martes, diciembre 26, 2006

Feliz Navidad

En fin, ya sé que en estas fechas hay mucho de todo. Mucho gasto, mucho viaje, muchos accidentes (lo sé soy un poco macabra, pero es que es así), muchas despedidas, muchas bienvenidas, muchos besos, abrazos, mucha hipocresía también, mucho consumismo… lo que decía, mucho de todo. Sin embargo, y a pesar de que también son muchos los que odian esta época (sus motivos tendrán), me parecía feo no dejar constancia de la Navidad en la Negra Espalda del Tiempo. Sobre todo porque es la primera que paso desde aquí, y porque se acerca el momento de mi primer aniversario bloguero… (bueno, aún queda, pero ya está más cerca). El 2006 ha sido un año curioso, que no comenzó muy bien y que sin embargo va a terminar como nunca lo ha hecho. Estoy emocionada, feliz y, sobre todo, en paz con el Universo, como si después de mucho buscar, hubiera dado al fin con el camino de baldosas amarillas… No sé como resultará el 2007, pero al menos puedo decir que lo comienzo con mucha ilusión y muchos proyectos. Sé que es un tópico típico, pero esta época es muy propia para los tópicos.
¡Hermanos, es Navidad, y os deseo lo mejor!

lunes, diciembre 18, 2006

Obras

Obras, ¿quién las quiere? Lo trastocan todo. Nos hacen salir de la rutina, del ‘todo bajo control’ del día a día. Paradas de bus cambiadas, calles cortadas, polvo, ruido, aceras levantadas que nos obligan a caminar por pasarelas desequilibradas montadas por un grupo de albañiles presionados para que todo este listo antes de las municipales. Y sin embargo, cuando esta mañana desemboqué cual río de mala leche en la Plaza Nueva (eran las nueve de la mañana y sólo tenía un café en el cuerpo), sentí que había merecido la pena, y eso que quien abajo firma es una sevillana en el exilio y no una sufridora directa del efecto devastador que durante meses han provocado las obras en la capital andaluza. Pero aún así, digo, ha merecido la pena. Y lo habrá merecido para todos los que tengan la oportunidad de pasear por la céntrica plaza con el frío cortando el rostro, y el solecito aliviando un poco, con las jardincillos plagados de flores de Pascua, y la exposición de esculturas gigantes que parecían haberse escapado de la Antigüedad. El Bélén, precioso, del Ayuntamiento. Y sobre todo la visión de la colosal Avenida de la Constitución, sin coches, preparada para acoger en sus seno a los peatones con las huellas del futuro tranvía. Qué espectáculo.
No sé si es la Navidad, no sé si es el amor, o a caso la tarde con mi sobrina lo que ha ablandado mi corazón, pero lo cierto es que considero que, efectivamente, tanta lata y tanto albañil suelto piropeando con su bocadillo de chorizo a las 10 de la mañana (claro, si llevan desde las 6 currando) ha merecido la pena. Desde aquí hago un lamamiento (no es una errata es que tras este término se esconde una historia) para todo aquel que disponga de una horita libre se de un paseo estas semanas por el centro de Sevilla. Que acudan a la Plaza Nueva, visiten el Belén y se asomen a la maravillosa avenida, con su poquito de Catedral y todo.
Y nada que disfruten, que ya que han sufrido con las obras, puedan al menos ahora degustar el trabajo bien hecho.
Dixit. Delenda est Cartago.

domingo, diciembre 10, 2006

Literatura

El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos.
Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.
Las ciudades invisibles
Ítalo Calvino,


Definitivamente la Literatura es algo increíble. No es que antes no lo creyera o tuviera dudas al respecto, sólo que hoy me apetecía mucho decirlo. Y decirlo aquí.
Un compañero de trabajo (un ‘NO infierno’ en medio del infierno) me regaló esta tarde un nuevo punto de página en el que aparecía la parrafada del Ítalo Calvino. Y al leerlo, fue cuando pensé en eso de que la Literatura es increíble (aunque quede un poco Bisbal) y que nunca pierde, ni perderá jamás, su capacidad para sorprenderme, para caer sobre mi cabeza como una manzana de Newton, para emocionarme y hacerme sentir bien, como un amante eficaz de largas pestañas y pómulos perfectos.

lunes, diciembre 04, 2006

Compacta y potente.
Dijo el doctor. El diagnóstico era claro.
Pero no lo entiendo…
¿Qué no entiende?
Pues como puedo tener instalada en mi cuerpo una bala de semejante calibre y seguir con vida.
A veces ocurre. Se llama sobrevivir. Supervivencia. Usted lleva sobreviviendo seis años.
¿Seis años?
Ajá.
¿Y donde dice que está?
Justo aquí (señalando). En un lugar indeterminado entre su estómago y su corazón. ¿Le molesta?
No.
Eso es porque es compacta. ¿La siente?
Sí, creo que sí.
Eso es porque es potente.
Doctor, dígame, qué puedo hacer para extraerla.
El caso es complicado. Su cuerpo la ha asimilado tan bien que sacarla podría ser perjudicial para su salud. Incluso peligroso, si me apura.
¿Peligroso?
Ajá.
¿Y entonces? ¿Me está diciendo que siga sobreviviendo el resto de mi vida con una bala compacta y potente en mi cuerpo?
Bueno, es la opción más sensata.
¿Y qué sería lo insensato?
Pensar que si conseguimos extraerla usted viviría mejor…
Pero me acaba de decir que por culpa de esta bala yo sobrevivo.
Sí. Pero su supervivencia es ya vida para usted. No sé si me explico.
¿Pretende que continúe siendo un desgraciado ahora que lo sé?
Por qué no. Sólo tiene que continuar como hasta el momento. No preocuparse por nada. Dejarse llevar por lo que eligió.
¿Lo que elegí dice?
Ajá.
Pero si yo no sabía nada.
Hombre, algo sospecharía. Una bala compacta y potente penetra en su cuerpo y usted no se da cuenta de nada. ¿Pretende que me trague ese cuento?
Oiga, yo no pretendo nada, excepto que me cure.
Lo suyo no tiene cura.
¿Me va a dejar morir?
Yo no lo expresaría de esa forma.
¿A no? Y cómo lo haría. Dígame, siento curiosidad.
Simplemente, le aconsejo que deje de comportarse como un crío y asumir que esa bala ya forma parte de usted.
Pero sería más feliz si no la tuviera…
Me temo que eso es imposible. Una vez la ha tenido, no importa que deje de tenerla, será como si continuara teniéndola.
¿Y entonces, qué opciones tengo?
Ya se lo he dicho.
¿Sobrevivir?
Ajá.

viernes, diciembre 01, 2006

Del dolor y otros demonios

Era mi dolor tan alto que la puerta de la casa de donde salí llorando, me llegaba a la cintura.
Manuel Altolaguirre no es uno de los poetas más apreciados y recordados de la Generación del 27, es lo que tiene haber coincidido con Cernuda, o con García Lorca, con Alberti o Aleixandre… pero a mí me conquisto, con estos versos. Tan sencillos, tan directos, tan claros. El dolor es a veces así: alto, grande, grueso como una enorme burbuja que nos engulle y de las que no se rompen con el simple pinchazo de una aguja.

… Sintiendo una honda oquedad tan fiel a tu presencia, que más que ausencia un alma parecía… Estos también son suyos.

El sufrimiento forma parte de la vida. Nos hace crecer como personas. Nos hace más fuertes. Lo que no mata, engorda (esto es del refranero, no del poeta). Pero también deja sombras en la mirada, gritos en el cajón, lágrimas en los cuadernos, pequeñas canicas de hormigón en los bolsillos, que hacen que nuestro caminar sea lento, pesante, como si anduviéramos por el fondo del mar… Me da miedo tener la certeza de que la vida no es una telenovela, que resuelve todos nuestros problemas en dos capítulos finales. Que las historias se acaban, que hay cosas que, efectivamente, no se recuperan.
Pero llegan otras. Otras historias, otras canciones, otras miradas, otras caricias, otras noches igual de buenas, o mejores aún. Dejamos siempre un hueco para el milagro de la primavera, para el resurgir del ave fénix, para sentarnos en el umbral de casa a sentir el aire fresco de la noche y a esperar a la felicidad, que vuelve a pasar por la puerta de casa (ya lo advertí).
Y los retazos de cielo azul oscuro, casi negro al fondo del cajón, permanecerán ahí para recordarnos que es posible salir de todo.

miércoles, noviembre 29, 2006

Jirones de Existencia

Mis jirones de existencia
hoy por ti los remiendo
y coso mis hojas hacia atrás
con propósito de enmienda,
con el recuerdo de tus besos
aún clavado en mi espalda;
pero con las ganas de no verte,
con el anhelo de que el hilo
que borde mis lunas
tenga lo bueno de ti
y lo malo de nadie.
Mis jirones de existencia
renuncian hoy -por fin-
a tu nombre.

Raquel Rendón

sábado, noviembre 25, 2006

Mr. Marias

Como no podía ser de otra forma, llegué a Javier Marías gracias al consejo de un profesor de Literatura. No aquel, con el que todavía sueño reencuentros, esta vez fue otro por el que, siguiendo la tradición, sentí también una gran admiración que (lo digo para vuestra tranquilidad y por mi reputación) no llegó a ser enamoramiento.
En fin, me recomendó Negra Espalda del Tiempo. Vamos, la recomendó en clase, pero como yo soy una alumna muy aplicada, corrí a comprármela. ¿Tiempo?, me dije, esto me interesa. Y en efecto, así fue…
Me dejé llevar por la narración (por su forma de narrar), por sus interminables enumeraciones, paréntesis, por esa literatura que se mueve en círculos concéntricos y en la que al final, todo confluye. Cuando leo algo de Marías, me cuesta creer que pueda haber alguien en este mundo al que no le guste su prosa. Pero bueno, eso es bueno. La variedad, digo. La diferencia.
Yo no tengo el gusto de conocerlo personalmente (más allá de la asistencia a una de sus charlas). No sé si es buen amigo, si es amante fiel o bandido, respetuoso hijo o cariñoso padre (aunque no tiene vástagos conocidos). Me gusta su forma de mirar, como escudriñándolo todo, su media sonrisa torciendo un poco la boca, su mano de sombra… su pin de Shakespeare en la solapa (siempre), su gusto por el cine, su inusitada defensa del fútbol (remito al post 0h, capitán, mi capitán), sus símiles, sus sustantivos en miento (acabamiento, fingimiento, apagamiento…), sus librerías y su búsqueda en las librerías de viejo, con manos enguantadas para evitar el polvo.
Me gusta como entiende el paso del tiempo, como juega con él y como ha sabido verbalizar el sentimiento de que no sólo somos lo que somos o fuimos, lo que hacemos o hicimos; también lo que nunca seremos ni fuimos, lo que nunca haremos ni hicimos. Mr. Marias (con acento en la ‘ma’) como lo llamaban en Oxford dio más sentido a mi vida. Leerlo fue como cuando en el panel de letras de aquel exitoso programa de televisión, de repente uno encontraba la palabra de nueve letras. Y aquella fila ilógica (a priori) de vocales y consonantes se convertía en un cartel luminoso, claro que nos parpadea sin descanso la palabra, al fin, hallada.



