba ya por la tarde, está por llegar". Si la mañana del domingo había sido desastrosa hasta el suicidio, imaginénse la del lunes. Sobre todo cuando hacía NUEVE días que no daba un palo al agua, y debía enfrentarme una vez más a los pormenores del trabajo, a los pequeños esfuerzos que cada día cuestan más: buscar un teléfono en la agenda, llamar, saludar como si ese instante fuera de felicidad absoluta cuando lo que realmente te apetece es mandar a tomar por culo al que escucha al otro lado, explicar cien mil veces a tu jefe en qué consiste tu noticia del día; una condena lenta, infatigable, letal como la muerte dulce.
Llegué a la redacción, algo despistada, todavía con la tristeza pisándome el bajo de los pantalones, y sin embargo, lo primero que encontré fue una sonrisa, dos, tres...
No es la primera vez que esto ocurre, pero esta mañana (no sé por qué) no lo esperaba, por lo que fue una doble, triple sorpresa la que me llevé, y también una doble, triple lección. Esa misma de Saramago, que a veces la mañana ayuda, que todavía podemos tener esperanza en el lunes y en la gente que nos rodea... que siempre hay un motivo para seguir con las llamadas, con la búsqueda en las agendas, con las explicaciones y las justificaciones. Que todavía cuando el teléfono suena, pueden sorprenderte, aunque no sea la voz más esperada, y todavía quede un resquicio de cielo azul oscuro, casi negro, al fondo del cajón.
En fin, he de reconocer que la del domingo fue una mañana triste, gris ( a pesar de que el sol brillaba), estaba tan hundida en mi 'porca miseria' que decidí colarme de nuevo en mi cama y hacer lo que otros muchos días a todos nos apetece hacer, esto es, taparme enterita con las sábanas y no dejar más que un ojo asomado a la realidad, alerta, por si algo sucede...
Me lamentaba yo de mi misma, cuando la insistencia de mi madre me sacó irremediablemente de mi estado de entimismamiento (lástima que tu no puedas leerlo, lástima que tu nunca sepas, lástima que no conocerás jamás...), viendome obligada a echarme a la calle con la mente algo perdida, con la sonrisa torcida y con los rizos caídos... (lo que no consiga una madre!!!).
"Pero lo peor, pensaba ya por la tarde, está por llegar". Si la mañana del domingo había sido desastrosa hasta el suicidio, imaginénse la del lunes. Sobre todo cuando hacía NUEVE días que no daba un palo al agua, y debía enfrentarme una vez más a los pormenores del trabajo, a los pequeños esfuerzos que cada día cuestan más: buscar un teléfono en la agenda, llamar, saludar como si ese instante fuera de felicidad absoluta cuando lo que realmente te apetece es mandar a tomar por culo al que escucha al otro lado, explicar cien mil veces a tu jefe en qué consiste tu noticia del día; una condena lenta, infatigable, letal como la muerte dulce.
Llegué a la redacción, algo despistada, todavía con la tristeza pisándome el bajo de los pantalones, y sin embargo, lo primero que encontré fue una sonrisa, dos, tres...
No es la primera vez que esto ocurre, pero esta mañana (no sé por qué) no lo esperaba, por lo que fue una doble, triple sorpresa la que me llevé, y también una doble, triple lección. Esa misma de Saramago, que a veces la mañana ayuda, que todavía podemos tener esperanza en el lunes y en la gente que nos rodea... que siempre hay un motivo para seguir con las llamadas, con la búsqueda en las agendas, con las explicaciones y las justificaciones. Que todavía cuando el teléfono suena, pueden sorprenderte, aunque no sea la voz más esperada, y todavía quede un resquicio de cielo azul oscuro, casi negro, al fondo del cajón.
domingo, abril 09, 2006
Tres oseas por el golf (vol. II)

Nada sabe mejor que una patata frita después de una larga jornada de golf. Su crujiente textura y ese delicioso toque que la sal deja en el paladar. Si a eso sumamos una Coca Cola con hielo y con la imprescindible rodaja de limón, estaríamos en situación de decir que eso es el culmen de la felicidad del pijo alemán que se acerca a un hotel cualquiera de El Portil (me abstengo de dar nombres) para pasar su fin de semana, dejando cantidades ingentes de dinero a cambio de llevarse un poco de ese maravilloso sol que solo brilla por aquí, en este culo de Europa o paraíso sureño, según se mire.
Dicho esto, añado que el sábado pasado tuve la oportunidad de experimentar esa sencilla felicidad: las burbujas alimonadas de mi Cola mezclándose con la sal de las patatas fritas (las mejores); un placer hasta ahora vetado para mí, y que por azar se me presentó en forma de mail en la bandeja de entrada de mi correo electrónico. Tecleé mi nombre y se lo devolví al remitente. Listo. Ya formaba parte de la privilegiada lista de chicos y chicas Joly que iríamos a jugar al golf por cortesía de idem.
Así que allí estaba yo, rodeada de personajes que parecían haber sido sacados de Match Point (gente guapa, rica y con suerte) que empujaban sus carritos con todas las clases habidas y por haber de palos de golf, y que hablaban riendo, con el sol frunciendo un poco sus miradas en ese estado de felicidad absoluta, que por fortuna, a todos nos roza alguna vez, quizás no en un campo de golf, pero sí en un café, sentados en el banco de un parque, en el aula de la facultad, corriendo por el Boulevard Saint Michel para no perder el Noctambus, incluso en la redacción de un periódico...