Pd. Ya era hora de que hablara del espíritu que habita mi blog desde el comienzo de los días. Desde que los post no tenían nombre y había que señalarlos con el dedo ;)

lunes, noviembre 20, 2006

Tiempo y espacio

Estar lejos de alguien a cuyo lado duermes. Sentirte cerca a 800 kilómetros de distancia. Viajar en un incómodo autobús durante 16 horas: la ida es corta y largo es el regreso. Llenar precipitadamente una mochila con un par de camisas para lanzarte a esa escapada que, en principio, habías descartado. Una hora y media de coche por una desamparada carretera para recuperar durante quince minutos el tacto delicioso de unas manos. Citas en medio de la madrugada. El pijama tirado sobre la cama y los vaqueros ya dormidos de nuevo enfundados. “Ahora que estás aquí te echo más de menos que hace una hora”. Cien kilómetros y ocho plantas que no impiden una caricia… La Teoría de la Relatividad es capaz de dejarnos algunas de las sensaciones más increíbles de nuestra existencia. Las que en ese minuto, en el que nuestras vidas se proyectarán ante los ojos moribundos, tendrán un lugar preferente; y serán capaces todavía en ese último momento de arrancarnos una sonrisa.
Nota por aniversario: Este es el post número cien que escribo en la Negra Espalda del Tiempo, y no quería dejar pasar la ocasión para agradeceros vuestras fieles lecturas y vuestros fieles comentarios. Sois todo bien. Salud y buen paseo os deseo por este desierto literario (vuestras mentes agudas habrán dado buena cuenta del oasis en el que me encuentro en la actualidad).

sábado, noviembre 18, 2006

Lecturas Obligatorias


"Cada vez que me acuesto con Nancy Flower o con la secretaria especial de Robert Kennedy, o con una camarera del Stuart Hotel, salgo del lance con la cabeza llena de imágenes de rotos recuerdos. Después reconstruyo los rostros a partir de los fragmentos y siempre resultan fotografías irreales de vivencias con Muriel. A veces es el peso sostenido y tibio de su cara encajada en el hueco de mi mano. A veces la maraña de su pelo sobre la almohada o sobre la arena de la playa. Una sonrisa. El embarazo de una despedida o una llegada emocionada. No es que Muriel sea mejor o peor que estas muchachas, tampoco su cuerpo era más hermoso, sobre todo si lo comparo con el de la secretaria especial de Robert Kennedy. Muriel, la incómoda Muriel, era un testigo interesado de mi vida y aunque todo interés sea ambiguo y en el interés de poseer yace el sustrato de la destrucción, la posesión abriga como una manta vieja de tiempo, pero llena de la vitalidad de una lana conocida, adaptada a la piel desnuda, como una patria tibia.
(…)
Tal vez retorno siempre a la rota imagen de Muriel porque me asalta la angustia del ciclista que pedalea solo y con la sensación de que ya no puede ganar esta carrera, ni otra siquiera porque tampoco nunca podrá abandonar la carrera que nunca ganará. Resulta muy complicado sustituir unas convicciones vitales por otras y, en definitiva, esta sustitución siempre se revela absurda porque la vida, lo tengo estudiado, es una sucesión de movimientos sin éxito."

Descubrí a Vázquez Montalbán gracias a la Facultad. Gracias a ese listado de lecturas obligatorias que de vez en vez nos depara agradables sorpresas. De repente te ves iniciando una lectura que, quizás, nunca hubieras hecho si no fuera por una nota final impresa en un folio colgada en un tablón con cristales. Y da vértigo pensar que podría haber pasado toda mi vida sin descubrir estas hermosas parrafadas del nihilista, más nihilista sobre el que jamás he leído nada: Peppe Carvalho. Supongo que no lo hubiera echado de menos puesto que no lo conocía, pero mi existencia hubiera sido un poco más triste.
En fin, me encanta. Toda la novela resulta un poco surrealista (literatura experimental de los setenta), pero merece la pena porque está llena de momentos como este, aunque ESTE sea el mejor. Y quería compartirlo con ustedes.

miércoles, noviembre 15, 2006

PRINCESAS


"Es rara ¿no? la nostalgia. Porque tener nostalgia, en si, no es malo. Eso es que te han pasado cosas buenas y las echas de menos. Yo por ejemplo no tengo nostalgia porque nunca me ha pasado nada tan bueno como para echarlo de menos, eso si que es una putada. ¿Se podrá tener nostalgia de algo que aún no te ha pasado? Porque a mi a veces, me pasa, que me imagino como van a ser las cosas... con los chicos por ejemplo, o con la vida en general, y luego me da pena cuando me acuerdo de lo bonitas que iban a ser, porque iban a ser preciosas.... Y luego, cuando lo pienso me da nostalgia, porque iban a ser tan bonitas.... Cuando me doy cuenta de que aún no han pasado y que a lo mejor no pasan nunca, me pongo super triste, supertriste tía. Pero es como una tristeza a cuenta, como la fianza de cuando alquilas una casa, pero con la tristeza, porque la pones por delante, y total, sabes que la vas a acabar utilizando igual".

Esto de los blogs es sin duda maravilloso. Son como un pequeño milagro de la comunicación virtual que nos depara a veces sorpresas de las increíbles, de las de ‘realmente no me puedo creer que me esté pasando esto’. Tiene algunos detractores, pero por ahora, y para mí, la experiencia está resultando de lo más positiva. Tanto es así, que tengo como un pequeño mono diario. Necesito escribir prácticamente todos los días; necesito saber que hay alguien que me lee en ese otro lado del universo virtual y necesito leer otros blogs. Saber que se cuece por ahí. Lo mejor es que, a pesar de que unos puedan pensar que es algo frío, yo tengo la sensación de que todos estamos más cerca con esto de la red bloguera a la que no paran de sumarse nuevos miembros, y que abriga la aparición de nuevos vínculos, nuevos intercambios, una nueva intercomunicación… Este post es ejemplo de ello, porque proviene de Caminos Blancos, y es la respuesta a un comentario que hice al comentario que a su vez alguien dejo en este maravilloso e inmaculado blog. No sé si ha quedado claro, pero quería colgar aquí (ya que me lo pusieron en bandeja de plata) la fantástica reflexión-monólogo que Candela Peña hace en Princesas. Léanla y si sienten lo que debieran corran a bajarse la película, háganse socio del video club más cercano para poder alquilarla. Pídanla a aquel compañero de clase o de trabajo que saben que la tiene. Porque lo merece.

martes, noviembre 14, 2006

Señales


La niña se acercó al mostrador y preguntó.
¿Entonces tendré un número que será sólo para mí?
Exacto.
Acababa de cumplir nueve años y su padre había decidido que ya era hora de que tuviera su carné. Documento Nacional de Identidad. Sonaba a importante, y ella se sintió también así.
Y una letra también, añadió el simpático funcionario que los atendía.
¿Cómo?
Te daremos un número y una letra.
¿Y qué es lo más importante?, dijo ella algo desconcertada ante la aparición inesperada de ese segundo elemento, del que antes nadie le había hablado. Una letra.
Ambas cosas son importantes. Se complementan, intervino su padre, que acto seguido empezó a rellenar formularios a un lado del mostrador.
Aunque…, intervino de nuevo el funcionario.
¿Aunque qué? Preguntó la niña ya impaciente, con ojos grandes, curiosos, abiertos como platos.
Aunque yo diría que la letra es algo más importante, dijo el otro con voz misteriosa. Verás, dicen, si bien es algo que no está totalmente demostrado, pero dicen (y bajó un poco la voz) que esa letra es la inicia del que será el amor de tu vida. Del de cada persona, se entiende.
¿Me dirán ustedes el nombre de mi… marido?
, dijo. Y se puso un poco colorada. ¿marido? Pero, ¿ella iba a casarse? Que lejos y ajeno le quedaba todo aquello.
Bueno, no podemos darte el nombre completo, sonrió el policía, sólo una pista, su inicial. La primera letra de su nombre.
Su padre había terminado ya con los papeles y el trajín con el funcionario dio por zanjada la conversación.
Muy bien, aquí está el resguardo. El carné estará listo en unas tres semanas. Compruebe, por favor, que los datos son correctos.
Su padre miró concienzudamente el trozo de papel, y sonrió, sí, todo en orden. Muchas gracias. Adiós.
El hombre tomó de la mano a su hija y salieron del edificio. Él dijo algo entonces de tomar un café o un refresco, pero la niña a penas escuchaba. Estaba impaciente, nerviosa. El corazón le latía con fuerza y sentía una emoción que nunca antes había experimentado.
Me dejas ver, papá, se atrevió a decir al fin.
Sí, claro.
Su padre le entregó el resguardo de cartulina blanca y señaló. Aquí está tu número.
Pero a Patricia no le interesaban las cifras. Sus ojos se clavaron en otro punto. En aquella montaña rusa, que subía y bajaba por dos veces simétricas. En aquel camino enrevesado que la conduciría a él. Aquellas líneas que no eran sólo líneas, eran una historia, eran un libro de besos, abrazos, caricias, llamadas, dudas, miedos, certezas, suspiros, lágrimas, dolor, esperanza, placer, sonrisas, miradas, paseos, domingos, películas, lunes, palabras, palabras, palabras… y silencios. Todo, todavía por llegar.
Oye, ¿y cuál es tu letra?, preguntó el padre curioso.
La eme, dijo ella con a penas un hilo de temblorosa voz. La M, repitió.

viernes, noviembre 10, 2006

Viernes... ya se sabe

Son las 9.45 horas. Creo que es la primera vez que empiezo la jornada tan tempranito: a las 8.30. Justo. Ni más, ni menos. A esa hora cruzaba la verja que separa el infierno de Huelva Información con el del Polo Químico (Durmiendo con su enemigo). Después de una semana de bajona total, he comenzado este ‘viernes, ya se sabe’, con un optimismo, con una energía que nunca hubiera imaginado. Anoche a las 8 estaba más hundida en mi porca miseria que nunca. Pero doce horas y media después, cuando al fin conseguí hablar con Dios (en realidad, era un vicerrector pero para mí ha sido como escuchar una voz divina) desbordo energía, irradio una luz blanca propia del mismísimo Gandalf. Me he ido a la máquina de café, me he sacado mi segundo café del día (en menos de una hora) y una vez en mi ordenador, he puesto algo de música. Con el altavoz. Eah, porque yo lo valgo. En homenaje a una compañera he elegido una buena canción, de esas que te gustan y que además te da tiempo de degustar bien porque dura cuatro minutitos…

Pasar del negro más oscuro al blanco más inmaculado de Ariel, me hace plantearme si realmente no seré un poco psicópata. ¿Soy una histérica de mierda, que va por ahí alarmando al personal o realmente tenía mis motivos para sentirme mal, frustrada, inútil, triste? A lo que yo, transformada en Clark Gable, me digo a mí misma: ‘Francamente querida, ni lo sé, ni me importa’.


Exacto, hermanos, hoy es viernes, y el viernes ‘ya se sabe’ (como decía la buena de María José Acosta, antes de que se convirtiera en la mala de María José Acosta). Por delante tengo once días de vacaciones. Muchas opciones para ver al hombre que me arranca suspiros, para disfrutar de cafés y de vodkas con licor de manzana, para estudiar Literatura (al fin, comienzo mi doctorado), para escuchar las nuevas canciones que interpreta con maestría mi sobrina, para abrazar a mi madre (que no hay más que una) o para coger de la mano a mi padre (que espero sea el que me dicen que es… jejeje). Reírme hasta el dolor con mi hermana. Disfrutar con el interminable ir y venir de mis hermanos y jugar con mis perros. (Suspiro).
En resumen y parafraseando a la Zarzamora: hoy a mí se me para el mundo.

miércoles, noviembre 08, 2006

Las cosas de Palacio van despacio…

Pensaba escribir algo sobre la comedia musical que abrirá la XXXIII edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y que con el título ‘¿Por qué se frotan las patitas?’, bien merece un post. Sin embargo, la indignación que asola mi isla estos días (esta es la segunda jornada de tendencia a la depresión, y ya van tres veces que tengo que dar la razón a mi vecino del octavo) no me permite dejar a un lado, una vez más, que estoy hasta el último rizo del mundo. Excluyo de mi terrible percepción, a los compis que sonríen cada mañana, a las dependientas del OH LA LA que tan amables son y algunos otros mortales por lo que sigo en pie (No estoy loca por ti, estoy viva por ti). En fin, la semana se está alargando hasta la saciedad. El viernes parece que nunca va a llegar, y no sé que hacer para no pensar en ello. Si no pienso en ello, me digo y lo sé, el tiempo pasará antes (esta es una aparentemente sencilla regla que todos aprendemos desde chiquititos). Pero de verdad, es que otra vez vuelvo a sentirme cansada. Estoy harta de que se requiera más para hablar con un profesor de Universidad (con todos mis respetos) que para entrevistar a un ministro. No tengo motivación alguna. No tengo ganas de volver a empezar cada día, cada semana, cada mes y, pronto, cada año. No tengo ganas de sonreír en esta redacción que cada vez me parece más sombría. Lo único que quiero es meterme en la cama, estrenar mi nuevo cuaderno y echar al fin, una siesta sobre el hombro que me espera desde hace ya demasiado tiempo.
Supongo que mañana las cosas serán de otra manera. Eso es lo malo, que no escarmiento y con una simple lucecilla al final del túnel, vuelvo a olvidar que una vez estuve mal y que ya tengo suficientes motivos como para salir corriendo... Pero eso será mañana, hoy me siento mediocre.

martes, noviembre 07, 2006

No llueve eternamente

Porque todos lo hemos necesitado alguna vez.

lunes, noviembre 06, 2006

Scoop o como soportar a Woody Allen

Lamento decir que últimamente mi vecino del octavo está teniendo razón demasiadas veces. Tuve que dársela respecto a mi manía de hacer planes y tengo que hacerlo ahora respecto a la última película que fui a ver al cine. Si bien (me defiendo) sus acertados malos augurios han sido fruto de la casualidad, más por buscarme que por convencimiento propio. Sea como fuere, lo cierto es que (manque me pese) la última de Woody Allen no me ha gustado. Matizo: no es que sufriera un shock de aburrimiento como cuando fui a ver Las Crónicas de Narnia, pero desde luego, la película a penas supo arrancarme algunas sonrisas. Y de esos geniales y siempre señalados diálogos del saxofonista neoyorquino por excelencia, poco pude ver en las casi dos horas de película. Buenos puntos, alguna situación graciosa, un ‘prota’ muy guapo, la Scarlett maravillosa (blablabla) pero un insoportable personaje, el del mismo Woody: el torpe, tartamudo que más que hacerme reír me desesperó hasta límites insospechados. El guión, bueno, pas mal, que dirían los franchuteses, pero nos quedamos ahí. El crítico de cine del periódico Huelva Información, achaca esta, más o menos generalizada, antipatía hacia Scoop a la propia grandeza de Macht Point, ante penúltima película del director, con la que flipé desde el minuto uno, y que sin duda dejó el listón muy alto. Pero no es sólo eso. Es que la película es mala.

La nueva rubia tonta del cine, otra vez haciendo de americanita impresionante en Londres y más allá de (vale hombres del mundo) sus curvas, como actriz de comedia deja mucho que desear. Se pasó toda la película dando manotazos al aire. Sólo los últimos diez minutos consiguieron atraer mi atención, pero no fueron suficientes como para hacerme olvidar el resto del film. Me quedo, pues, con el Woody conduciendo el Smart, es simpático porque uno no se lo espera y con la barca de Caronte y la muerte allí imperturbable. Nada más. Puede que no haya sido Allen quien no haya estado a la altura, puede que haya sido yo. Una humilde espectadora que recién se inicia en las películas de este hombrecillo. Dejó, humildemente, lugar a dudas.

domingo, noviembre 05, 2006

Héroe


Bueno, bueno… me he dado cuenta de que hacía tropecientos post que no colgaba una fotillo en esta Negra (tirando para azul cielo) Espalda del Tiempo, y ahora que echo un vistazo rápido al blog, lo veo amazacotado (como decía la Mariajo de Latín y Griego), un poco triste, con una clara falta de color y en fin, repletito de letras. Me recuerda a las dobles (reportajes de dos páginas para el resto de mortales no periodistas) que cada fin de semana debemos dejar religiosamente en la carpeta roja con elastiquillo, sita en el primer cajón de la mesa del redactor jefe… Así que, para abrir una nueva etapa en el desierto de minutos y segundos (bien aprovechados) he elegido una foto que me gusta mucho.


Me gusta el brillo especial con el que aparece la rebeca… Me gusta pensar que es como el traje de un super héroe de cómic y me gusta que mi rostro quede oculto en las sombras, rodeándome así de un misterio impropio del personaje que represento cada día, cuando pongo el primer pie en el suelo de mi dormitorio.
Esta es la noche de difuntos (sí, publico con retraso, perdonen), y no sé si es costumbre pedir deseos… si no, me da igual, yo lo voy a pedir. Voy a encender una vela, voy a cerrar los ojos y a colocarme un antifaz en la cara… y cuando comience a entrar la fría brisa de la Ría por la ventana de mi dormitorio desearé ser un héroe o una heroína, en todo caso (que el deseo no lleva incluido el cambio de sexo).
Mi traje será similar al de esta foto, y andaré por las calles como Bruce en ‘El elegido’ conociendo de un solo roce el trágico destino de cada persona, e interviniendo para evitarlo.
Por supuesto, podré volar y recorrer 78 kilómetros en un segundo para asegurarme de que mi sobrina duerme plácidamente en su cama de noventa, que tan grande se ve todavía para ella. Oiré el sonido de su respiración y cuando la sienta tranquila y en paz, retomaré el vuelo y seguiré rumbo al sur.
Haré un alto en el Giraldillo, y continuaré mi particular vuelo (sintiendo el aire frío rajándome la cara- me encanta.) hasta la ventana de un octavo para comprobar también que mi príncipe de afiladas cejas y pómulos perfectos está a salvo.
Luego el camino de vuelta. La retirada del traje, no sin antes, hacer una última escala en mi ruta de super woman. En el Muelle de la Riotinto Company. En la planta superior. Respirando el aire frío. Viendo mi propio reflejo en la Ría, y recuperando fuerzas para, al día siguiente, volver a salvar al mundo.

martes, octubre 31, 2006

El aire que respiro

Un amor que ha devuelto
la alegría a mi ser
por eso yo a ti te quiero
por eso yo te querré...
te prometo vida mía
que nunca te dejaré
haces que siga viviendo
y siempre yo te amaré...
Por eso te canto
te digo a la cara
que me tienes loco
que estoy enamorada
que te quiero mucho
y es inexplicable
decir con palabras
y un amor tan grande.
Si algún día tú me dejas (tú me dejas)
y te alejas más de mi (más de mi, más de mi)
ay dejar toda mi alma (toda mi alma)
que solo llena de sufrir
eres aire que respiro(que respiro)
eres sueño en mi dormir (mi dormir)
ay niña tú lo eres todo (lo eres todo)
ay lo eres todo para mi
Por eso te canto
te digo a la cara
ay que me tienes loco
que estoy enamorada
que te quiero mucho y es inexplicable
decir con palabras y un amor tan grande...
Son mis sentimientos los que canto aquí
me has enamorado
ay yo te quiero a ti
que dios me maldiga (que dios me maldiga)
si te hago daño (si te hago daño)
si te hago sufrir (si te hago sufrir)
si yo a ti te engaño (si yo a ti te engaño)
pero te prometo (te prometo)
que nunca mi amor habrá otra persona
que te ame más que yo.
Er Peche y la Hungara

jueves, octubre 26, 2006

El Nilo en Huelva

No es una alucinación. No estoy desvariando, ni la contaminación del Polo Químico está comenzando a atrofiar mis sentidos (seguro que muchos maliciosos han pensando en esta posibilidad). Nada de esto ha ocurrido. Es la purita realidad, el Nilo se ha salido de su cauce habitual y natural y se ha dado una vueltecilla por la capital onubense. Lo hizo ayer, aprovechando el mal tiempo, o bueno, según se mire, que hace mucha fartita que llueva... En fin, me acerqué a la orillita de mi Huelva tiene una Ría, y por un momento tuve miedo. Acompañaba al fotógrafo, que quiso captar la transformación de este emblema onubense en el mítico río de dioses, y pisaba con desconfianza pensando que de un momento a otro aquella masa marrón, horrible (como los 25) nos iba a engullir. Dejé el bolso en el asiento del copiloto, por si tenía que salir corriendo, ir más ligerita de peso, y observé el agua con desconfianza. Como se mira a un enemigo al que intuyes en la oscuridad y al que tendrás que enfrentarte, o no… todo depende de si os cruzáis en la niebla. Como en Alatriste… cuando el maravilloso Viggo va con el agua al cuello sabiéndose rodeado de hombres a los que tendrá que matar para que no lo maten a él.

“Be water my friend”, me acuerdo llegados a este punto del ya famoso anuncio. De eso de que el agua es capaz de fluir y de golpear, y continúo mi desconfiada observación. Mirando con el rabillo del ojo al fotógrafo que no tiene reparos en acercarse cada vez más y en agacharse y en captar lo que él considera captable. Nunca había visto la Ría tan fea. Era todo lodo, golpeando las recién restauradas maderas del muelle de la Riotinto Company (Mal llamado muelle del Tinto, pero hombre, si lo que llega a Huelva es el agüita del Odiel!!!!-comentario del hermano-.). Es él quien me apunta eso del Nilo, y cuando estoy cerquita confirmo la metamorfosis. Lo que ayer pasaba por Huelva era el río egipcio, y no nuestra (¿mía?) cantarina Ría. Busco el puntaumbrieño horizonte y miro también con desconfianza los troncos que flotan por doquier. En Campofrío el golpe del agua ya se ha llevado a una mujer (esto tiene historia) y ha dejado desaparecida a otra… “y puede que la fuerza del agua traiga el cuerpo hasta la misma capital”, me ha dejado alguien en la conciencia…

miércoles, octubre 25, 2006

Tanto por vivir

Ay, se me escapó el 24! Se me fue el día, sin que pudiera publicar nada por estos lares. Y el caso es que tenía tanto en la cabeza, tenía miles de historias, de frases, de anécdotas, de rostros, sonrisas y voces en la mente que me apetecía, mucho, mucho, reflejar aquí… pero se me escapó el día. Se me fue, y no escribí ni una sola línea. Los días marcados con rotulador rojo en el calendario se van con más rapidez que la que se tomaron para llegar… y yo no he sido lo suficientemente rápida.

Planes pasados por agua y legendario

Va a tener razón mi vecino del octavo y va a resultar que es mejor no hacer planes… Los planes se chafan, se caen, se cambian, se pierden, se van al garete, se aguan… en definitiva, se van a tomar viento, por no decir otra cosa…
Llevo un par de semanas (y que conste que no me estoy quejando) en las que nada ha salido como esperaba. Ideaba, ideaba y al final, ups! El inevitable cambio de última hora. La búsqueda de alternativas. Y miren por donde, los dos últimos planes B a los que me he visto obligada a recurrir han resultado excelentes. Sí, sí, como les digo: de una gran calidad. Sin ir más lejos, el pasado viernes a unos pocos kilómetros de mi cita prevista me vi ‘obligada’ a cambiar de partener, y la tarde resultó una de las mejores de los últimos tiempos. No sé. Quizá es que una anda de buen humor y encaja mejor este tipo de ‘envistes’. O quizás, simplemente, es que la compañía era agradable (buena conversación) y la ciudad acogedora. Y eso que no paró de llover y que al final de la jornada sufrí los síntomas del resfriado. Mi buen amigo y yo, anduvimos por el barrio de Santa Cruz, visitamos un templo friki donde adquirí mis tres primeros cómic (qué buena inversión, niño!), bajamos hasta la plaza de San Lorenzo para degustar un exquisito pincho de langostinos con cuscus y finalmente probamos un delicioso té, cerquita de la Alameda. Un día completito.
La tarde continuó después por otros lares, a los que no estoy autorizada mencionar aquí ;-).