Fue un grupo totalmente heterogéneo el que finalmente se presentó en las instalaciones golfistas del hotel, y tal vez, esa inusitada variedad fue la que propició que la jornada fuera de risas, de fallos, de concentraciones, de juegos, de parejas, de banderines, de pequeñas pelotas blancas (sí, rateé una, y la vergüenza llegó a mi vida cuando al final el propio hotel tenía unas cuantas nuevas reservadas para regalárnoslas) y finalmente, de vencedores y vencidos.
Cuando a las 9.05 de la mañana, Fran info me recogió con su flamante coche en la mismísima puerta de mi casa, no pensé nunca que el día sería tan estupendo. No pensé que podría ser feliz con aquella felicidad prestada de alemanes adinerados que parecen no tener otra cosa mejor que pasearse por nuestras costas (uy, que xenofóbico me ha quedado esto) y sin embargo así fue. Aprendí a saborear el regusto que el salado de la patata frita te deja en la boca tras el primer sorbo de Coca, sentí el peso de la pelota de golf, y la sensación maravillosa de verla volar (cuando consigues darle, algo que no es tan fácil como parece) lejana y libre sobre un césped verde, que te quiero verde, para finalmente verla caer, lejos, muy lejos...
Cuando escribí el título del vol.I, pensaba que mi día de golf, mi primer día de golf, sería algo tonto que propiciaría un post a lo Pocholo y Borja Mari, sin embargo, ahora veo las cosas tras el serio cristal de la experiencia. Con todo, no me quedaré con las ganas de finalizar diciendo, tal y como tenía pensado, aunque ahora con más respeto: "Chicos, tres oseas por el golf. ¡Osea, osea, osea!"
martes, abril 04, 2006
Opositores al borde de un ataque de nervios
A Justo y a Luisa,
ellos saben por qué
Sí, lo sé. El título no es nada original... pero, por más que lo pienso no hay nada mejor que describa la situación en la que se encuetran estos seres apartados de la realidad que sólo se comunican en clave de unidades didácticas, programaciones y largos temarios... Pero no es de ellos precisamente de los que quiero hablar, más bien este post es un mensaje de esperanza dirigido a todos aquellos padres, hermanos, amigos, familiares cercanos, vecinos, compañeros de trabajo, novios, maridos o mujeres de opositores que sufren en silencio la psicosis en las que se hayan sus seres queridos, a los que a veces es difícil reconocer pues tal es el estado de degradación en el que están sumidos.
Familiares de opositores del mundo: las convocatorias ya han salido, la cuenta atrás ya se ha iniciado, ya queda menos para que toda esta pesadilla acabe. Pronto seréis liberados...
Hasta entonces, buena suerte.
ellos saben por qué
Sí, lo sé. El título no es nada original... pero, por más que lo pienso no hay nada mejor que describa la situación en la que se encuetran estos seres apartados de la realidad que sólo se comunican en clave de unidades didácticas, programaciones y largos temarios... Pero no es de ellos precisamente de los que quiero hablar, más bien este post es un mensaje de esperanza dirigido a todos aquellos padres, hermanos, amigos, familiares cercanos, vecinos, compañeros de trabajo, novios, maridos o mujeres de opositores que sufren en silencio la psicosis en las que se hayan sus seres queridos, a los que a veces es difícil reconocer pues tal es el estado de degradación en el que están sumidos.
Familiares de opositores del mundo: las convocatorias ya han salido, la cuenta atrás ya se ha iniciado, ya queda menos para que toda esta pesadilla acabe. Pronto seréis liberados...
Hasta entonces, buena suerte.
lunes, abril 03, 2006
Un post... con su poquito de poesía
No tengo ambiciones ni deseos,
ser poeta no es una ambición mía,
es mi manera de estar solo
F.P
Tu frialdad
La distancia no es olvido,
el olvido es no volver...
Alejandro Sanz
Y a pesar de todo, él va y me dice Ni tu destino ni el mío se han cumplido aún... ¿Y acaso es posible? ¿Puedo mantener un destino abierto como un balcón por el que saltar cuando me canse de este presente mío? ¿Puedo hacer un alto, y después proseguir, dejando en ese punto una seña, un jirón de vestido o un zapato de cristal, que permita al príncipe de mis días lejanos buscarme de nuevo? ¿Podría yo deshacer el camino andado? Y si lo hiciera... ¿continuaría él allí?
Autant de questions qui méritent des réponses...
Te esperaré siempre, le dice Julia Ormond a Pitt cuando éste se marcha en aquellas (algo empalagosas) 'Leyendas de Pasión', y al cambo del tiempo, cuando Brad regresa (después de haberse acostado con medio planeta) y la busca, descubre que ella se ha casado con otro (con su hermano, qué fort!). La joven compungida, nada más verlo, le murmura sollozando: 'Siempre' resultó ser demasiado tiempo.
Le tomo la palabra y pienso que lo más probable es que mi príncipe lejano ande ya con una madrastra a la que tarde o temprano tendré que mirar a la cara y decirle "Muy bien, tu ganas; es tuyo".
Y yo me iré... Princesa sin príncipe. Y cuando nadie mire, haré una nueva muesca en el cinturón: otro más para mi amarga y negra espalda del tiempo.
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