En fin, creo que he perdido el miedo. Miedo a los planes B. Miedo a que la noche no pinte perfecta, porque lo cierto es que al final puede llegar a serlo. Como el sábado sabadete, que me trajo una salida que se presentaba repleta de situaciones embarazosas y resultó, efectivamente, una gran noche. Con el delicioso sabor del Legendario cola con su poquito de limón, por favorrrrr!
Así que nada, espero sus invitaciones. Estoy abierta a cualquier improvisación. Se acabaron los planes en mi vida… excepto para este sábado que ya saben que hay cita, y no quiero excusas en el último segundo, eh???

miércoles, octubre 18, 2006

Comunicado de Prensa

Ya han comenzando a rodar los nuevos capítulos de Los hombres de Paco


Y no pienso añadir más.

La metamorfosis

A ver si aciertan quién soy. Anoche sin pensarlo dos veces, me personé en la Plaza Niña, subí al piso que algunos de ustedes conocen y fulminé a Patriice de un tiro certero (es una forma de hablar). Ahora su pobre cuerpo inerte yace a los pies de la que hasta el momento era su cama. No se preocupen. No la he despedazado, ni le he provocado sufrimiento alguno. Un tajo limpio y certero… sino fuera porque no ha sido un tajo. Mis técnicas son mucho más avanzadas, más refinadas, me gusta decir a veces. Sólo una pequeña presión en el interior. A penas tuvo ocasión (la pobre) de distinguir mi figura en la oscuridad encendida de su dormitorio. La luz azulada del flexo parpadeó un instante. Pero se mantuvo dejándome contemplar mi obra maestra. El cabello más alborotado que de costumbre, el rostro más pálido que de costumbre y lo ojos, uff, menos mal, cerrados. No tuve que pasar mi mano por sus párpados para que dejaran de mirarme. La verdad es que el trabajo ha sido bueno. No puedo quejarme, ni ella tampoco. Sólo alguien que en el fondo la aprecia (tras muchos años de vida en común) podría provocarle una muerte tan… digamos… apetecible para cualquier mortal. Que nadie sienta lástima por ella, pues. Que ni una sola lágrima se derrame por Patriice porque ahora se encuentra en un estado mejor. Imaginen que está dormida, sólo que el príncipe que debe despertarla no llegará hasta pasados cientos de años. No tendrán la oportunidad de volver a verla… O quizá sí… Se me ocurre… Voy a suplantarla. Sí, lo voy a hacer. Rizaré mi pelo. Aclararé mi piel, transformaré cada rasgo de mi rostro para que sean los de ella. Será una metamorfosis tan perfecta que ninguno de ustedes lo sospechará. Ni si quiera yo, que ahora ya empiezo a ser ella. Me meteré tan en su piel, que sus recuerdos serán los míos, sus sentimientos, sus miedos, sus proyectos serán los míos… Hablaré como ella, sonreiré como ella, besaré como ella, miraré como ella lo hace. Y siendo ella, me olvidaré de que alguna vez fui yo.

martes, octubre 17, 2006

El pastor de caracoles

Podría decirse que este es un post robado. Al menos su título me lo chivaron ayer a modo de anécdota a través de mi tabla de salvación diaria: el teléfono (todo mi trabajo y todo mi amor se lo debo a Telefónica). En efecto, al parecer hay un españolito que ha venido al mundo con el único deseo de convertirse en PASTOR DE CARACOLES. C’est sympa! Mis fuentes me explicaron que incluso la criaturita se había dibujado a sí mismo, en medio del campo, con su rebaño de caracoles. C’est très sympa!
Aunque mis dotes para las artes plásticas nunca fueron nada evidentes, siempre que me preguntaban de pequeña qué quería ser de mayor yo respondía decidida: pintora. Y los adultos con su absurda forma de proceder a veces bromeaban siempre: sí, pero de brocha fina o de brocha gorda??? Ja,jajaja. Una gracia que a mí me desconcertaba mucho y me dejaba siempre con cara de circunstancia puesto que no entendía qué era eso de la brocha fina o la brocha gorda. ¿Tendrá algún fondo sexual?, me preguntaba entonces.
De aquel deseo de infancia no queda más que la tranquilidad que me produce colorear. Me gustan los dibujantes, supongo que porque no tengo que trazar yo los dibujos, tan sólo me limito a tintarlos con los trazos de alpino, siempre en la misma dirección y procurando no salirme de la línea. Así que todavía, de vez en vez, cojo mi dibujante de Chicken Little y me dejo llevar…

Desde que me contaron la historia, no puedo evitar seguir pensando en el niño deseoso de tener su grupo de caracoles a los que poder llevar a pastar por los campos (me lo imagino en el entorno de la carretera que une Aznalcóllar con Escacena, donde abunda esta pringosa creación de Dios, todos lo somos, hermanos!) y me pregunto qué quedará de su sueño dentro de quince o veinte años. Puede que sus padres le recuerden la historia delante de una hipotética novia (o novio) y que él se avergüence de su candidez. O puede que el caracol marque para siempre su existencia. Puede que dentro de unos años no se dedique a pastorear, pero sí a recogerlos de los tallos y hojas, odiándolos por mantenerlo con el lomo doblado durante horas bajo un sol de mil demonios; o puede que dentro de unos años saboree escargots en un lujoso restaurante francés, olvidando el aprecio que en su niñez tuvo a los pobres animalillos; o puede que dentro de unos años, se vea obligado a arrastrarse cual caracol ‘mileurista’ por las desagradables paredes de una oficina… todas las opciones caben en una vida.

O puede que nada de esto ocurra. Puede que su persona no guarde ningún vínculo con los cornudos bichos, y que él olvide por completo que una vez quiso ser pastor de caracoles, y que además hizo un dibujo, y que para colmo, lo contó a media España. Y aún así, de vez en vez, y sin que tenga claro el por qué, le gustará relajarse observándolos con su lento arrastre, con su casita de treinta metros cuadrados (quién pillara una), siempre a cuestas.

lunes, octubre 16, 2006

Poesía de Oro

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjero.

Mas no de esotra parte en la ribera
dejaré la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido;
polvo serán, más polvo enamorado.


Francisco de Quevedo

Octubre, octubre (I)

Hacía frío y era viernes. El desayuno. El toque de colorete. La gabardina, el gorro, la bufanda, la Imagine-R en el bolsillo derecho y el salir calle abajo en busca del metro. Línea 14 hasta Saint Lazare. Cruza París en 16 minutos… La calefacción de los pasillos de Celsa, la antipática indiferencia de los compañeros, los habituales correos en la Boîte de Réception… Las horas idénticas a las de cualquier otro día y el regreso a casa desde el lado contrario del andén.
Los preparativos del almuerzo, la primera cucharada y el timbre que suena. ¿El timbre? Oh, bendita novedad! Mademoiselle Nogales? Oui, c’est moi (Quién no ha deseado decir esto alguna vez en su vida?) Y ahí comenzó todo.
Fue a partir de las 17 horas del 24 de octubre de 2003, que mi cumpleaños empezó a ser mi cumpleaños. Lo que trajo la voz, que en aquel momento llamó a mi puerta, fue una pequeña caja cuadrada; muy bien envuelta, muy bien cerrada. La abrí temblando, con el corazón que se me salía por la boca…Lo primero que encontré fue un pequeño cuadernito de Jordi Labanda (mi debilidad), que flotaba sobre un miniocéano (todo el que cabía) de gomitas (segunda debilidad conocida), caramelos (tercera debilidad conocida) y chocolate Nestlé con leche y (lo más importante) SIN almendras. Todo ello colocado sobre una exquisita y gruesa base de castañas (otra de mis debilidades conocidas). Cogí el sobre que pululaba entre aquel mar de caprichos patriciados y leí uno a uno, los pequeños párrafos que mi familia me enviaba…
Con la tarde llegaron los primeros invitados a la fiesta… más regalos, más conversaciones de besugos (recuerdo con especial cariño un diálogo de los del tipo ‘comoquienoyellover’ con una chica rusa), la mancha de tinto en la moquette beige (ay, Jorge), la canzone del sole… y al fin, el grupo íntimo apurando el vino y comiendo las castañas, seleccionadas (podía imaginarlo) por las inconfundibles manos de mi padre.
Supongo que aquellas doce o trece horas (desde las cinco de la tarde hasta las seis de la madrugada) fueron de las mejores que viví en aquella ciudad que durante un tiempo también fue infierno y paraíso, como esta Huelva mía.
Y ya está. Aquí termina la historia. Ahora que se acerca la cita ineludible, el 25 aniversario de mi nacimiento (horrible cifra) me apetecía pensar en aquellas gentes, en aquella diversión a lo Gran Hermano y dejarme llevar un poco por la nostalgia de lo irrecuperable. Pero bueno, como dicen en el DVD sobre las fiestas de la Santa Cruz de Abajo y su Emperatriz Santa Elena, nos quedan los recuerdos… y me atrevo a añadir que, como diría mi buen Pedro, afortunadamente está todo por hacer y quedan muchos cumpleaños por celebrar (o no, pero esa es otra historia).

miércoles, octubre 11, 2006

Precaución amigo conductor

Como dijo Íñigo Balboa en aquella Limpieza de Sangre, no soy dado a dar consejos pero ahí va uno de prestado: pisen un poco el pedal del freno y reduzcan marchas. Bajen de quinta a cuarta, de cuarta a tercera y a segunda, y finalmente quédense en primera. De esta forma el frenazo será más suave... y menos doloroso.

Una cita para compartir

"Entonces descubrí que el mundo no es mudo, sino que sólo espera a que alguien le hable en un lenguaje que él comprenda. En el canto del duende la Tierra reconocía los nombres que ella se daba a sí misma".
Jonathan Strange y el Señor Norrel de Susanna Clarke

lunes, octubre 09, 2006

Huelva, Huelva, Huelva (con el tonillo del nuevo himno)

Anoche mientras regresaba a casa, el hombre de duro carácter, reciente bigote y extraña sensibilidad dijo: “Hay mucha gente de fuera que vive aquí, y que aún así no establece ningún tipo de vínculo con la ciudad. Desprecian Huelva, hablan mal de ella diciendo ‘es que en H. tal o cual..’ y yo pienso: so imbécil, si tu formar parte de esto, si tu vives aquí, si tu trabajas aquí, si tu comes de esta ciudad’.
Continúo, ya en solitario, mi rentrée y enciendo a Naranjito II…

Ay, Huelva déjame, ay Huelva déjame, ay déjame que sea,
Pa sentir como el agüita te mece con
la…
…ma…
…rea.

Es cierto, a menudo no sentimos excesivamente de paso por esta ciudad. Consideramos poco glamuroso vivir y trabajar en ella. Y permanecemos aquí como si esto fuera un simple trámite, esperando el día en que, al fin, digamos ‘me voy’. Y sea para siempre. Pero no sólo los forasteros adolecen de esta inadaptación, muchos son los nacidos aquí, que a la primera de cambio, huyen… y no sólo eso, sino que olvidan esa parte choquera de sus vidas, como si de una mala jugada del destino se tratara.
Yo (oh, confesión) he pasado por ese trámite. Sin embargo, una noche descubrí la inquietante tranquilidad que se desprende de las chimeneas del Polo Químico, descubrí que las mejores puestas de sol se pueden ver desde el muelle del Tinto; que es reconfortante poder ir a casi todas partes andando y, durante el trayecto, encontrarte con mil caras conocidas; que Huelva, la luz, es algo más que marketing; que el ambiente de la Plaza Niña no está atado a las estaciones, existe siempre; que el olor a pescado del mercado de El Carmen puede ser muy agradable; y que la terrorífica fachada del Manuel Lois, aguardándonos desde lo más alto, a veces nos puede trasladar a una película de Tim Burton.
Y si a pesar de todo, no hubiera tenido la oportunidad de descubrir los encantos de la ciudad, me queda la gente. Y sólo por ellos, sólo por saberlos de aquí, sólo porque ellos pertenecen a esta ciudad, ella también me pertenece a mí. Y viceversa.

jueves, octubre 05, 2006

Suprimir

Disculpen mis buenas almas lectoras... tras la alarma que he creado, he decidido suprimir del blog mi último post titulado 'Jueves negro de octubre'. Lo escribí en un momento muy concreto del día de ayer, cuando una terrible preocupación asolaba mi isla. Pensaba que, efectivamente, todo lo estaba haciendo mal y que cualquier cosa que hiciera por remediarlo, sólo empeoraría las cosas. En fin, ya lo leyeron, al menos dos de ustedes... y la preocupación que han mostrado, me hizo releerlo a mí. Supongo que me pasé un poco. Sobre todo porque pocas cosas son verdaderamente irremediables (dicen que sólo la muerte y hacienda)... así que, ahora que alcanzo mi décimo, esto es, último, día de trabajo, y que empiezo a ver la luz al final del tunel... suprimo ese capítuo (ojalá todo fuera tan fácil), doy las gracias a mis dos lectores y pido disculpas, soy andaluza y peliculera, una mezcla explosiva para la exageración.
Hasta el próximo terremoto.

miércoles, octubre 04, 2006

Capitán Mortensen

Aviso solidario: Todo aquel que no haya visto todavía la película Alatriste, que se abstenga a seguir leyendo. No quiero herir sensibilidades y no quiero reproches. Y por favor, aprovechen que no tienen nada que leer para ir al cine. Merci bien.


Tengo tantas cosas que decir, que no sé por dónde empezar. Por hacerlo de alguna forma, diré que tras más de un mes en cartelera y tras más de un mes de intentos inertes por ir a verla, fue ayer, y sólo ayer (por el domingo 1 de octubre), cuando conseguí una entrada para la sesión matinal (cuestión de horario laboral) de Alatriste.
Poca gente en la sala, aunque más de la que imaginaba. Comienza la función…

La película es un collage, de dos horas y media, de las aventuras que Arturo Pérez Reverte le encasqueta a Alastriste en cinco libros. Resulta algo caótico para los que no han leído estas obras, y algo más comprensible para los que sí. De cualquier forma, es como si durante todo el tiempo estuviéramos viendo el largo trailer de un film. Microrelatos uno detrás de otro, que a veces te dejan con ganas de más. No perdonaré la omisión de la que considero una de las escenas más emocionantes del primer volumen (cuando nuestro amado capitán recibe del Conde de Guadalmedina (creo) un anillo del Príncipe de Wales y una especie de documento en el que se afirma que todo súbdito de Inglaterra tiene la obligación de prestar ayuda o auxilio –si este lo requiriera- a Alatriste. Guadalmedina (Eduardo Noriega en la peli) susurra, “lo que daría yo por tener algo como eso”; y es en ese momento cuando uno derrama una lágrima perfecta y se alegra de que a hombre semejante se le premie con lo que merece; el lector toma conciencia de la grandeza del personaje, en fin…). Efectivamente, si en algo flojea esta película (a mi humilde entender) es en el guión. Demasiado. Demasiadas historias que se resuelven a la fuerza con rapidez, dejando muchas cosas en el tintero, nunca mejor dicho.
Y aún así, todo tiene sentido.

Cuenta lo que fuimos, dice uno de los hombres de Alatriste al apuesto Íñigo Balboa (Unax Ugalde, maravilloso) en esa increíble escena final: el algo grotesco y caricaturizado (en cierto modo) viejo tercio de Cartagena que decide no plantarse ante ‘la France’ a pesar de las ocho horas de batalla y a pesar de que están reventaitos perdíos… No hay que olvidar “que este es un tercio español”, dice el Capitán Mortensen (Oh, Viggo mío) en un momento único e irrepetible para el cine español.

Efectivamente lo que Díaz Yanes se limita a hacer durante toda la película es contar lo que fuimos, lo que fueron. Cada resumen apresurado de las aventuras de Alatriste sólo tienen dos tipo de justificación:

Primero: Son una mera excusa para algunas de las puestas en escenas más maravillosas que se han visto. Hay planos que son cuadros barrocos, con esos juegos de luces y sombras, y cada frame en el que aparece Alatriste, con su capa, su espada y, sobre todo, con su sombrero de ala ancha, son simplemente perfectos. Por no hablar de la melena rojiza de Ariadna Gil… bellísima.

Segundo: Son una mera excusa para conocer al Capitán Alatriste y al resto de personajes. Para aprender a entenderlos, con sus defectos y sus virtudes, para llegar a abarcarlos por completo, y sólo así comprender por qué al final deciden enfrentarse a la muerte segura: perdedores y a mucha honra, y con dos cojones (que diría Reverte). Muy español.

Y ya que estamos en el final, que menos que continuar con el despliegue de piropos hablando de ese detallito que ha gustado a unos, abominado a otros y sorprendido a todos. Voilà. Hablo de esa maravillosa Madrugá sonando completita, mientras el ‘milvecesperfecto’ Alatriste se lanza a los franceses empuñando la espada. Reconozco que me quedé sin aliento, algo desconcertada al principio; esperando un giro en la música que me hiciera pensar: ‘ah, que no, no es una marcha procesional, sólo lo parecía’. Pero qué va, aguantó como una campeona. Un final como este salva cualquier defecto de la película.

Sólo tres cosas más (y que la economía del lenguaje me perdone, pero hay tanto que contar):
-Precioso el juego que hacen con el pañuelo de Alatriste durante toda la película.
-Echo de menos el famoso tirurí-tirurá que precede en los libros a Malatesta.
- Y finalmente, esta vez sí, conmovedores los planos de mi Viggo emocionado. Qué hombre, Dios mío, qué hombre. Supongo que a los tipos como él lo perdimos con el imperio.

Dixit. Delenda est Cartago.

sábado, septiembre 30, 2006

Planning Semanal

Cargar la batería del móvil al menos dos veces al día. Tardar 15 minutos más de lo habitual en titular una noticia. Tararear una misma y única canción a cada instante. Sonreír a los compañeros del trabajo. Utilizar un poco más de colorete. Periodos de abstracción mucho más frecuentes. Sonreír a los desconocidos (¡!). Observar a los bebés en sus carritos (¡!!!). Estar pendiente del Volvo del vecino. Sonreír al jefe (¡!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!). Contar los días, las horas, los minutos y s-e-g-u-n-d-o-s…

Incluso desde otra ciudad, revolucionas toda mi existencia.

viernes, septiembre 29, 2006

Esto es una fotonoticia con su epígrafe propio

Paco Nuñez imitando a Jim Carrey haciendo de ET asustado. En fin, en realidad creo que los comentarios sobran. Pero no puedo evitar hacer un llamamiento a todos los depresivos de Huelva y alrededores, para que cuando tengan uno de esos días, malos, malos, no duden en pasarse por la capital onubense y pedir al Paquito que imite a Jim Carrey haciendo de ET asustado. Se ha convertido en un clásico de los almuerzos perfectos, y a mí, me funciona. Parce que je le vaux bien !

miércoles, septiembre 27, 2006

Bienvenido a la República Independiente de mi casa

Para Irene, Carol, Manoli, Rocío, Lucía, Lara… y en especial, para Ana
El acto extraoficial de apertura del curso universitario 2006-2007 tuvo lugar en mi casa el otro día. Y es que el jueves ha sido siempre, incluso en mi época de estudiante recatada (qué nabo, que dirían en mi pueblo, pienso ahora), el día marcado a fuego para la movida universitaria.

Yo tenía clases de lunes a viernes, aunque esto no justifica el que pueda contar con los dedos de una mano (bueno, quizás requiera de algún dedillo de la otra, pero pocos) mis salidas en jueves-noche. Sobre todo, si añado que mi turno era el de tarde, vamos que tenía tiempo, si hubiera querido, de dormir la resaca y dejar que los pies se recuperaran del baile. Ya he dicho por algún que otro post, que procuro a la vejez no arrepentirme de las cosas que he hecho o dejado de hacer, aunque esto no impide que quiera resarcirme un poco de aquellos cuatro años de conversaciones interminables sobre periodismo, mucho café y poco botellón, la verdad.

A pesar de que son ya dos, los años que llevo como víctima del paupérrimo mercado de trabajo (sector comunicación), el hecho de vivir con estudiantes me permite, como digo, reconciliarme con aquella Patriice que daba demasiada importancia a las cosas, cuando (ahora empiezo a saberlo) a la postre, muy pocas la tienen.
Llegar del periódico y encontrarme en la encimera de la cocina la rista de vasos de tuvo, la botella de Legendario con su inconfundible bandera y la de Coca Cola Light (2 litros), siempre me arranca una sonrisa (el hielo en el congelador, que no nos falta detalle).
Luego empieza el ritual del ‘no tengo nada que ponerme’, del ‘préstame el rimmel’… El sabor de la primera copa. Las risas en el salón. El taconeo va, taconeo viene. El camino hacia La Merced. El frío del alcohol que insensibiliza la mano. Pero sobre todo, las risas y la buena compañía…
El hacer un paro mental para ser consciente de que no querría estar en otro lugar del mundo más que en ese; para ser consciente de que si llevo dos años en este mercado laboral de H.I. es gracias al oasis de la Plaza Niña, a los habitantes (fijos o móviles) de esa suerte de casa de Gran Hermano (sin nominaciones) que es mi hogar choquero. Acá donde todo es posible; donde cada instante es único; donde siempre hay algo con lo que sorprenderse. Donde se ríe a carcajadas, se llora, se habla, se baile y se posa ante la cámara digital. Donde cada desayuno, almuerzo o cena (¿falta algo en la mesa?) son perfectos.

lunes, septiembre 18, 2006

Espacios

Nunca fui una buena anfitriona. Soy consciente de ello, y es algo que lamento profundamente porque disfruto mucho acudiendo como invitada a otros hogares y me gustaría ser capaz de devolver el detalle a mis amigos. Pero nada, no hay forma. Y todo, a pesar del tomo de Recibir en casa, que descansa en algún rincón de mi casa, y que tan buenas risas ha conseguido sacarnos a mi buen Pedro y a mí, con esas dos sesentonas de alta alcurnia que posan algo artificiales en la portada. Todo un descubrimiento.
Pero como decía disfruto mucho ejerciendo de invitada (y espero que no piensen que soy una cara dura), aunque de forma especial en determinados espacios.
Este verano, tuve la fortuna de ser una de las primeras invitadas a la recién construida biblioteca de Pedro. Fue extraño entrar de repente en aquel salón, con sus paredes pintadas de verde (que tanto me molán) y encontrarme con la librería, blanca y maravillosa, con sus libros perfectamente ordenados, con sus velas, el espejo a la izquierda (según se entra), el sofá enfrente, la mesa junto a la ventana, las luces donde deben, las butacas, la alfombra, Don Felipe (el gatito durmiente) los nuevos cojines... y el maravilloso toque del reloj colocado en una de las baldas, como si fuera un tomo más. Tiempo y Literatura, qué más podía pedir un alma perdida como la mía.
Nos atrincheramos en la sala, y estuvimos horas conversando sin mirarnos siquiera a los ojos, que permanecían clavados, inamovibles en la librería (viva Ikea, viva Suecia!)
Este espacio, a modo de salón o a modo de biblioteca, siempre resultó muy familiar... como si me perteneciera y pudiera descalzarme y buscar libros y tomarlos y dar por sabido que podía llevármelos a casa porque así era, verdaderamente.
Supongo que es un logro del propietario y no del mismo lugar...

Existe también otra salita mágica en la que me siento como en casa... Chez Chiqui, pero esta se merece otro post! (También yo, como Pedro, apostaré en este nuevo curso bloguero por la economía del lenguaje).

viernes, septiembre 15, 2006

Sin miedo a nada

Hoy los cielos y la tierra me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol...
hoy lo he visto, lo he visto
y me ha mirado,
hoy creo en Dios

jueves, septiembre 14, 2006

Siempe hay un regreso (y II)

En uno de mis habituales momentos de delirio literario escribí sobre cierto cuadernito de Jordi Labanda: Hoy me siento tan libre como las pirámides de Egipto.
Lo hice en París. Una tarde de marzo paseando por los jardines del Louvre (espero no parecer repelentosa)). El solecillo me daba en la cara y estaba tan bien, tan feliz, tan agustito tirada en el césped que lo primero que me salió fue esa frase...
De aquello hace ya más de dos años, y hacía tiempo que no volvía a tener esa sensación de libertad o (más bien) de paz con el Universo... Pero ahora ese escalofrío ha vuelto, ese pellizco positivo ha regresado, tengo la sensación de tener el corazón en un puño (en el de alguien especial) que lo agarra con fuerza, pero dejándolo latir a la velocidad de la luz... y ahora: el 'dire' parece menos malo; el mundo en general parece más amable; y hasta resulta más sencillo encontrar cierta información... todo parece perfecto, aunque no lo sea...
Pero no toda la felicidad parte de mi interior. Hay un resplandor blanco que recién comienza a iluminar y aclarar estos oscuros tiempos, esta (ya no tanto) amarga espalda del tiempo. Los caminos blancos que se abren entre sus palabras me condujeron a este punto del camino (tan dichoso) y la mitad de cada latir de mi corazón le pertenece... Por todo, que menos que permitir (con su consentimiento) que a vosotros también consiga cegaros con su blancura gandalfiana...

Ya solo quedan las palabras mágicas: pasen, lean y disfruten!!!

miércoles, septiembre 13, 2006

La decisión menos importante

Tomar decisiones es uno de los inconvenientes de la vida adulta. Es uno de los signos inequívocos de que nos estamos haciendo mayores, de que se acabaron, de una vez por todas, los años mozos de loca juventud en los que la vida iba llegando sola y nosotros sólo teníamos que preocuparnos de degustarla, de tomarla, de atraparla. Sin embargo, llegados a un punto del camino de baldosas amarillas van surgiendo los interrogantes

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Y somos nosotros, solicos, solicos los que tenemos que enfrentarnos a ellos. Los temidos interrogantes... Dudas, preguntas, cuestiones... palabras, palabras, palabras...

Ahora comprendo a los concursantes de 50 x 15 cuando decidían plantarse en vez de arriesgar...
Arriesgar no es fácil. Aunque a uno no le queda nunca claro qué es lo arriesgado y qué lo seguro. Se entiende que debe ser lo nuevo, no?
Y aún así, es cierto lo que dice mi buen Paco y escribe mi buen Javier Marías, sólo el tiempo decide qué es importante y qué no, sólo los acontecimientos que se precipitan después son los que clasifican y establecen que tal o cual decisión fue definitiva y que aquella otra (que en su momento creíamos fundamental) no lo fue tanto...
Un noche de fiesta de hace seis años aprendí a no arrepentirme de nada de lo que hiciera o dejara de hacer...
Por otra parte, de mi padre, además de las manos, he heredado cierta tendencia peligrosa al sentimentalismo... así que hoy he decidido que mis días en Huelva Información aún no han terminado. Y que el tiempo hable, pues él siempre ha tenido la última palabra.

lunes, septiembre 11, 2006

Siempre hay un regreso

Hacía 30 días y unas pocas horas que no pisaba el suelo de imitación de madera de la redacción del periódico, y ha sido una sensación muy extraña volver a encontrarme con esta luz artificial y con la pantalla de mi ordenador, que parecía mirarme desde lejos... Siempre hay un regreso, resuena en mi cabeza la canción de Calamaro...
La vuelta 'al cole' está siendo menos traumática de lo que pensaba y eso que este lunes es el primer Lunes de Feria que paso fuera de los límites de Aznalcóllar; que nadie me mal interprete, no soy una fanática pueblerina, pero en este tipo de situaciones uno se siente como descolgado del mundo, de nuestro mundo cercano, y es como si de repente pasara a otra dimensión, a otra realidad, a una suerte de espalda del tiempo si bien mucho menos amarga que de costumbre. Las vueltas, los regresos son siempre muy peculiares, pero, sobre todo, nunca son como los imaginábamos.
Más allá de mi regreso al trabajo, a los quehaceres diarios (tristes y alegres), hay otro regreso que todavía brinca en mi cabeza y que consigue, sin previo aviso, acelerarme los latidos del corazón...

No, las cosas nunca suceden como las habíamos proyectado en nuestra mente, a veces, todo va mucho mejor en la realidad que en el celuloide de nuestra cabeza!!!! A veces, nos convertimos (de verdad, de la buena) en los protagonistas de una película con final feliz, y es entonces, sólo entonces, cuando uno no puede borrar una tonta sonrisa del rostro y cuando, a pesar de que lo lógico sería guardar silencio, nos apetece gritar a todo el mundo, a todo pulmón, que la felicidad ha vuelto a pasar por la puerta de casa, y no sólo eso: ha llamado al timbre, se ha colado hasta la salita y se ha sentado en el sofá a acariciarnos el rostro, mirándonos con una inagotable sonrisa, con el único deseo de que no existiera nadie más en el mundo... sólo dos.

sábado, agosto 26, 2006

Largo verano de noviazgo

Escribo por vez primera desde un ordenador que no es el del periódico. Esto es bueno; esto es que ando todavía de vacaciones por estas tierras mías que si bien no me vieron nacer, sí crecer, y espero que no me vean multiplicarme, no al menos de una forma natural... pero bueno, como diría mi buen ángel, esta es otra historia.
El sol cae por Aznalcóllar. Todo parece en paz. El salón de Pedro, recientemente convertido en Biblioteca, se ha convertido en mi particular oasis y tabla de salvación a estos días de pueblo tan deseados y temidos a la vez. El terrible sigue montado (dicen las malas lenguas que se quedará para la Fuente Clara) y Don Felipe, el gatito duerme en algún lugar de la casa. Tiene los ojos azules como su dueño, y permanece dormido sobre la palma de tu mano, no hay terremoto o barreno que lo saque de sus sueños... Paula grita mi nombre sin necesidad de pensarlo y me echa los brazos para que la coja y le cante canciones. Va a ser artista. En la familia nos lo tomamos con calma, pero no hay duda de que el cante y el baile serán lo suyo. El chiringito del moro prepara esta noche su fiesta de despedida del verano... uff! Y desde mi habitación sube a veces el sonido de los cascos de un caballo sobre los mal colocados adoquines de mi pueblo... mis perros ladran con el mínimo sonido... y ahora tengo que dejar de escribir porque mi buen Pedro ya ha bajado desde su habitación y trastea a mis espaldas buscando una de nuestras largas, divertidas e inagotables conversaciones.
El príncipe de mis días lejanos sigue abriendo interrogantes... pero esa es también otra historia.

viernes, agosto 11, 2006

Me voy pal pueblo, hoy es mi día


Cuando somos infelices, buscamos la felicidad lejos. Cuando estamos perdidos, viajamos y viajamos, intentando encontrar el camino de baldosas amarillas que nos lleve de vuelta a casa, ignorando, como una nueva Dorothy, que tan sólo necesitábamos golpear tres veces nuestros tacones rojos de rubí. Esos que hemos llevado siempre.

jueves, agosto 10, 2006

Un cuento

Por la mañana, la terraza no parecía la misma.

miércoles, agosto 09, 2006

Negra espalda del tiempo

mi negra espalda del tiempo está hoy más negra que nunca...

Dice Javier Marías que la esencia del Tiempo es precisamente que pase, que transcurra y que se agote, que se pierda... aunque sea eso, precisamente (otra vez), lo que nos aterra, lo que nos hace temblar ante las fotografías en blanco y negro y ante las afiladas e imbatibles agujas del reloj.
Dice Javier Marías que su paso no es ni una amalgama caótica de segundos, ni un tajo firme sin astillas...
Dice Javier Marías que la escena que mejor lo define es la de la batalla invisible que mantiene la luz natural de un amanecer, con la artificial, con la de las farolas que cada noche permanecen encendidas, y que aún lo siguen estando, incluso cuando el sol ya ha salido. Éste las ignora, y así ellas tienen aún un instante más para hacerse a la idea de su acabamiento (maravillosa palabra). Así es el paso del tiempo, dice. Y así debe ser...
Sin embargo, ocurre que a veces uno tiene la impresión de que hay cosas que nunca van a cambiar. Que hay vidas inagotables, capítulos para completar un número infinito de exitosas temporadas. Lo creemos, nos lo hacen creer, pero son solo treguas. Más aún, cuando nada es tangible, ni real, cuando esa vida que creemos eterna se ha creado en un cosmos virtual, lo cual (sé que no te gusta) nos lleva de la mano irremediablemente al universo de lo efímero.
Todo camina despacio hacia su destrucción...
Supongo que este blog también, y supongo que llegará su día, como parece que le ha llegado a Mi puta vida.
Y sin embargo, dice Javier Marías también, que duramos menos que nuestras intenciones, así que, mi querido Jose, te anuncio y te avierto que a pesar de tus siete candados, hay asuntos (como hay heridas) que nunca se pueden cerrar, y que permanecerán sobre la tierra más que incluso nosotros, que tú y que yo, aunque sea vagando por la negra espalda del tiempo.

lunes, agosto 07, 2006

La becaria y el archivero

En la pequeña habitación que ejercía de Archivo, el enorme cadáver parecía más que nunca un ser grotesco, como un peluche gigante, de esos que tocan en las ferias y que obligan a uno a pasearse con cara de imbécil por todo el recinto.
En aquella postura, con la espalda apoyada en una de las estanterías, las piernas estiradas y ligeramente abiertas, y todo el cuerpo un tanto inclinado hacia la derecha, parecía un borracho de vino tinto durmiendo el último empache. Solo un hilo de sangre delator que se deslizaba desde la boca hasta la garganta hacía pensar en la muerte.

Está muerto, dijo de repente una voz a sus espaldas.
El archivero se giró y miró seriamente a la becaria. Hacía a penas unas semanas que había llegado a la redacción de aquel periodicucho y ya se tomaba la licencia de colarse en su territorio, sin ni siquiera llamar a la puerta. ¿Cómo iba a permitir eso?
¿Qué haces tú aquí?, preguntó hostil, tanto que la joven retrocedió unos pasos. No hubo respuesta. La niña miró de nuevo al muerto, con el terror en sus ojos. Pero qué haces, no te conviene asustarla, cayó en la cuenta de repente. Ya lo ha visto. Ha visto el cuerpo. Pensará que has sido tú, y saldrá corriendo a avisar al resto. Estarás en la calle en menos de un segundo. ¿En la calle? ¿Qué dices? Te mandarán a prisión.
Un sudor frío apareció en la frente del responsable de Archivo. No es lo que parece, murmuró, sin saber muy bien cómo iba a demostrarlo.
La becaria volvió a mirar el cuerpo y recordó su primer día de trabajo. Aquel hombre que ahora parecía indefenso le había gritado, insultado; se había burlado de su trabajo, de su forma de escribir. Y a plena voz, para que todo el mundo pudiera enterarse. Desde entonces, un día tras otro de humillaciones; cada vez más crueles. Y así, tres semanas completas, mañana y tarde, con sus noches en vela, de tanto llanto. Para colmo, fingiendo frente a sus padres que estaba contenta con sus prácticas. Ellos estaban tan orgullosos.
No he sido yo, lo he encontrado…
No me interesa
, dijo de repente la joven, con una voz firme que sorprendió al archivero.
Este muro es ancho, ¿no?, preguntó sin ninguna expresión en su rostro. Regresaré esta noche, trae un buen pico y un poco de cemento, y mientras tanto asegurate de que no entra nadie en esta habitación. Luego regresó a su asiento, y con una sonrisa empezó a escribir.
Aquella tarde, todo el mundo la felicitó por su reportaje.

lunes, julio 31, 2006

D&P

Cuando abrieron la puerta del despacho de la vietnamita, una oleada de protestas sorprendió a los dos jóvenes estudiantes de Periodismo. Decenas de alumnos se agolpaban en el estrecho pasillo de aquel Gonzalo (de) Bilbao, malhumorados, deseosos de que hubiera llegado ya su turno en el patético trámite que era toda revisión de exámenes, trabajos o prácticas. Sin embargo, no había podido ser. Otros dos estudiantes habían entrado (chico y chica) y sólo después de una hora el pomo volvió a girar en la dirección contraria a las agujas del reloj para dar vía libre a la revisión de la vietnamita. Una hora!!! Es que se habían vuelto locos???
No pudieron hacer otra cosa que abuchearlos al verlos salir, al fin, con una sonrisa un tanto histérica, contenida, juraría, si no fuera porque en menos de un segundo los dos compañeros habían atravesado el pasillo, rehuyendo de las malas caras, y habían desaparecido de su vista sin darle lugar a profundizar en sus rostros.
Dejaron atrás el reguero de estudiantes al borde de un ataque de nervios, y al fin, en el primer descansillo que encontraron, allí mismo, delante de la puerta de acceso a la claraboya de aquel rocambolesco caserón convertido en facultad, se fundieron en un abrazo triunfador. Rieron a carcajadas disfrutando de su victoria. No podían creerlo... aquella sería sin duda su gran hazaña.
Vieron pasar las últimas 24 horas delante de sus ojos como si de un par de moribundos se tratara...
Primero, el descubrimiento del suspenso. Luego, el reconocimiento de que lo merecían, de que se habían inventado cada párrafo de aquel trabajo, en teoría, estadístico. Y finalmente, el convencimiento de que pasara lo que pasara, dijeran lo que dijeran, aquel escuálido 3 se convertiría en un maravilloso aprobado. Aquel juramento firmado con sangre, minutos antes de acceder al despacho de la vietnamita, fue poco a poco tomando forma. Hasta que el conjuro mágico se hizo realidad: "Bien, estáis aprobado, pero sólo os puedo poner un seis, si queréis el notable traedme un nuevo trabajo en septiembre". ¿Sólo un seis? Habían mentido como bellacos, y en vez de remediarlo, en vez de que aquel suspenso fuera su particular cura de humildad, habían decidido mentir más... y mejor. Y lo habían conseguido. Una menos. "Un seis", rieron. Aquello era mucho más de lo que esperaban.
Tras mirarse un instante a los ojos brillantes, volvieron a abrazarse... Aquello sin duda, era digno de una buena merienda en el merendero. Aquello sin duda, sería digno de ser recordado muchas más veces, cuando ya, con el título bajo el brazo, se encontraran en diferentes ciudades. El brillo en las miradas siempre volvía a aparecer. Aquel fue uno de los momentos más felices que compartieron en la Facultad de Ciencias de la Información. Aunque no fue el único, hubo muchos más...

sábado, julio 29, 2006

La generación perdida

Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, al igual que si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me dismimuye, porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas, doblan por tí.

John Donne

viernes, julio 28, 2006

No podía faltar

Hoy los cielos y la tierra me sonríen,
hoy llega al fondo de mi alma el sol,
hoy he aprobado el práctico,
hoy creo en Dios...

Queer as Folk (y II)

Sé que para algunos esta tendencia al enamoramiento empieza a ser preocupante...
Todo empezó el martes pasado, cuando la falta de sueño, la soledad, la curiosidad y el calor me dejaron delante de la tv más tiempo del habitual.
Ya era madrugada cuando comenzó Queer as Folk.
Por fín, la famosa serie gay de Cuatro está a mi alcance, pensé.
Me acurruco en el sofá y me sumergo de lleno en la trama de amigos gays, que sólo buscan lo que todos: un poco de amor. Y de repente, ahí está, divino de la muerte, guapísimo, con el perfil más maravilloso de la historya de Hill Valley, con la boca, la nariz y la mirada más sugerentes.
Terriblemente PERFECTO, y, para mi desgracia, terriblemente GAY.
Aún así, paso de convencionalismos, y me dejo llevar por la pasión... el tio es un sueño hecho realidad, dejo que la trama de la serie me enrede, dejo que las miradas de Brien calen en mi imaginario para hacerlo formar parte ya de mi realidad. En fin, sufro el proceso habitual de enganche a una serie... nada novedoso. Los síntomas son ya conocidos: ansiedad mientras llega el día en que la emiten, entusiasmo al ver el primer frame en el que aparece tu personaje favorito, rabia cuando aparecen los títulos de crédito y uno se da cuenta de quedan siete largos días con sus noches hasta que vuelva a llegar el momento redondo... la contemplación de Brien, el gay duro, que luce como nadie unos vaqueros y camiseta blanca, o un traje de Armani.

Sé que muchos tienen en la punta de los labios un nombre, un rostro: el de Lucas. A ellos que esperan escucharme decir que ahora que los capítulos de Los hombres de Paco son repetidos voy a aplicar el famoso dicho: A Rey muerto, Rey puesto... A todos vosotros, lo siento, porque eso jamás va a ocurrir.
Lucas es mi amor. Es ternura. Será el padre de mis dos pequeños, mi chinita y mi rusito. Será el que me abrace cada mañana, y el que me prepare un zumo de naranja bien fresquito, el que me lleve al cine y a pasear por el parque... el que ponga mis canciones favoritas mientras viajamos en coche...
A Brien sólo lo quiero para el sexo.

domingo, julio 23, 2006

Lectura recomendada para el verano

Sé que muchos de los que se pasean de vez en vez por esta negra espalda del tiempo, visitan la puta vida (que para nada es así) de mi buen Jose. Aún así, no quiero dejar pasar la ocasión de recomendaros un post en especial, continuación de otro que dejé yo por este desierto de arena, y que la buena Zarzamora tuvo en continuar... Si lo prefieren, lean primero ¿a qué huelen las nuebes? en este humilde rincón (incluido el primer comentario) y luego acudan a disfrutar con http://mividaputa.blogspot.com/2006/07/3-parte-del-post-qu-huelen-las-nubes-y.html


Pasen, lean y disfruten

miércoles, julio 12, 2006

¡Qué noche la de aquel día!


Me acuerdo viendo esta foto de la película La Playa. Film menospreciado por la sociedad y que sólo Jose y yo hemos sabido apreciar, verdad amore? Y todo, porque Leonardo Di Caprio no es el mejor actor del mundo, y todo, porque salía como si estuviera dentro de un videojuego... pero bueno, es que estaba super colocadooooo!!!!! Además, es un reflejo estupendo de la sociedad, de cómo es el ser humano, con su propia forma irremediable de ser, el que lo corrompe todo, el que siembra el mal y el desprecio por el prójimo incluso en la isla más paradisíaca (Kavafis tiene un poema maravilloso relacionado con esto, lo publicaré en breve aquí).
En fin, que me acuerdo del maravilloso final: el Leo que llega a un cyber y tiene un mail de la francesita (es una historia un poco larga, omito detalles) con la que también vivió en esa playa escondida en la que un grupo de personas de diferentes lugares del mundo intentó fundar un poblado perfecto. Sólo felicidad. Ese era el gancho, esa era la esperanza, ese era el imposible...
Tras el fracaso estrepitoso, digo, Leo llega a un cyber y ve que tiene un mail... un archivo adjunto, una foto. La foto...
Aparencen todos, en aquella playa celestial, increíble, sonriendo, felices, dichosos a más no poder. La foto representa el instante perfecto de carpe diem que sólo duró eso, un instante, un segundo, un click. Porque después todo se precipitó hacie el desastre.
Bueno, con esto no quiero decir que se avecine el desastre, la perdición, la infelicidad, pero sí, que hay momentos que son irrecuperables. La fotografía tiene esa mágica capacidad. Capta el segundo que no regresa nunca y hace que nada más tenerla frente a nosotros, aunque la imagen sea de a penas hace un mes, sintamos que ya lo hemos perdido.
También me acuerdo, del Club de los poetas muertos, película que cambió mi vida, mi existencia, y de esa maravillosa escena en la que el profesor de literatura se lleva a sus adolescentes alumnos a mirar de cerca las fotografías viejas de la escuela, en la que aparecen los otros, los otros estudiantes, los que ya murieron, los que ya están arrugados como pasas, sólo que se les ve jóvenes, llenos de vida y de proyectos por hacer. "Como vosotros", les dice, y mientras los niños con ojos como platos observan esos rostros del pasado, el profesor susurra a sus espaldas... Carpe diem, carpe diem...

Últimamente atrapo más días que en toda mi vida (aunque quizás sea injusto para mí decir esto) y la fotografía de arriba es un buen ejemplo de los buenos instantes que me llevaré...

martes, julio 11, 2006

Sin título (por el momento)

Lucas observó el juego de luces del Polo Químico y volvió a sentir que algo se volcaba en su interior. Había algo escondido en aquel horizonte de luciérnagas de chatarra que lo inquietaba y atraía a la vez. Había paz y guerra, tranquilidad y desasosiego en aquel paisaje en el que el constante vapor de agua suavizaba las luces de color amarillo, muy brillantes. Había regresado a la ciudad atraído por una fuerza que ni él mismo era capaz de comprender, y ahora, asomado a la ventana de aquella diminuta pensión de la plaza Niña, entendió que todo estaba allí, frente a sus ojos. En el Polo Químico de aquella Huelva, infierno y paraíso, puerta del bien y del mal.

A su derecha, la Ría asistía en silencio a su propia destrucción. El Muelle del Tinto extendía su brazo hasta el centro del agua.

El joven agudizó la vista, y descubrió entre la madera a una mujer. Una figura quieta, pequeña desde su perspectiva. No había duda, era ella. Sólo podía ser ella. Lucas forzó sus sentidos desde la ventana de la plaza Niña y se encontró con el rostro oriental de Asia, mirándolo desde lejos.

domingo, julio 09, 2006

Patriice, de los diez días o ya nuestra vida es tiempo

Ayer,mientras el joven periodista de la compentencia me llevaba amablemente a H.I. en su flamente nuevo golf azul cielo (con tapicería en beige), dije "tenemos la desgracia de trabajar en un mundo en el que sólo necesitas un mes para desencantarte". Así lo dije, y así lo pienso. Porque mi grado de decepción del mundo periodístico (que no del periodismo, ojo!) es ahora el mismo que cuando cumplí mi tierno segundo mes de becaria hace ya la 'solera' (jeje, esto tiene historia) de dos años. La única diferencia es que estoy un poco más cansada, pero por lo demás no requerí de mucho tiempo para saber que la asquerosa clase política se cuela en todas partes, como el fútbol, aunque sin dejar hermosas reflexiones como las que pueden extraerse del balompié (remito al post 'Oh, capitán, mi capitán' gracias al que me he hermanado con el deporte rey) y para saber que los señores oscuros existen, que hay mala gente en el mundo que sólo disfruta haciendo sufrir al prójimo. Y que no hay excusas para ellos, con esos tipejos no puede decirse "es buena gente, pero tiene sus cosillas". No. Directamente, no son buena gente. En vez de corazón tienen un pasa oscura, diminuta, repugnante que intenta latir en vano...
Pero me estoy metiendo en cerros que no buscaba... Lo que quería explicar en este post es una de las caras menos tórridas del ejercicio del periodismo, a saber, una nueva forma de vivir el Tiempo, que no es ninguna minucia.
Escribimos el miércoles hablando del jueves, lo que acaba de ocurrir es pasado para nosotros... el hoy pasa a ser ayer en una tarde...los días de fiesta son laborales; el viernes puede ser lunes.
Hoy, mientras escribo esto, es domingo para el resto de los mortales. Para mí, sin embargo es viernes, un viernes que en vez de dar paso al sábado, al fin de semana, dará la bienvenida a un nuevo lunes, la semana que vuelve a comenzar sin weekend, ou pas?
Efectivamente, para los que lo hayan vivido en sus propias carnes, me encuentro en pleno turno largo, que decimos por aquí. Así pues, durante esta semana y hasta que el próximo viernes vuelva a ser viernes para mí, por favor, llámenme Patriice de los diez días...

viernes, julio 07, 2006

Oh, capitán, mi capitán

Tenía pensado escribir algo sobre Javier Marias, mi real amado, con motivo de su ingreso en la RAE, donde ocupará el sillón R y donde se encontrará a Pérez Reverte, qué emoción. Como cuando eran vecinos de página en El Semanal, y se lanzaban mensajes uno al otro... En fin, lo tenía pensado, digo, pero he decidido aplazarlo, un poco más, y a cambio, para que la sombra de Marias empiece a adquirir consistencia en este blog, y poco a poco deje de ser un fantasma y pronto ocupe el trono que merece... Para todo ello, dejo aquí uno de sus artículos... Quizás sorprenda la temática elegida, pero viene a cuento y es ejemplo de por qué lo adoro tanto, y de por qué pienso que es el mejor escritor en lengua española que tenemos en estos momentos, y si alguno considera que su escrito no es ejemplo suficiente... bueno, será entonces que mi pasión por él, como no podía ser de otra forma, es irracional... como el fútbol.

Lean, lean y disfruten...


El misterioso alivio del fútbol

La maldición de las dos semanas de antelación con que escribimos en EPS se hace especialmente grave cuando uno sabe a ciencia cierta que el momento en que ustedes lean estas líneas no tendrá nada que ver con el de su redacción. Cuando yo las escribo, España tan sólo ha jugado su primer partido del Mundial, la rotunda y prometedora victoria ante Ucrania. Cuando les lleguen, estarán a punto de disputarse las semifinales del campeonato y, si nuestro equipo observa la tradición, habrá caído en octavos, o a lo sumo en cuartos de final, y la excitación de hoy parecerá cosa ingenua y remota. Ojalá no sea así, aunque no quiero ni imaginar cómo estarían los ánimos patrióticos si España continuara en liza el 2 de julio (y menos con esa pesadilla de locutor llamado Andrés Montes). Pero insisto, ojalá la tradición se haya quebrado: vale la pena soportar unas semanas de desmedida exaltación a cambio de dos ventajas. Una es sólo futbolística, ya que el Mundial resulta mucho más divertido para los países cuyas selecciones sobreviven hasta casi el final. La otra tiene que ver con el clima social y político, y en ese sentido no comprendo a quienes echan pestes de esta clase de acontecimientos. Es extraño y un tanto pueril, en efecto, pero lo cierto es que cuando ganan los equipos de fútbol de una ciudad o de un país, sus ciudadanos están más optimistas en general, y de mejor humor, y más distraídos que de costumbre, y más propensos a mostrarse amigables los unos con los otros, hasta con quienes los han agraviado o les caen fatal. Hay una tendencia a la armonía, o por lo menos al aplazamiento de las disputas. Como si se declarara tácitamente una tregua, que además podría influir en la reanudación o no de los combates.
Y España está tan necesitada de treguas que sólo puedo desear que los jugadores de Luis Aragonés no se hayan visto obligados a regresar ya de Alemania. Hay quienes se quejan de que durante treinta días no se oiga hablar más que de fútbol, y los entiendo en parte, si no les interesa ni gusta este deporte. Pero deberían tener en cuenta el alivio que para todos supone, incluidos ellos, que a lo largo de un mes nadie haga caso del Estatut soporífero, y poco de Batasuna y ETA, y que las ruidosas gárgaras de Rajoy, Zaplana y Acebes parezcan aún más dementes e intempestivas que por lo regular, y que las tonterías soltadas en reñida competición por el socialista Blanco y el popular Pujalte caigan en el más absoluto vacío de su tontuna; que las malas pulgas de Carod-Rovira le piquen tan sólo a él, y que las megalomanías y mezquindades de cada región (es un término impreciso, sí, pero no tanto como el sobado “nación” –a estas alturas dudo si yo mismo no seré una, sin querer–, no digamos esas acuñaciones fantasmagóricas como “realidad nacional” o “carácter nacional”) sean desoídas por la gran mayoría y ni siquiera irriten; que los locutores venados y los columnistas fanáticos del desmembramiento se vean forzados a hablar de Casillas, Torres, Xavi y Puyol para no quedarse sin oyentes ni lectores, y que además no los puedan insultar; que los nefastos Ayuntamientos ávidos, a los que para nuestra desgracia se les ocurren ideas sin cesar (con preferencia criminaloide por las obras públicas superfluas) se queden semiparalizados y sin sus iniciativas dañinas … No me digan los antifutboleros que a cambio de todo esto no merece la pena aguantar treinta días de inocua obsesión por el balón. Es más, creo que hasta ellos aprobarían que se celebrase un Mundial cada dos o tres años, en vez de los preceptivos cuatro. No sé si se han dado cuenta, pero cuando se jugó el anterior, en el 2002, aún ni se preparaba la Guerra de Irak, o no en voz alta. Eso da idea de lo lejos que queda.
El fútbol debería dar más que pensar. Pocas cosas hacen que millones de personas salten a la vez de alegría, en los estadios y en sus casas, por algo en lo que de hecho no han tenido participación –un gol– y que en modo alguno va a afectarles, para bien ni para mal, en sus vidas y problemas personales. Quien está en el paro lo seguirá estando al día siguiente; a quien ha perdido a un ser querido no va a volverle ese ser; quien se pudre en una cárcel no saldrá de ella por eso; quien vive perseguido o amenazado continuará así; y, de la misma forma, el rico no se arruinará porque su equipo pierda, ni el que acaba de ganar unas elecciones se verá destituido, ni el feliz recién casado asistirá a la destrucción repentina de su matrimonio. Y sin embargo los desdichados se pondrán contentos si su equipo vence (qué digo, darán brincos de júbilo), y los afortunados se pondrán mohínos si es derrotado (qué digo, cuántas lágrimas no habrán visto resbalar los estadios). Es inexplicable, de acuerdo, luego algo misterioso, y respetable por tanto, tiene que haber en el fútbol. Algo que lo asemeja a la literatura, al cine, a la música, que también son capaces de hacer reír, exaltarse, apiadarse, lamentarse y hasta llorar por historias y personajes y acordes que nada cambian de nuestra realidad, una vez que se cierra el libro o se encienden las luces o se hace el silencio. O quizá es que sí cambian algo, cuando tienen eco, lo mismo que en nuestra retina un inmenso gol sobrenatural.

JAVIER MARÍAS

viernes, junio 30, 2006

Jordi Labanda, amore mio

Creo que ha sido la loca de la casa en su blog, la que hablaba de cuadernos, libretas y la que dio pie a que muchos de nosotros confesaramos nuestro amor desesperado por este artículo de papelería. En el comentario que le deje en el mencionado post, confesé que me pirran los diseños de Jordi Labanda. Atesoro ya una agenda, un par de cuadernos y un juego de pluma y bolígrafo que es la envida de la redacción (güeno, quizá exagere)... tendría más, pero es que el jodido es caro. En fin, por compartir y un poco por romper el tedio de esta mañana de trabajo (hasta la tarde no tengo convocatoria), dejo aquí una fotografía para que podáis apreciar el encanto de mi libreta mayor.

Momentos redondos...

El miércoles tuve un curioso dèjá vu...
Salí tarde del periódico, como de costumbre, especialmente esos días en los que por algún motivo especial quiero salir temprano. Aquel día mi motivo especial era Lucas. Sí, sí, el de Los hombres de Paco.
Entré por la puerta de mi coqueto piso, sito en la Plaza Niña, a eso de las once de la noche, es decir, con el capítulo ya empezado. Mi compañera, otra fan de Lucas, aún estaba estudiando. Así que cuando llegué prácticamente nos lanzamos sobre el sofá, pensando si ya nos abríamos perdido alguna escena de las emocionantes, de esas en las que el hombre en cuestión mira como de soslayo, con furia en sus ojos, tan guapo, tan espléndido todo él... único. Cogimos unos cuantos roscos, un poco de queso y algo de paté, y pasamos de prepararnos nada de cenar. Lucas era nuestro alimento aquella noche, el único nutriente que necesitábamos... así que nos limitamos a entregarnos al capítulo que, por cierto, terminó con un to be continued o, más bien, un seguirá... dejándonos hundidas en la porca miseria, pensando que a veces una semana puede ser una eternidad, como lo puede ser una noche, no?
Pasado el sofocón... de vuelta a la cama... me pareció que el momento que acababa de vivir, ya lo había vivido antes, y no me refería a la semana anterior.
Un instante de esos perfectos. De esos en los que nada de lo que sucede fuera de la habitación en la que te encuentras importa, porque tienes todo a tu alcance: la serie o la película que quieres en pantalla, el mando cerca, agua, comida... te acomodas en el sofá o en la cama, y piensas, todo está bien, todo es perfecto.
Yo vivía esas situaciones. Los sábados por la noche, cuando tenía 12 o 13 años, no me acuerdo, y echaban la Doctora Quin. Sí, lo sé. Sé que es una serie algo ñoña, que muchos detestaban, pero a la que yo me enganché vilmente. Y sí, piensan lo correcto, también me enganché a su protagonista. Recuerdo que empezaba a eso de las 21.30 o 22 de la noche, y yo engañaba a la pandilla, diciéndole que tenía toque de queda y que tenía que marcharme del recre (la sala de juegos, lugar de encuentro de los sanos adolescentes que éramos entonces) porque me daba vergüenza decir que volvía a casa para ver una serie. Cosas de la edad.
Llegaba con el tiempo justo. Me iba a la habitación. Y empezaba el ritual. Coger la tele chica del cuarto de mis hermanos para llevarla a mi habitación. La posición adecuada, el ángulo perfecto para que yo pudiera ver la serie sin problemas incorporada en mi cama. Un vaso con agua, y un paquete de patatas de esas light o pasteurizadas o como se diga. La serie comenzaba y el momento era perfecto. Estaba allí, sola, y nada de lo que pudiera estar pasando fuera me importaba...
Por suerte, esto sólo ocurría una vez en semana. Creo que si hubiera tenido un momento diario de aislamiento como ese no hubiera crecido siendo una persona normal...

Adjunto dos fotos: Una de Lucas, que la otra que metí se veía muy mal, y otra del prota de la Doctora Quin, el medio indio... Al final, sólo la de Lucas, que del otro, no encuentro ;(
Anuncio de última hora: gracias a la inestimable colaboración de la pequña Ácates del Puerto he podido reeditar este post con una foto del otro, del de la Doctora Quinn. Gracias.